Hablamos con la artista, que celebró 20 años de carrera, sobre la manera en que Colombia marcado su recorrido musical. Paisajes, culturas, historias y, sobre todo, amigos que se convirtieron en canciones.
Marta Gómez, que celebró 20 años de carrera en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá, en el marco del festival Colombia al Parque, recuerda la primera vez que, como solista, subió a un escenario en la capital del país. “Fue para el Festival de Teatro, 2003 o algo así, fue precioso”, dice. E inmediatamente agrega: “Pero es más bonito cuando ya tienes un camino, no solamente de canciones sino de edad”.
“A mi me pasó, durante muchos años, que cuando llegaba a un escenario grande había una voz en mí que decía ‘¿me merezco estar aquí?, ¿estoy preparada?’. Ese miedo, que tenía de jovencita, ya no lo tengo”.
Y celebra, justamente, esa libertad y ese cambio de perspectiva que le ha traído el tiempo:
“Ahora con Colombia al Parque hacía la lista de las canciones y decía: ‘qué delicia poder escoger lo que yo quiera’. Ahora, después de tantos años, estoy segura de lo que vine a hacer, del trabajo que hay, eso me encanta”.
Marta, criada en Cali, radicada posteriormente en Boston (a donde llegó a continuar sus estudios de música en el Berklee College of Music) y ahora en Barcelona, regresa para protagonizar la gala inaugural de Colombia al Parque. “Qué rico estar donde tengo que estar”, agrega.
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¿Qué lugar de Colombia es el que más le inspira?
Es una finca que se llama ‘La Conchita’. Ahora es un lugar de avistamiento de aves porque nos dimos cuenta, años después, por unos biólogos, de que es el lugar con mayor diversidad de colibríes en el mundo. Y nosotros crecimos allí, era la finca de mis abuelos, después la heredo mi tía y fui durante toda mi infancia. Es un bosque de neblina a las afueras de Cali, un sitio mágico.
Ese lugar ha sido fuente de muchas de mis canciones. Es súper lindo porque yo puedo saber exactamente cuáles son las que han salido de ahí y son siempre: los grillos, los caracoles, los árboles, la lluvia… las que no tienen nada que ver con la ciudad salieron de esa finca.
¿Y tiene algún equivalente en la ciudad?
Aparte de ‘La Conchita’ sería la casa de mis papás en Bogotá, a la que nos mudamos a mis 14 años. Y tiene un rinconcito, con un pobre piano que está muy dañado… En este piano eran todas tristezas, mi papá se fue a vivir a Canadá y entonces la canción de ‘Te extraño’ la compuse allí. También estaba en esa casa con males de amores…
Luego de tantos años fuera del país, ¿qué significado le ve a esa noción de hogar?
Yo creo que la de los papás siempre es la casa de uno. Al menos yo la siento así. Me encanta ir y mi mamá siempre nos ha dejado muy claro que esa es nuestra casa… obviamente mi casa también es Barcelona, con mi familia pequeñita.
Viene muy seguido a Colombia, ¿qué significa, creativamente, regresar a este país?
A mi me fascina, me nutre ideas para después componer. No soy tan creativa en ese momento porque no tengo el espacio para sentarme horas a escribir. Es un ejercicio para preparar futuras canciones. Colombia es más de ir llenándome de cosas para después trabajar.
Y también están los géneros, la música de las regiones que siempre ha estado tan presente en su carrera… ¿cómo se relaciona con ellos?
Yo no soy muy estudiosa, no tengo un método para irme al Pacífico o al Caribe, se trata de lo que la vida me va mostrando. Siempre me estoy nutriendo de cosas y tratando de descubrir ritmos que me enamoran. En este momento, por ejemplo, estoy mucho en las islas, en San Andrés y en Providencia, porque estoy haciendo un proyecto con Elkin Robinson…
Sin embargo, los ritmos del Pacífico, a pesar de haber crecido en Cali no fueron tan cercanos, algo que me pone súper triste porque habría podido conocer tanto estando allí… mi familia era de la que se iba a Disney World de vacaciones y no a mirar ballenas (risas). Eso lo descubrí fue por Hugo Candelario, al conocerlo en un espectáculo que hicimos junto a Nicolás Buenaventura. Y yo nunca había visto una marimba tan cerquita.
