La música que resistió la guerra: cantos y tradiciones que preservan la memoria en Segovia

En Segovia, nordeste antioqueño, el dolor del conflicto armado se transforma en canto y baile. Las cantadoras afrodescendientes de Machuca y el Carnaval de La Gigantona han encontrado en las expresiones culturales una forma de resistir al olvido y reconstruir la comunidad.

A sus 67 años, Carmelina Sánchez sigue entonando cantos que no solo evocan su infancia en el Chocó, sino también narran la lucha que ha marcado su vida en Segovia, Antioquia. Su voz, no cuenta únicamente la historia de una mujer que ha sobrevivido a la guerra, sino la de una comunidad que ha aprendido a sanar sus heridas a través del arte, la tradición y el relato.

Cantadora por convicción, Carmelina es oriunda de Santa Rita de Iró (Chocó). Fue desplazada por la violencia a inicios de los 2000 tras perder tres de sus hijos a causa de los campos minados. En busca de paz, llega a Machuca, un corregimiento de Segovia, con la esperanza de reconstruir lo perdido. Sin embargo, el conflicto la alcanza de nuevo al arrebatarle otros tres hijos a manos de grupos armados, “Ya me quitaron más de media vida”, dice. Aun así, no se doblega, transforma su duelo en canto, su rabia en fortaleza y su historia en un legado para nuevas generaciones.

“No sabía cantar”, recuerda. “Pero la gente decía que mi voz tenía fuerza, que escribiera mis propias canciones. No fue hasta el velorio de mi primer hijo que empecé a cantar. Él fue mi inspiración”. Desde entonces, sus cantos acompañan misas, fiestas patronales y actos comunitarios. «Eso me ha ayudado a sanar un poquito», confiesa.

Las cantadoras de Machuca y el Carnaval de La Gigantona reconstruyen la memoria colectiva desde la cultura.
Interpretación Carmelina Sánchez del grupo Cantadoras de Machuca. | Foto: Jaiver Zapata

Hoy lidera el grupo de Cantadoras de Machuca, una agrupación de seis mujeres afrocolombianas que interpretan cantos tradicionales de duelo y resistencia. Visten trajes ceremoniales, heredan ritmos ancestrales y cantan para no olvidar. Sus presentaciones hacen parte de actos públicos, conmemoraciones de víctimas y eventos culturales, muchas veces de la mano de organizaciones como Asovisna y la Universidad Javeriana. No se trata solo de música: es una forma de reconstruir la memoria y reconciliar un territorio que ha sido golpeado por la guerra.

“El conflicto me marcó para siempre, pero también me enseñó a soltar y a confiar en Dios”, afirma Carmelina. Para ella, sus hijos fallecidos no han muerto del todo: “Me han acompañado siempre. A veces me toca refugiarme en ellos para seguir”. Esa fe la sostiene. Ya no se considera víctima, sino sobreviviente. Una mujer que canta para no enmudecer frente al dolor.

El impacto de su voz traspasa el escenario íntimo. Su música resuena en la comunidad, tocando fibras, abriendo espacios, inspirando a otras mujeres a tomar la palabra. “La mayoría de la gente conmigo va muy bien. Me piden que no deje de cantar, que no pare de contar lo que nos ha pasado”, asegura. Y eso la ha motivado a continuar: por quienes ya no están, por quienes aún viven y por las nuevas generaciones que merecen saber lo que ocurrió.

Pero su canto no resuena solo. Cada año, cuando se acerca el mes de julio, el pueblo entero se prepara para otro ritual profundamente arraigado: El Carnaval de La Gigantona. Este evento,  que parte de las fiestas en honor a la Virgen del Carmen, es mucho más que una celebración tradicional: es un ritual colectivo que honra la vida, donde la música, la danza y los recorridos por las calles se convierten en actos de historia y reconciliación.

Desfile de La Gigantona en Segovia, Antioquia. | Foto: Jaiver Zapata

Desde hace más de dos décadas, los habitantes de Segovia han visto en La Gigantona una forma de rendir homenaje a quienes ya no están: “Cada año elegimos a quién se le dedica. Este 2025 es en honor a Jaime Alonso Gallego Gómez, ‘Mongo’, líder social, presidente del comité y amigo de todos, asesinado en marzo”, asegura Jaiver Zapata presidente del comité organizador del carnaval.

La figura central, una enorme muñeca construida con madera y varillas, representa la tradición viva del pueblo, “La Gigantona es más que una muñeca. Es un puente entre el recuerdo y la esperanza. Este año, como presidente, siento cómo Segovia sana un poco más: la historia, el dolor, el oro y la minería, y sobre todo el poder sanador del carnaval se entrelazan en ese desfile donde la memoria se celebra con moresco, baile y canciones”, señala. 

El recorrido comienza cada año en el cementerio o en el parque La Madre, y atraviesa toda la calle La Reina hasta llegar al parque principal. Allí, más de diez mil personas se congregan para celebrar la vida, pedir justicia y rendir tributo a los mineros, a las mujeres barequeras, a las víctimas de la masacre de 1988 y a tantos otros legados que habitan el territorio.

El canto de las mujeres y la procesión de la Gigantona dan cuenta de un esfuerzo colectivo por resignificar el dolor y devolverle dignidad al recuerdo. Allí donde el Estado es ausente, la comunidad crea sus propios rituales para sanar y reunir.

Y es que en Segovia el duelo no paraliza, se convierte en canto, en danza, en comparsa. En una forma de estar juntos, de recordar sin dejarse vencer, de sanar sin olvidar. La Gigantona y las cantadoras no sólo honran el pasado: lo hacen caminar hacia el futuro.

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