En Pereira, a través de producciones musicoteatrales, el grupo de mujeres Platino Teatro y Música mantiene vivas las tradiciones de familias desplazadas del Chocó.
Lorena Ibargüen nació en Playa de Oro, un corregimiento del municipio de Tadó, en Chocó. De allá, sin embargo, tuvo que salir desplazada a causa de las amenazas que recibió su padre por el liderazgo que ejercía en la región.
Hoy vive en Pereira, en el barrio Tokio, donde fueron reubicadas decenas de familias chocanas que inicialmente llegaron al sector de El Plumón Alto, cerca del Aeropuerto Matecaña.
Es administradora ambiental y artista, y forma parte del grupo Platino Teatro y Música, uno de los proyectos de la Agrupación Palo Q’ Sea, que surgió en 1987 pero se formalizó en 2004 y se dedica a la producción de obras de teatro y danza con enfoque comunitario. En total, cuentan con 10 grupos en distintos sectores de la ciudad.
Así, trabajan con comunidades vulnerables a través de las artes escénicas con el objetivo de ofrecer espacios de reflexión, sanación y reconstrucción del tejido social.
“Inicialmente, el proyecto estaba pensado para desarrollarse solamente con niños y jóvenes, pero cuando las madres de estos niños iban a dejarlos a los espacios, siempre nos decían que para cuándo un proceso con ellas”, cuentan Carlos Iván Ríos y Juan Guillermo Quintero, creadores de Palo Q’ Sea.
Así, conformaron un grupo de mujeres, en su mayoría afro y desplazadas del Chocó, con el que empezaron, a través de las artes escénicas, a recuperar tradiciones, prácticas y saberes tradicionales del Pacífico.
Teatro para no olvidar
Platino ha sido para Lorena un proceso de resistencia. “Nosotros nos hemos adaptado a los territorios constantemente porque la violencia nos ha llevado a desplazarnos, pero llega un momento de mi vida en que ya no quiero seguir adaptándome, quiero que mi sentir sea por el departamento del Chocó, que es la tierra donde yo nací”.
Allí, dice, encontró en el teatro el espacio para reivindicar ese sentir, así como para existir como una mujer chocoana en un territorio que no es el suyo. Un espacio para rendir tributo a sus ancestros y a sus tradiciones.
Todo eso a través de la memoria de las vivencias, la revitalización de las tradiciones orales y otras practicas como los gualíes, las obligadas, el lenguaje, la jerga, la gastronomía y la estética.
Y es que las tres producciones teatromusicales, creadas por Platino Teatro con el grupo de mujeres afro, han tenido la intención de “recordar para no olvidar y para no olvidarnos como comunidad”.
Lorena cuenta que su madre ha estado presente en todas las producciones y es la columna vertebral del grupo. “Es una cantaora y sabedora ancestral. Es la que aporta todo el conocimiento y la que transmite toda la tradición”, aclara.
‘Cuenta Regresiva’ fue el nombre que recibió la primera producción. Su propósito fue retratar las historias de desplazamiento de las mujeres que conforman el grupo. “Encontramos cosas que acontecieron hace años pero que siguen vigentes hoy. Tuvo mucho que ver con temas de la violencia sexual de las que fueron víctimas algunas, pero guarda una perspectiva esperanzadora”, cuenta Carlos Iván.
Más tarde, realizaron ‘Expreso Chocó’, en la que participó Lorena, así como dos de sus hermanas y, claro, su madre. Partió de una investigación que realizaron en conjunto las mujeres, en la que viajaron y recorrieron los territorios de donde tuvieron que salir desplazadas. “Recuperamos historias de la cotidianidad de las mujeres y las llevamos al teatro”, dicen los creadores de Palo Q’ Sea.
Por último, en septiembre del año pasado presentaron ‘Ombligada, Semilla Negra’, cuyo propósito fue rescatar la tradición de la ombligada en la que “cuando nace un bebé, la partera corta su cordón umbilical y la comunidad une a ese corte unas plantas y residuos de animales. Cada uno de esos elementos representa algo que ese bebé va a absorber», dice Juan Guillermo.
«Luego, ese ombligo es enterrado y se siembra un árbol que es de esa persona y crece con ella. Todo eso para afianzar el territorio».
“El teatro salvó mi vida”
De Playa de Oro, Lorena salió cuando era niña y con seis años llegó, junto a sus 13 hermanos y su madre, al sector Plumón Alto.
“A ese sector lo llamo el Palenque Moderno”, cuenta Lorena y explica que “es un lugar que queda muy oculto, sobre una avenida, y la gente normalmente no lo ve, nadie sabe que ahí existe un caserío”.
Adaptarse al cambio fue difícil. Todavía más viniendo de una región como el Chocó, donde “la vida para un niño es libre”. Aunque es un territorio con profundas dificultades, Lorena dice que “es muy rico y uno está siempre interactuando con la naturaleza, todo el tiempo está uno en el río, en los árboles, pescando o metido en un charco”.
Por eso, cuando llegó, Pereira le pareció un desierto.
Desde pequeña tuvo que enfrentarse al racismo de las personas que se burlaban de su cabello, su color de piel y su manera de hablar, cosa que la llevó a desarrollar “un muro entre la gente mestiza y yo, me volví agresiva y con todo el mundo peleaba”.
Y fue solo el arte, y el teatro en particular, lo que pudo sacarla de allí. Además, dice, fue el espacio que le ayudó también a lidiar con la nostalgia por su territorio y a «agradecer a este que nos acogió y que nos dio una oportunidad. Si yo no me hubiera venido del Chocó, seguramente no habría podido terminar mis estudios, ni conocer todas las personas maravillosas que he conocido».
Para Lorena, “el teatro salvó mi vida, es lo que me tiene aquí”.
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