Detrás de la música del grupo Katumare, en Guainía, está un proyecto que busca rescatar instrumentos y sonidos ancestrales de la selva.
Carrizo, yapurutu, stipsito, chilaco, movaco y cachovenado, entre otros, son instrumentos nativos de la Orinoquía y la Amazonía colombiana, fabricados de árboles que llevan los mismos nombres. Aunque sean poco conocidos, son parte fundamental para la creación artística de compositores que pretenden sostener la tradición cultural y musical de etnias como los kurripako y sikuani, que habitan las selvas del Guainía.
Cada uno de estos instrumentos se aprende a tocar a través del conocimiento ancestral que tienen algunos chamanes o sabedores, quienes no solo enseñan su uso, sino también la forma como se fabrican y qué simbología tienen para la comunidad.
En el caso de Michael Andrés Fernández Rodríguez, director del grupo musical Katumare, este saber le fue transmitido por Víctor Gutiérrez, chaman kurripako. “Conocí el mapurite a los 14 años, esta fue mi puerta para aprender de los demás instrumentos que casi ya nadie toca o conoce porque los sabedores ancestrales están muriendo”, comenta.
Desde entonces, él ha dedicado su carrera a preservar y transmitir la tradición oral de las comunidades kurripako y sikuani, a través de la música. Estos instrumentos ayudan a recordar los “mitos, las leyendas e historias que se han perdido por la evangelización y colonización. En la música indígena se evocan momentos que cuentan la guerra, la caza, pesca y demás celebraciones alrededor de las cosechas”, dice Michael.
El croar de las ranas, las ráfagas de aire que se producen con la lluvia y el viento que mece los árboles tropicales son algunos de los sonidos que replican estos instrumentos representando la selva. Como ejemplo, por su forma ovalada y hueca, con una boquilla en el centro, el mobaco imita el croar de los sapos cuando comienza el atardecer.
Nuevos sonidos de la música indígena
El objetivo con el que surgió Katumare es transmitir en la música ese saber ancestral que posee cada etnia indígena y mezclarlo con otros sonidos. Esta agrupación, conformada por seis integrantes (el director Michael, dos vocalistas, un percusionista, un bajista y una parte armónica), pretende dar espacio a esos elementos rítmico-melódicos de las culturas indígenas en una fusión con musicalidades occidentales.
“A nivel de partitura musical usamos un sistema de cuatrigramas en el que podemos definir un sonido no muy preciso, pero sí tratamos de hacerle un diagrama a la sonoridad que ejecuta cada instrumento tradicional”, explica Michael. Esto quiere decir que estos instrumentos indígenas, a diferencia de los llamados clásicos como el piano o la guitarra, cuentan con una temperación no afinada, ya que no tienen una frecuencia establecida.
Este licenciado en música de la Universidad Pedagógica Nacional, asegura que lo que conocemos como música típica colombiana se ha relacionado únicamente con ritmos de las regiones como la Costa Pacífica, Atlántica y la Andina. Por ese motivo, con sus composiciones quiere posicionar la música de la Orinoquía y la Amazonía como música tradicional indígena y étnica propia de Colombia.
Para Michael, “nuestra idea es reivindicar un poco lo que se ha perdido y crear una forma innovadora para que puedan ubicarnos en el género de música indígena, pero con fusiones de otros géneros como el rock o el jazz. Además de los ritmos y sonidos, Katumare busca apropiar las lenguas nativas que ahora a los jóvenes indígenas les da pena reconocer como propias”.