En la búsqueda de dar valor agregado a los residuos recolectados, la Asociación de Recicladores de Bogotá creó una fórmula para producir madera plástica.
Silvio Ruiz Grisales, reciclador y uno de los líderes del proceso de elaboración de madera plástica de la Asociación Cooperativa de Recicladores de Bogotá, encontró en la basura una forma nueva de ganarse la vida.
Todo comenzó en la ciudad de Manizales, Caldas, a donde llegó junto a su familia después de verse obligados a abandonar su casa en el campo a causa de la violencia. Ruiz tenía 12 años cuando decidió dejar el colegio y empezar a buscar trabajo.
Fue en medio del relleno sanitario de Olivares, lugar en el que se depositaban 200 toneladas diarias de basura, según lo recuerda él, donde conoció la labor de los recicladores, quienes se encargaban de aprovechar la mayor cantidad de residuos posibles, ya que “lo que sobraba iba al río, a la quebrada de Olivares, que luego desembocaba en el Cauca y después en el Magdalena, hasta llegar finalmente al mar”, explica.
“Básicamente decidí que el reciclaje era mi profesión. Me convertí en experto sin ir a la universidad”, dice él.
Según Ruiz, unas 150 familias se ganaban la vida en ese lugar, hasta que la administración municipal decidió acabar el relleno sanitario; una buena noticia para la ciudad, pero una mala nueva para quienes trabajaban de manera informal allí.
“Entonces hicimos una precooperativa y empezamos a buscar alternativas laborales. Eso nos tiene hoy en día como parte de una Asociación Nacional de Recicladores, en una Red Latinoamericana de Recicladores y en una Alianza Internacional de Recicladores. Gracias a eso y a la organización he podido sobrevivir, responder por mi mamá y mi familia y ser vocero de los recicladores en una cumbre mundial sobre la contaminación por plásticos”, cuenta Ruiz.
Actualmente el reciclador trabaja en la ciudad de Bogotá, donde se encuentra la fábrica de madera plástica, que creó junto a la Asociación Cooperativa de Recicladores de Bogotá con el objetivo de tratar de dar valor agregado al plástico que había en los residuos urbanos.
“Clavábamos plásticos flexibles, molíamos algunos sólidos o los aglutinábamos. Eran máquinas muy rudimentarias que no nos permitían trabajar adecuadamente, pero con ellas pudimos aprender sobre el proceso de los plásticos”, explica.
Más adelante, con la conquista de los recicladores en Colombia sobre el pago de la tarifa por el servicio de aprovechamiento, Ruiz cuenta que la asociación empezó a guardar parte de las ganancias, para poder comprar la maquinaria para hacer la madera plástica.
Montealegre aprendió que reciclar no solo era una actividad para su supervivencia, sino que era “una de las profesiones más nobles de la naturaleza”, porque protege la vida de todos en el planeta. / FOTO: cortesía de la Fábrica
El proceso inicia con la recuperación de residuos plásticos por parte de todos los recicladores asociados a la organización, en las calles, clubes de residuos o por medio de campañas que tienen de reciclaje en empresas, colegios y comunidades.
Luego estos residuos se someten a “procesos de alistamiento”, en donde se seleccionan y limpian los plásticos. Los que son flexibles se aglutinan, los firmes se muelen, y con eso hacen una mezcla, con una fórmula que ellos crearon, para luego producir las piezas básicas de madera plástica: postes, tablas o listones. Con ellos hacen diseño y con carpintería elaboran y terminan los diferentes productos en la fábrica que tienen.
“Aprendimos el proceso y a aprovechar, sobre todo, los residuos plásticos posconsumo más complejos que tenemos, que son los plásticos multicapas o bioinducidos. Esos son la base de esta madera, junto con otros materiales que procesamos, seleccionamos, recuperamos, clasificamos y a los que les hacemos un prealistamiento”, aclara Ruiz.
Por medio de la madera plástica construyen diferentes tipos de inmobiliaria, porta celulares, porta portátiles, llaveros, cercas, bancas, parques infantiles, casas, cabañas, un puerto marítimo, entre otros productos.
Lo mismo que se hace con madera forestal se puede elaborar con la madera plástica. / FOTO: cortesía de la Fábrica de Madera Plástica
“Este es un proyecto innovador que tiene beneficios sociales y ambientales, ya que ayuda a alargar la vida del relleno sanitario. Tiene, además, una visión de crecimiento en cadena de valor por parte de los recicladores de oficio de Bogotá, que permite evitar la tala de árboles, ayuda al medioambiente y su manejo es equivalente a la madera natural”, Yesid Montealegre, reciclador y coordinador de la planta.
No obstante, la fábrica no genera grandes ganancias. Según Ruiz, se garantiza el ingreso suficiente de recursos para pagar el trabajo de los recicladores, los servicios públicos, la energía y el mantenimiento de la máquina.
“Nosotros no pensamos en súper ganancias, sino en el aprovechamiento del plástico y en el valor agregado que le ponemos nosotros”, explica Ruiz, además de intentar, a través de su labor, poner un granito de arena en el cuidado del medioambiente.
Y no está demás esa colaboración. Según cifras de las Naciones Unidas, de todo el plástico que se ha generado por más de 100 años, solo se ha reciclado aproximadamente el 9%, lo que significa que un 91% de esos desechos están olvidados en la naturaleza, las fuentes hídricas, los suelos, y demás.
“El plástico ya está en la naturaleza. Tenemos que tratarlo adecuadamente”, considera Ruiz.
Para él, una pieza de madera plástica elaborada significa un árbol menos tumbado, “es decir que estamos afectando positivamente la naturaleza y la capa de ozono y el oxígeno en el planeta”.
Y dice, “entre todos, como humanidad, tenemos que darle una solución al problema de los residuos y una de las formas sería elaborando madera plástica de buena calidad y con un buen diseño”.
“Comprar productos hechos con madera plástica es apoyar los procesos de recicladores de oficio y de todas las personas que desde sus hogares, colegios o empresas están ayudando a mitigar el impacto de los plásticos, para evitar que este llegue al botadero y a los océanos, dándole un nuevo ciclo de vida, transformándolos en productos e impulsando alternativas ambientales a la reducción del impacto de los residuos”, concluye Montealegre.