La artista Graciela Viveros utiliza una peculiar técnica de arcilla y piedra muerta sobre lona. Sus obras se encuentran exhibidas hasta el 8 de diciembre en el Museo Nacional de Bogotá.
El amor por el arte de Graciela Viveros Arboleda empezó desde que era muy niña.
Recuerda que su primer dibujo lo hizo cuando estaba estudiando en el Instituto José Ramón Bejarano. Por esos años se había inscrito en unas clases nocturnas que dictaba una joven en Juan XXIII, cerca a San Luis, en Buenaventura.
En medio de la lección vio a un compañero que estaba en una posición que decidió retratar. “Cuando terminé el dibujo le pasé el papel y él me miró con los ojos bien abiertos”, cuenta ella entre risas.
Para ella la vena artística siempre ha estado en su familia. Por ejemplo, su mamá es de las que compraba patrones, los calcaba y con eso pintaba las sábanas de la casa, además de saber de tejido y bordado.
“Pero como en el entorno donde vivía la gente no estaba muy interesada en intentar descubrir los talentos que uno tenía, la gente solo me decía que pintaba bonito, pero nada más”, recuerda la bonaverense.
Pero eso para ella era suficiente. Cuando vivió con su abuelo él le regaló una caja de colores Prisma Color, “que en ese tiempo era lo último en guarachas”, cuenta entre risas, y con eso se dedicó a pintar, a hacer paisajes y todo lo que se le venía a la cabeza.
Como veía que a los demás les gustaba su trabajo empezó a regalar las obras, hasta que se le acabó la caja de colores.
En el colegio su talento también tuvo gran auge, ya que mientras el resto de sus compañeros trataban de dibujar lo que había en la cuartilla, ella analizaba el patrón y al recrearlo le daba matices, lo que hacía que su dibujo se viera más realista.
“A causa de eso todos querían que yo les hiciera los dibujos”, comenta.
En su casa también se percataron DE que pintaba muy bien y empezaron a decir que, de ahora en adelante, ella debería encargarse de pintar las sábanas.
Sin embargo, aunque Viveros siempre había sentido esa pasión por la pintura y todos habían reconocido su talento, no se dedicó de manera inmediata a este oficio.
“Me llevó tiempo dedicarme al arte. Desde siempre he sido artesana, que es mi segunda pasión, más que una artista. Pero, viendo hacia atrás, me hubiera gustado dedicarme a pintar mucho antes, porque cuando ya decidí hacerlo tuve muchas trabas y complicaciones familiares”, cuenta Viveros.
Además, por esa época no tenía suficiente dinero para comprar las pinturas acrílicas necesarias para crear las obras.
Viveros no tenía suficientes recursos para pagar su arte, hasta que un día decidió ir a conocer las minas de la zona y la vida la sorprendió con una inmensa variedad de colores en la tierra.
Pensando en sus pinturas optó por tomar los diversos pigmentos terrosos y llevarlos a casa, para intentar hacer de ellos un elemento con el cual se pudiera dibujar.
“Estuve un tiempo investigando con qué podría unir esa arcilla y un día, tomando la resina del árbol de Popa (árbol de la zona), tuve la idea de unir este producto natural con lo que había recogido en las minas, ya que también venía de la tierra. Hice la mezcla, la plasmé en una tabla, la dejé reposando tres días y la pintura quedó completamente compacta”, explica ella.
Así fue como, en 2010, Viveros creó la técnica de arcilla y piedra muerta sobre lona, con la que pudo empezar a hacer sus obras.
Con esta técnica fue que creó la pintura Mi Vida, donde narra parte de su historia, pero ese fue solo el comienzo de una prolífica producción. «Y deseo hacer más», agrega.
Con esta obra ha participado en Imagen Regional 8, Salón BAT de Arte Popular Exposiciones Regional Valle, Cauca, Nariño y Putumayo, Salón BAT de Arte Popular Colombia y Medio Ambiente y ha sido seleccionada para ser parte del Gran Salón homenaje a Eduardo Butrón en el Museo Nacional de Colombia del 6 de octubre al 8 de diciembre de 2022 en Bogotá.
“Siento que utilizar estos elementos que son de la tierra, da un toque especial a mis obras, porque los colores son naturales. Además, donde hay destrucción, por la erosión y el corte al árbol para conseguir su resina, yo construyo”, comenta la artista.
Al principio, cuando empezó a utilizar tierra para crear pinturas, Viveros no recibió el apoyo que esperaba. Según, ella a las personas les parecía ilógica esa idea y en el proceso de buscar una técnica que le fuera útil tuvo que romper muchos paradigmas.
“La falta de apoyo me frustraba en algunos momentos e hizo que me demorara en arrancar a crear y vender mis obras”, relata Viveros.
Pero una vez esquivó estos inconvenientes, su vida cambió por completo gracias al arte, ya que ella siente esta actividad “como una liberación”.
“Cuando estoy pintando llego a un nivel de tranquilidad inexplicable. El arte me ha ayudado a sanar mis heridas emocionales. Para mí la pintura es hablar sin palabras. Es un lenguaje donde los ojos pueden captar lo que el artista quiere expresar”, considera.
Comparte que la inspiración para hacer sus pinturas viene en su mayoría de la naturaleza. Busca hacer réplicas de lo que el medioambiente le ofrece, también de los trabajos y costumbres de su tierra.
“Tengo el sueño de poder retratar algunas costumbres perdidas de mis abuelos y antepasados. He comenzado a rescatarlas poco a poco, pero quiero hacerlo en un formato más grande y contarle al mundo qué pasaba y cómo se hacían las cosas aquí”, cuenta la artista.
Por ejemplo, en días pasados pintó una pequeña obra de la hoja del pijao. “Esa hoja blanca anteriormente era la bolsa para la carne y el pescado, también era donde se conservaba la comida cuando los campesinos iban a sus labores. Era el paraguas cuando llovía, mejor dicho, tiene una historia hermosa que quiero contarle a los jóvenes”, dice.
Por ahora Viveros se concentra en la presentación de sus obras, antes de volver a casa, sentarse a la mesa con sus pinturas naturales y pedirle a Dios que dirija sus manos y su mente, “porque él es el artista número uno”, asegura.