Desde organizaciones como Sucre Diversa, Juan Carlos trabaja por el trato igualitario de las personas LGBTIQ +. Primera entrega del especial de liderazgos jóvenes y diversos en las regiones, de Colombia Visible.
“Esto es una lucha” dice Juan Carlos Contreras, líder gay de Sincelejo, capital del departamento de Sucre. A pesar de los casos de discriminación que vive la comunidad LGBTIQ + en su departamento, dice que es un lugar, en su mayoría, de gente cercana y ‘calidosa’.
“Es una lucha que vivo todos los días en la universidad, en la casa, en la administración pública, en la educación, en la administración de justicia”, menciona al hablar de su misión.
Tiene 22 años, es estudiante de derecho de la Universidad de Sucre y de administración pública en la Escuela Superior de Administración Pública, ESAP.
“Alguien puede ser el mejor doctor del mundo, el mejor abogado del mundo, pero si es homosexual, van a venir las burlas, los comentarios y la discriminación. Por eso hay que hacerse paso y no ceder, porque estamos hartos y cansados de ser menos. Nosotros no somos menos” agrega con fuerza.
Cuenta que es una persona efusiva, a la que le gusta ‘botar pluma’, como se dice localmente, y eso lo hace sentir orgulloso de sí mismo, pues es su esencia la que se manifiesta cada vez que habla, camina, canta o baila.
Lo molestan en particular los comentarios de ‘hazlo como hombre’: baila como hombre, camina como hombre, habla como hombre, “pero no, yo camino y digo las cosas como me nazca, siempre con respeto, pero nadie tiene que venir a decirme cómo expresarme”.
Desde hace tiempo, ya incluso desde el colegio, Juan Carlos ha ejercido un liderazgo dirigido hacia la equidad de las personas LGBTIQ + en su ciudad y el departamento. Liderazgo que él llama ‘académico’, pues ha estado enfocado, sobre todo y gracias a sus carreras, a romper barreras institucionales y legales para que las personas puedan acceder a derechos que muchas veces les son negados.
Estaba a punto de entrar en la adolescencia cuando se dio cuenta de que era gay. Pero contrario a muchos jóvenes preadolescentes que suelen sentirse confundidos en esa etapa, cuando suele comenzar la búsqueda de una identidad propia dentro de un contexto social que puede resultar abrumador, Juan Carlos no se sorprendió cuando se dio cuenta de que le gustaban los hombres.
“No fue la mayor cosa. Fue como ‘ah bueno, está bien’. Fue fácil de aceptar en ese punto”.
Lo fue porque, según cuenta, creció en una ‘burbuja de privilegio’ durante su niñez y el comienzo de su adolescencia que lo mantuvo aislado de la violencia que a diario sufrían, y todavía hoy sufren, las personas de su comunidad.
Pero habiendo reconocido su identidad, con la alegre efusividad que lo caracteriza, llegó la inevitable intención de manifestar quién era “sin cohibirme, sin limitar la persona que yo soy”, y así, esa burbuja se rompió y comenzaron los señalamientos, las burlas y los malos tratos.
Los últimos años de su bachillerato, cuenta, “no fueron los mejores”, no solo por el ‘matoneo’ de parte de sus compañeros, sino por los recurrentes intentos de silenciamiento que recibió por parte de maestros y directores, que truncaban cualquier tipo de discusión acerca de diversidad e inclusión LGBT en el colegio.
“Yo comencé a querer ejercer un liderazgo y ahí es cuando comenzaron los peores señalamientos. En los colegios siguen existiendo pensamientos retrógrados por parte de los profesores que se aferran a ideas que son sesgadas de la realidad, todavía hoy”.
“¿Para qué va a hablar eso?” recuerda que le preguntaban, “eso no lo puede hacer”.
Desfallecer y guardarse o respirar y luchar
Esa es la decisión que, dice Juan Carlos, hay que tomar cuando alguien se enfrenta a una situación como esa.
“Estamos en un momento en que nos queremos expresar libremente y nos chocamos con un mundo de discriminación y un montón de cosas que no nos lo permiten, no nos permiten ser lo que somos. Entonces hay que tomar una decisión: me dejo vencer por esto y me guardo todo para mi o lucho y persisto por no perder la esencia de lo que soy”.
Así, Juan Carlos se dio cuenta de que su única salida era aferrare a sus convicciones y a la creencia de que la causa por la que comenzaría a luchar es justa y necesaria.
Entonces se convirtió en el líder que es hoy. “Yo me he identificado siempre con el liderazgo académico, que ha derivado también en un liderazgo social”, agrega.
