Los Nazarenos son pieza clave de la Semana Santa en Mompox, una tradición que ya cumple más de cuatro siglos. A sus 75 años, Carmelo Villa Martínez, con más de cuatro décadas de devoción, es ejemplo de la fe que sostiene esta celebración.
La Semana Santa en Mompox (Bolívar) es una de las más emblemáticas del país. Con una historia de 461 años y una serie de tradiciones influenciadas por la cultura sevillana española —adaptadas al contexto local—, esta manifestación religiosa se ha convertido en un símbolo de fe y devoción para todos los creyentes alrededor del mundo. Desde 1564, uno de los pilares claves para mantener viva la fecha han sido los Nazarenos.
En la actualidad, de acuerdo con Andrés Conde, presidente de los Nazarenos de Mompox, esta tradición congrega a unos siete mil devotos anualmente, quienes recorren descalzos las calles del municipio con rogativas, jaculatorias y clamores entre sus labios hasta por ocho horas:
“Nosotros somos el personaje principal de la Semana Santa; sin Nazarenos no hay Semana Mayor en Mompox, porque somos los encargados de cargar los pasos”, comenta Conde.
Uno de los momposinos que lleva este título con más orgullo es Carmelo Villa Martínez, un ebanista de 75 años que ha dedicado su vida a cultivar su fe católica. Carmelo comenzó su camino como Nazareno a los 21 años, motivado por una promesa hecha a su madre durante su infancia. En el año 1970, se unió a los Nazarenos de Mompox y, tan solo un año después, fue invitado a formar parte de la junta directiva de la Cofradía de Jesús de Nazareno.

«Yo me enamoré de la Semana Santa. Duré 44 años como Nazareno y ahora me han hecho homenajes en Corposanta y en la Cofradía por el gran aporte que le ha dado a la fecha con mi devoción«, explica Carmelo.
El atuendo tradicional del grupo incluye una túnica azul, un capirote del mismo color, una pañoleta blanca y un cordón con cinco borlas que simbolizan las cinco llagas de Jesucristo: dos en las manos, dos en los pies y una en la costilla. Además, un cordón que da 33 vueltas alrededor de la cintura, el cual representa la edad de Cristo al momento de su crucifixión.
Tras 44 años recorriendo las calles de Mompox con su túnica, Carmelo ya es capaz de recordar y recitar con exactitud todas las estaciones y calles que conforman la ruta tradicional: Corazón de Jesús, Santa Bárbara, San Agustín, Concepción, Santo Domingo, el cementerio, San Juan de Dios y San Francisco, esta última siendo el punto de partida del recorrido principal.

En sus años activos, salía de su casa a la una de la tarde para cumplir con todas las estaciones, una práctica que, según comenta, ha tenido ciertos cambios con el pasar del tiempo. “Para los años 72, 73 y 74, la gente amanecía orando en la calle”, recuerda con nostalgia.
Además, aunque celebra el aumento de nazarenos, pasando de 500 en su época a más de siete mil hoy, expresa su preocupación por el deterioro de ciertos valores en las nuevas generaciones: “La fe hay que cuidarla”, comenta Villa, haciendo referencia en la importancia del respeto y el comportamiento durante las procesiones.
La Semana Santa en Mompox es reconocida por ser la primera en comenzar y la última en finalizar en Colombia. Inicia con la procesión del ‘Paso Robado’, el Jueves de Dolores, y concluye el Lunes de Pascua, con la procesión del ‘Pae Jesús’ o Jesús Nazareno, una muestra de la devoción del pueblo por la fecha.
El pueblo ha sido declarado Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO, destacando su importancia en el contexto cultural y religioso del país, además de su valiosa riqueza arquitectónica e histórica.

La presencia de los Nazarenos en la Semana Santa de Mompox no solo sostiene el sentido de las procesiones, sino que representa el corazón espiritual de la celebración. Son ellos quienes cargan los pasos, organizan los recorridos, preparan los altares y velan que se cumplan los rituales con el respeto y la solemnidad que exige la tradición.
De acuerdo con Carmelo, más allá del acto físico de cargar imágenes religiosas, los Nazarenos simbolizan una conexión viva entre el pasado y el presente. Son custodios de una herencia que ha sobrevivido transformaciones sociales y que hoy, por fortuna, se sigue renovando gracias a su fe y entrega.
Cada túnica azul que se ve en las calles es el reflejo de una promesa, de una historia personal que se une al relato colectivo de un pueblo que encuentra en la Semana Santa no solo un acto religioso, sino una afirmación de su identidad y su memoria.
A Carmelo, por ejemplo, cuando se le pregunta la razón por la que salió a marchar por tantos años, responde con la voz quebrada, pero sin dudarlo: Dios le hizo el milagro de mantenerlo con vida tras haber sufrido dos infartos. “Yo le debo mucho a Dios”, comenta. Para él, cada paso que da como Nazareno es una forma de agradecer ese regalo.