Una biblioteca itinerante inspirada en los silleteros

En el sector de Los Frailes, en el municipio de Dos Quebradas, Risaralda, un grupo de jóvenes creó la Bibliosilleta, una biblioteca itinerante que busca promover la lectura entre los jóvenes del barrio.

Daniel Vergara dice que es hijo de la biblioteca popular que fundó hace más de una década en el sector Los Frailes, en la Comuna 2 de Dos Quebradas, un municipio vecino a Pereira

Estudió Licenciatura en Español y literatura en la Universidad Tecnológica de Pereira y desde que era niño se enamoró de la lectura.

Recuerda que fue su tía quien lo introdujo a su primer libro. “Cada vez que mi tía iba a visitarnos a la casa, nos llevaba dulces, pero una vez llevó un librito hecho de papel periódico que vendían en la Plaza de Bolívar en Pereira”, cuenta Daniel.

Ese libro, que su tía había elegido por la tortuga que tenía en la portada, resultó ser los Cuentos de la Selva, de Horacio Quiroga, cuya primera historia es La Tortuga Gigante

“Y ese fue el veneno que se me metió en la sangre, porque desde ese día ya nadie me aguantaba diciendo que quería leer más”.

Comenzó a devorar las novelas que a sus hermanos mayores les asignaban en el bachillerato, sin entenderlas del todo, como el Llano en Llamas, del mexicano Juan Rulfo

Ya más grande, pero aún en el colegio, empezó a militar en un movimiento político “y ahí nos decían que la revolución venía ya a la vuelta de la esquina, pero nos asomábamos y nada que llegaba”, dice entre risas. 

Cansado de esperar, decidió comenzar algo que llamó su “propia revolución” a partir de la lectura y la cultura. 

La Bibliosilleta

Así, junto con otros cinco compañeros, Daniel comenzó su propia biblioteca, primero en una casa abandonada a la que bautizaron Biblioteca Andrés Caicedo, pero que luego de su quinto año fue clausurada porque el dueño del inmueble les puso una demanda de desalojo. 

Empeñados en continuar con su proyecto bibliotecario, Daniel y sus compañeros decidieron pasar al formato itinerante. Su primer intento fue la Bibliocarreta, que era una carreta de frutas transformada en biblioteca. Por lo grande y dispendiosa de mover y guardar, desistieron. 

Resolvieron entonces pasar a un formato más compacto. Inspirados en los silleteros de Medellín que durante la Feria de las Flores cargan en sus espaldas silletas llenas de flores, crearon la Bibliosilleta. 

“Lo que hacemos es tomarnos un espacio y brindar diversos servicios al rededor de la lectura: préstamo de libros, hacemos charlas, ponemos música y películas, etcétera”, dice Daniel.

Jóvenes promotores de lectura

Además de esas y otras actividades, la Bibliosilleta ha hecho alianzas con instituciones educativas, particularmente con algunos de sus docentes, para que permitan a sus estudiantes cumplir con los requerimientos de servicio social a través de actividades de promoción de lectura que realizan de la mano del proyecto. 

“Les enseñamos a hacer lectura en voz alta y luego que ellos salgan a hacerla en las calles de sus barrios, que motiven a los niños y a las personas en general. Los convertimos en promotores de lectura en sus entornos, tanto escolares como comunitarios. Llevamos cinco años en esas”, cuenta Daniel. 

Esas formaciones consisten fundamentalmente en el manejo de la voz, del público, de cómo llevar una interacción efectiva con las personas y que al final estas se interesen por el texto que se leyó.  

El trabajo que la Bibliosilleta realiza en los barrios, asegura Daniel, ha generado transformaciones en los jóvenes: “Antes muchos no eran cercanos ni a la literatura ni al estudio, y ahora los ve uno preocupados por ir a la universidad, por escribir y hacer otras cosas”. 

Para Angie Giraldo, hoy estudiante de Literatura en la Universidad Tecnológica de Pereira, y a quien los proyectos de la Bibliosilleta le enseñaron a ver la lectura de múltiples maneras: «No solamente es leer por leer, sino aprender los significados y los mensajes que el mundo nos cuenta a través de lo que leemos«.

Y agrega: «En gran medida, participar de esos proyectos cambió mi perspectiva del mundo y sobre todo las cosas que podía llegar a hacer en mi vida: entrar a la universidad, estudiar literatura. Esas son cosas que parten de esas experiencias de proyectos de la biblioteca».

El antecedente: La Biblioteca Andrés Caicedo

En Pereira, según cuenta Daniel, existió por alrededor de 15 años una iniciativa llamada ‘La Cuadra’, en la cual la comunidad se tomaba una cuadra por un día y allí se realizaban exposiciones artísticas, talleres y encuentros alrededor del arte. 

«A nosotros eso nos gustaba mucho porque podíamos tomar vino en las exposiciones, conseguir novia y conocer de cultura. Y dijimos: ‘así es que vamos a hacer la revolución'», cuenta Daniel.

Así, inspirados en esas tomas comunitarias, Daniel y “una gallada del barrio” comenzaron a realizar eventos en parques a los que la comunidad del barrio asistía de manera masiva. Hacían lecturas en voz alta, ponían películas y presentaban obras de teatro, entre otras actividades.

Un día se encontraron con una casa abandonada en donde Daniel comenzó a reunirse con otros compañeros a hacer lecturas de los cuentos de Andrés Caicedo. Al lugar llegó un día un profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia “como con 500 libros para regalarnos”.

Con materiales reciclados construyeron mesas y estantes, y así fue como surgió la Biblioteca Comunitaria Andrés Caicedo, que en su cúspide contó con una colección de 4.000 libros y que, por cinco años, prestó servicios bibliotecarios y sirvió como espacio cultural para la comunidad de Los Frailes. 

De acuerdo con Daniel, “la biblioteca terminó siendo un espacio para ‘parchar’ en un barrio donde la oferta era Johnny Rivera, discotecas y parche de esquina. Esta biblioteca tenía grupo de la tercera edad, tertulias de sexualidad, películas cada ocho días, proyectos ecológicos. La gente comenzó a tener otro espacio a donde ir y además donde sacar libros prestados”. 

Durante el quinto año, el dueño de la casa demandó su ocupación y la Policía realizó un desalojo que acabó con la biblioteca. Por un tiempo la trasladaron a una casa que arrendaron y luego a un puesto de salud abandonado, pero ninguno dio resultado. 

Convencidos del poder de la lectura y la cultura para generar cambios sociales han continuado con su biblioteca, ahora convertida en una silleta.

Para Daniel, “la gente necesita un lugar para encontrarse, contar sus historias, pensar su desarrollo y solucionar conflictos. Para todo eso sirve una biblioteca”.

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