En medio de escombros y desechos, un grupo de estudiantes barranquilleros montó una huerta con la que quieren revitalizar la tierra y reivindicar las tradiciones campesinas.
En la Universidad del Atlántico, en un predio que la institución había destinado para el desecho de basuras, un grupo de estudiantes, principalmente de Bellas Artes, montó una huerta para la recuperación del espacio.
Cuentan Karen Moya y María Rangel, dos integrantes del proyecto, que “el espacio está contaminado con desechos de años: pizarras y sillas viejas, computadores obsoletos, basuras y otros residuos”.
Ya desde el 2019 Karen había intentado crear una huerta universitaria con el propósito de generar espacios de reflexión acerca de las artes y la naturaleza, así como para construir un lugar de encuentro e intercambio de ideas entre estudiantes.
Sin embargo, no fue sino hasta el 2021, en el marco del Paro Nacional, que se consolidó la Huerta Universitaria el Peñón como un espacio de diálogo y creación estudiantil.
El nombre se debe a un viejo estigma con el que cargan los estudiantes de la Universidad del Atlántico: «Por tirar peñón (piedra) en las manifestaciones»; pero, principalmente, a la cantidad de piedras que se encuentran en la tierra del predio donde hoy está la huerta.
“Tu vas a enterrar el pico para soltar un poco la tierra y así poder sembrar, pero por las piedras y los peñones, el pico no entra”, cuenta Karen.
De tierra muerta germina vida
Según Karen y María, cuando comenzaron el proyecto, un especialista agrónomo, con el que se reunieron para evaluar la condición del suelo, les dijo que esa tierra no era apta para la siembra y que ‘no perdieran el tiempo’.
Aun así, decidieron continuar y “ha sido muy importante, porque ver germinar cualquier semilla en ese territorio nos da esperanza. Nos ha permitido un poco entender el mundo a través de estas plantas: si te esfuerzas, si persistes, si sigues intentando, si no pierdes la esperanza, puede germinar vida”, explica Karen.
Hoy en la huerta se cosechan diversas plantas, aunque predominan las hierbas aromáticas, muchas de ellas con propiedades medicinales. Hay, por ejemplo, albahaca, sábila, toronjil, pronto alivio, hierbabuena y romero. Incluso germinaron unos girasoles que crecieron hasta los tres metros de altura.
Además, han reutilizado algunos de los desechos que han encontrado en el predio y los han convertido en depósitos, estantes y materas.
Una huerta universitaria para reivindicar los saberes del campo
De igual manera, explican, en la Huerta El Peñón la siembra se concibe como un acto de resistencia y reivindicación de las practicas rurales en el ámbito urbano.
“La idea es también reivindicar los oficios y las practicas que muchos estudiantes tienen por tradición. Muchos son hijos de campesinos y los primeros que acceden a la educación superior en sus familias; pero llegan y se encuentran con que esta es algo muy alejado de la cantidad de oficios y tradiciones ejercidos por sus familias”.
Así, además de restaurar el predio y revitalizar su suelo para volverlo productivo, la huerta quiere rescatar esos oficios que, según Karen y María, no se enseñan en la academia y, por el contrario, muchas veces se les resta importancia.
Y es que a través de la huerta se han generado relaciones de camaradería y de asociatividad entre las personas que participan en ella, características de la ruralidad que se ven manifestadas en formas organizativas como el convite o la minga.
Así, en su esfuerzo por nutrir de nuevo el suelo para aumentar la productividad de la huerta, los estudiantes han unido conocimientos y esfuerzos para la fabricación, entre otras cosas, de abono.
“Los estudiantes de biología, por ejemplo, se han aliado con el compañero cuyo padre es carpintero y trae aserrín para fabricar abono, y con el otro que trae otras cosas para nutrir el suelo. Entonces se articulan esfuerzos para generar beneficios colectivos”, dice María.
El objetivo es tener un lugar en donde se ejerzan y se repliquen las practicas rurales, así como en el que se generen discusiones alrededor de temas como la sostenibilidad, la autonomía y la seguridad alimentaria, que conciben como fundamentales y que quieren llevar al ámbito urbano en Barranquilla.
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