Por un lado, desde el consultorio jurídico de su universidad, lidera un grupo que se enfoca en tramitar acciones discriminatorias hacia la población LGBTIQ + en situaciones como negación de corrección de sexo o cambio de nombre en documentos oficiales o cuando el personal médico se rehúsa a entregar medicamentos, así como negativas ante la donación de sangre por parte de algunas clínicas que persisten en esa idea a pesar de que la Corte Constitucional cambió la normativa hace unos meses.
De la misma manera, y desde su carrera de administración pública, Juan Carlos ha estado involucrado en la evaluación de los planes de desarrollo de diversos municipios de Sucre, así como el departamental.
En un trabajo conjunto con la delegación departamental de la Contraloría General de la Nación, revisan la obligatoria inclusión del enfoque de género en los planes y evalúan su cumplimiento durante los tiempos de gobierno.
En esa misma línea, estuvo involucrado en la construcción de la política pública LGBTIQ + de Sincelejo, en la que aportó en la formulación del plan conceptual, dirigida a crear mecanismos y herramientas para reducir las discriminaciones hacia esa población.
Por otra parte, y como voluntario de la fundación Sucre Diversa, realiza jornadas informativas a las que acude la comunidad en caso de que tenga alguna complicación legal: “les decimos a qué entidad tiene que remitirse para tramitar esa complicación. Aunque yo no soy abogado todavía, sí conozco bien las rutas de atención, entonces remito a las personas porque muchas veces no conocen a dónde deben acudir”.
Además, ha realizado actividades de inclusión y tolerancia en colegios donde, dice, todavía es difícil trabajar, precisamente porque aun persisten a las mismas ideas que lo limitaron a él.
Los Centenialls, una generación diversa y abierta
Pero, aunque en los colegios y otras instituciones persisten esas ideas, Juan Carlos dice que es de parte de las personas mayores, profesores y directivos, y que, por el contrario, los estudiantes son más diversos, más abiertos con esa diversidad y “menos corrosivos”.
“Yo me quedo sorprendido porque hay compañeros de primeros semestres de la universidad que ya tienen mucha libertad para hablar de temas LGBT, empoderamiento y eso, y me parece maravilloso”.
Él, por su parte, a pesar de ser una persona extrovertida por naturaleza, tuvo que ser muy reservado durante sus primeros semestres, pues aunque pensaba que en la universidad se encontraría con un entorno más maduro, continuaron las situaciones y los actos de discriminación, y todavía hoy.
Cuenta que incluso habiendo estudiado dos carreras, siendo uno de los estudiantes más destacados en ambas, habiendo participado y liderado grandes proyectos de investigación, entre varias otras cosas, “habiendo destacado de esa manera, incluso así, no va a hacer que a uno lo equiparen o uno pueda igualarse a una persona heterosexual”.
Sin embargo, lo emociona que estas generaciones más jóvenes tengan esa libertad, pues “eso da cuenta de todo el proceso que uno viene haciendo hace un tiempo, y el proceso más grande que otras personas tuvieron que llevar antes de nosotros”.
Y agrega: “nosotros tuvimos la oportunidad de que cuando estaban saliendo las sentencias más grandes que reconocían derechos de la comunidad, éramos unos niños, entonces todo lo que nosotros hemos podido hacer, crecer en un entorno cada vez más incluyente y respetuoso, aunque persista la discriminación, es gracias a eso”.
En ese sentido, en sus palabras, se está arrasando con la discriminación que todavía persiste pues hay muy poca tolerancia hacia ella entre los jóvenes, quienes se están convirtiendo en una generación de líderes mucho más empoderados, comprometidos y críticos.
Además, cree que la homofobia y la discriminación no es un virus que le sea inherente a la sociedad, y para justificarlo apela al compadrazgo y la cercanía entre las personas en su natal Sincelejo, en donde “yo paso por un barrio y, por costumbre, digo ¡adiós! ¡y la gente me responde!: Adiós. No tenemos ni idea de quienes somos, pero es esa cercanía y esa hermandad que persiste en el caribe, y eso es solo un ejemplo”.
Y es que aunque su región es característica por la homofobia y el machismo, no cree, de nuevo, que sea un tema inherente. “El caribe, y ser costeño, es sentirse en los otros, es sentir calor, por la temperatura, claro, pero sobre todo el calor de la gente, incluso de la que no conoces, somos personas muy calidosas, abiertas”.
Así, está convencido de que en esa esencia caribeña puede estar la solución a la discriminación y la violencia.