Con la elaboración de diversos productos de belleza, un grupo de excombatientes y víctimas del conflicto en el Caquetá quieren rescatar las bondades de las plantas que hay en el territorio que habitan.
Bethsy Ruiz nació en la vereda de Balsillas, en zona rural del municipio de San Vicente del Caguán, donde el municipio colinda con el departamento del Huila.
Cuenta que en los años 90 ingresó a las filas de las Farc a causa de la violencia de la que fue víctima, tanto en términos de confrontación armada, como de manera estructural: falta de oportunidades, educación y necesidades básicas insatisfechas.
Pasó 30 años de su vida en la insurgencia, donde trabajó, sobre todo, como enfermera, fisioterapeuta y bacterióloga. Fue su pareja sentimental, quien era paramédico, el que “hizo que me encaminara y me enamorara de ese proceso”.
Hizo un curso de enfermería que duró seis meses, tres de teoría y tres de práctica, y luego comenzó a trabajar. Ya sobre la marcha aprendió a coger puntos extra e intradérmicos, sacar muelas, corregir hernias musculares, a hacer canalizaciones y poner inyecciones, entre otros procedimientos.
Más tarde, cuando la enviaron al Bloque Oriental de la entonces guerrilla, entró a trabajar a un centro de rehabilitación fisioterapéutica para hacer recuperaciones físicas de personas recién operadas.
Allí duró dos años y luego comenzó a estudiar bacteriología con el acompañamiento de profesionales que llegaban desde Cuba y Bogotá. Ahí, por tres años, aprendió a hacer química líquida y seca, así como a sacar exámenes de colesterol, triglicéridos, creatininas y demás.
Cuenta que durante toda esa trayectoria, la presencia de plantas y hierbas medicinales fue siempre muy importante. “Usábamos sobre todo plantas que encontrábamos en la selva, que tiene mucha sabiduría. Ella proveía, nos generaba enfermedades, pero también nos daba la cura”.
Hoy, habiéndose acogido al Acuerdo de La Habana, Bethsy dirige Esencial, un proyecto productivo que reúne a excombatientes y víctimas del conflicto en la producción de elementos de belleza a base de aceites extraídos de plantas y hierbas medicinales.
‘Desde lo profundo de nosotras’
Ese es el eslogan de Esencial, que parte de la intención de recuperar las tradiciones campesinas de los abuelos de las diez mujeres que lo componen, quienes sembraban plantas para uso medicinal y que Bethsy usó también durante los años del conflicto para tratar diversas enfermedades o para aliviar dolores.
Por ejemplo, cuenta, para tratar los casos de dengue y paludismo que, según dice, se presentaban casi a diario por la zona tropical en donde estaban, usaban la corteza del árbol de la quina. “Esa es la base de la cloroquina, entonces raspábamos la corteza, lo mezclábamos con agua y eso era como tomarse dos tabletas del fármaco”.
Y agrega: “Había otra planta muy buena, muy sabia, que se llama cordoncillo, que usábamos para desinflamar golpes. De antibiótico usábamos una planta que se llamaba platanillo: se cortaba en la parte inferior del tallo y salía un agua blanca que contiene ampicilina. Todo eso lo aprendimos en la vida práctica y de muchos mayores de comunidades indígenas y campesinas con las que convivíamos”.
Cuenta que, incluso, aprendieron a usar el yagé, “pero no para mirar visiones”, sino para realizar purgas y limpiezas al organismo “para que no tuvieran mucho parásito por ahí pegado”.
Así, conociendo los beneficios asociados a las plantas del territorio que habitan, junto con 46 familias tanto de excombatientes, como de población campesina aledaña, Bethsy fundó la Asociación de Mujeres Productoras de Esencias de Paz (Asmupropaz), de la cual surgió después Esencial.
Los productos
Con el apoyo de la Embajada de Portugal construyeron una planta para destilar aceites y extraer hidrolatos de hierbas y plantas medicinales como la cúrcuma, la ruda, el limoncillo, la menta y la cidronela.
Sin embargo, vieron mejores posibilidades comerciales en la fabricación de productos con base en esos aceites e hidrolatos, que venderlos como tal.
Así, y con el apoyo de ingenieros y químicos de la Universidad de la Amazonía, crearon formulas estandarizadas para la realización de diversos productos como cremas corporales, cremas de manos, desinfectantes, aromatizantes, jabones y bálsamos labiales.
“De los aceites, por ejemplo, producimos un bálsamo labial a base de cúrcuma, que regenera, hidrata y le da luminosidad a los labios. También elaboramos cremas para el cuerpo con aceite de sacha inchi y de carambucha, que tienen omega 3, 6 y 9. Todo eso sirve para hidratar la piel”, indica Bethsy.
Pero, para ella, lo más importante es que son mujeres campesinas, cabezas de hogar, las que están involucradas desde la siembra de las plantas hasta la comercialización de los productos ya transformados.
“Yo siempre quise trabajar con mujeres campesinas, como yo, y víctimas, como yo. Eso para generar una lucha mancomunada por la reivindicación de nuestros derechos y por la visibilización de la mujer rural, que continúa siendo víctima del sistema patriarcal que le impide realizarse”.
En ese sentido, el proyecto busca, entre otras cosas, generar autonomía económica a medida que vaya creciendo, al tiempo que pretende estimular un uso racional de la tierra, así como apoyar a las productoras y los productores rurales de esa región del Caquetá. Todo eso para generar, como dice Bethsy, un “territorio sostenible en temas sociales, culturales, ecológicos, que conlleve al mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades en el territorio”.