Y, claro, me faltan, el Llano o el sur del país. Me encanta pensar que tengo un montón de ritmos que no he descubierto y que seguro llegan con su momento y su temática. Me pasa que si es una canción alegre pienso en un vallenato o un joropo, y si estoy triste en una toconada, afortunadamente hay millones de ritmos.
Lo que yo hago es que escucho esa música y, la próxima vez que componga, en algo estará: yo dejo que entre y que salga hecha canción.
Casi que relaciona cada género con un artista y con un amigo, que es algo que también caracteriza mucho sus conciertos.
Es lo que más adoro de este oficio y se ha dado de manera muy natural. Como que cantamos una vez y ya somos amigos para toda la vida. Mis grandes amigos del alma, con los que he compartido cosas súper profundas, tal vez los he visto como cinco o siete veces. Lo que más me gusta del oficio son estas colaboraciones y lo mejor es que siempre quiero más…
¿Quiénes encabezan esta larga lista de futuras colaboraciones?
Bueno, la lista tiene gente famosa, casi inalcanzable, Pablo Milanés sería un sueño, a Juan Luis Guerra también lo tengo en la mira o a Rubén Blades, todos esos grandes. Pero, ahora, por ejemplo, tengo el sueño de cantar con Alexis Díaz Pimienta; con La Muchacha me encantaría trabajar más, con Las Añes también sería chévere hacer otra colaboración…
Ha hecho gran parte de su carrera desde afuera, ¿en qué momento se dio cuenta de la acogida que estaba teniendo en Colombia?
Siempre que yo volvía me decían ‘nadie es profeta en su tierra’ y yo estoy en desacuerdo: tengo que decir que cuando yo sacaba un disco o me ganaba un premio siempre aparecía alguien, siempre se han preocupado por eso. Para mi todo es gratitud, porque yo no vivo en Colombia pero sí me he sentido muy querida.
En sus canciones, además, Colombia es tema recurrente. Inclusive sus realidades más difíciles.
Creo que es un mecanismo que tenemos los de afuera de no perdernos. En mi caso, yo me siento muy colombiana y necesito estar unida a Colombia. Yo me fijo en el país como si siguiera allá y necesito saber qué está pasando. Cuando uno es inmigrante siempre tiene un pie o un ojito en su tierra.
Entre esas canciones colombianísimas, por supuesto, está Para la guerra nada. La canción que hizo en el marco del Proceso de paz y del Plebiscito que se volvió un fenómeno en redes, ¿se imaginaba esa reacción?
Para mi sigue siendo increíble. Sigo sin pensarlo y sin creerlo. Tampoco sabía todo el trabajo que me iba a dar porque me ha llevado a muchos sitios (risas).
Es una canción sobre un momento en el que estábamos muy cansados de las guerras y, sobre todo, de la guerra en redes. Uno ponía algo y empezaban los ataques…
La canción empezó casi como un canto infantil, como una cosa ingenua, pero era por mi deseo de que no malinterpretaran mis mensajes. A mi me encantó lo que pasó, y todavía me gusta, porque ha sido tomada de muchas partes. Y yo decía: ‘maravilloso’, porque son las mismas palabras y que la coja quien la tenga que coger, porque no puede tergiversarse.
Me fascina, es absolutamente clara, sencilla: para la guerra nada, ni tiempo, ni dinero, ni talento.
Y, aunque Colombia siempre encuentra una manera de estar presente en su trabajo, esta vez regresa por una razón muy especial: para celebrar 20 años de carrera y también 25 años de Colombia al Parque… ¿qué opina del evento?
Es una apuesta maravillosa que lleva años, que no cesa, que invita a personas muy talentosas y yo había ido como público pero nunca había estado invitada. Para mi es increíble, no tengo palabras porque todos los ‘al Parque’ obviamente Colombia es el mío. Aunque si me hubieran invitado a Rock al Parque algo me invento (risas).