En la cuna salsera de Barranquilla, hoy la tradición desaparece. Sin embargo, el Estadero Richy Salsa resiste y continúa la lucha por mantener viva esa parte de la identidad barrial.
El barrio Rebolo, en el suroccidente de Barranquilla fue, en su momento, sinónimo de salsa. Por sus bares y estaderos pasaron íconos del género como Celia Cruz, Rubén Blades, Ismael Rivera y Willie Colón.
Fue hogar de Nelson Pinedo, el único colombiano que ha sido parte de la Sonora Matancera, y vio nacer a grandes melómanos y pioneros de la salsa en Barranquilla y el Caribe colombiano como Ralphi 100 y Eduardo Molinares.
Había decenas de estaderos donde, día y noche, retumbaba y se bailaba salsa: La Popular Casita de Paja, El Estadero Bello Mar y el Estadero Templo de la Salsa La 100, entre varios otros.
Con el tiempo, sin embargo, esa tradición ha ido desapareciendo. En Rebolo, los que en el pasado fueron bares y bailaderos de salsa, son hoy billares o picós, como se les dice a los enormes equipos de sonido alrededor de los cuales se congrega la gente, donde suena muy poca salsa.
Pero en la intersección de la calle Bendición con la avenida Vesubio (calle 16 con carrera 29), en frente a la cancha ‘La gota de leche’, permanece todavía el último bastión salsero del barrio que vio nacer el género en ‘La Arenosa’.
Estadero Salsa Richy
Cuenta Ricardo Tejada, su dueño actual y sobrino de Eduardo Molinares, reconocido distribuidor de salsa en Barranquilla, que su estadero comenzó como una pequeña tienda familiar.
“Cuando era muy pequeño, mi mamá se casó y se mudó acá donde estamos ubicados. Montó una tienda con el traganíquel que le arrendó mi abuela y comenzó con la venta de cerveza”, explica.
Desde su infancia Ricardo escuchaba salsa en la tienda-cantina que tenían sus abuelos. Con los discos de Ricardo Ray, Rubén Blades, Ray Barreto y La Fania, que su tío traía desde Puerto Rico, se quedaba dormido en las noches. “Con salsa nos arrullaban”, dice.
Cuando llegaba del colegio, y como era uno de los mayores de cuatro hermanos, se ponía a trabajar en el negocio: “Y fui tomándole cariño a la cosa”, dice.
Su hermano mayor se fue a la Policía, mientras que sus dos hermanas menores se hicieron profesionales. Poco se entendieron con la tienda, por lo que esta pasó a ser legado de Ricardo.
Despegó gracias a que, en frente, con cuatro palos de coco, los vecinos del barrio armaron la cancha ‘La gota de leche’. Allí, se organizaban torneos de bola de trapo a los que asistían equipos de otros barrios aledaños, como La Luz, Las Nieves y Simón Bolívar.
Luego de cada partido las personas acudían a la tienda, donde siempre sonaba salsa, para comprar alguna bebida refrescante.
Ricardo fue ampliando la colección salsera que había comenzado su madre con los discos que llegaban desde el Caribe a través del puerto, que queda muy cerca de Rebolo. Así, el negocio pasó de ser tienda a ser el Estadero Salsa Richy.
Con la salsa en las venas
El barranquillero, dice Ricardo, es salsero por naturaleza: “Eso es algo que tiene que aprender la juventud, nosotros somos salseros”.
Cuenta que fue a causa de la construcción del Puente Pumarejo, que conecta el departamento de Atlántico con el de Magdalena, que “se comenzó a meter otra música por acá”.
Por ese puente, dice, llegaron el vallenato y el reguetón, con las personas que venían de otras regiones del Caribe colombiano como La Guajira, el Cesar y Magdalena.
Esa, dice, es a la música que pide hoy la juventud que acude a su estadero. Y aunque, a falta de su tradicional clientela salsera que, ya mayor, no atiende con la misma frecuencia de antes y menos en época de covid-19, a Ricardo le toca ceder a veces con algunas canciones, se mantiene firme con la salsa.
“Eso fue lo que yo aprendí y uno no puede desligarse de eso tan fácilmente, porque yo he sido salsero toda mi vida, igual que mi familia. Eso fue lo que yo viví”, cuenta.
Aún así, reconoce que “el mundo da vueltas y uno da vueltas con él. Si te quedas, te estancas”, por lo que también ha tenido que adaptarse a lo nuevo.
“Ahora ponemos mucha salsa romántica, de Marc Anthony y Frankie Ruiz, por ejemplo, y ponemos también música carnavalera y africana, que ha vuelto a coger mucha fuerza. Pero claro, también hay espacio para la salsa de los sesenta, setenta y ochenta, que es la que más me gusta”.
El legado continúa
La salsa, dice Ricardo, es la base de un modo y una filosofía de vida: “El salsero es una persona extrovertida, alegre, que le gusta compartir”.
Por eso, explica, hay que mantenerla, y cuando esporádicamente llega un joven a su estadero que en lugar de pedir reguetón le pide algún tema de salsa, se sorprende gratamente. “A veces llegan jóvenes que le piden a uno discos que uno dice ‘y ajá estos pelaos dónde aprendieron, cómo han escuchado’”, explica el barranquillero.
Su amor por la salsa es también un legado que logró transmitirle a su hijo, Ricardo Jr., a quien desde pequeño lo puso a bailar al son de Hector Lavoe, Willie Colón y Ray Barreto, entre varios otros.
Y aunque habría querido que no se dedicara al negocio del entretenimiento, Ricardo Jr. administra hoy un Picó donde la salsa encuentra lugar con mucha más frecuencia que en otros bailaderos de ese estilo.
«Ahí le ha ido metiendo buena salsa al picó que administra», comenta Ricardo padre.
Así, dice él, en Rebolo seguirá existiendo el gran legado de un género que “significa mucho: amistad, cultura, amor a la tierra. Sobre todo amor a la cultura: el rebolero, y el barranquillero, es ciento por ciento salsero, de tradición».
Para que la tradición salsera llegue de Rebolo a su casa, Ricardo nos recomendó este disco, ‘Viva Ricardo’, de su homónimo y legendario del género, Ricardo Ray:
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