Seis jóvenes del barrio bogotano La Aguadita, en Suba, crearon una huerta que sirve como punto de encuentro e intercambio para la comunidad muisca en la capital.
Por: Diana Marcela Becerra
Hace ocho años, Ángela Niviayo heredó un predio ubicado en el Cerro Arqueológico del Indio, más conocido como cerro El Rincón, en Suba, desde el que se puede ver el humedal Juan Amarillo o Tibabuyes, como lo llaman los muiscas, pueblo al que ella pertenece.
Este lugar, que para ese entonces se había convertido en un foco de inseguridad del barrio La Aguadita en Bogotá, pronto se transformó en la huerta Niviayo tâ, un espacio de reunión en torno a la cultura muisca, para aprender de ella, y participar en un intercambio cultural.
Con el paso de los años, Niviayo tâ se transformó en un aula viva, en un símbolo de cambio que evidenció cómo, a través de la apropiación de lugares y del trabajo colaborativo, se podían dejar atrás problemáticas sociales.
Ángela tomó este proyecto y lo usó para dar visibilidad a la cultura muisca, esa que no solo se encuentra en los museos, sino que habita este territorio y nunca se ha marchado.
Allí construyeron una casa cultural, espacios para sembrar y un lugar sagrado, donde quienes llegan pueden compartir cantos y ofrendas.
Todo esto, gracias a la ayuda de otros jóvenes muiscas que también eran vecinos de la zona y entre los cuáles están Wilmer Talero Martínez, investigador en el área de la música tradicional; Érika Nivia, diseñadora gráfica; Daniel Viasus, bailarín; Nicol Torres Sierra, licenciada en lenguas modernas, y Jorge Yopasá, antropólogo.
Juntos crearon el colectivo Emzac uaque: lucha y resistencia cultural muysca, que ha sido la base de lo que día es el proyecto Niviayo tâ.
Talleres que conectan con las raíces
Jorge cuenta que cada integrante del grupo simboliza la viga de una casa, la cual representa el colectivo. Ángela se ha encargado de abordar temas relacionados con el territorio, su protección y memoria y de la manera en la que ha sido concebido el terreno de Niviayo Tâ; Wilmer ha liderado procesos musicales y del canto, que en muisca es denominado ty.
Por su parte, Nivia ha trabajado sobre la identidad del colectivo y su huella, que en muisca llaman oque; lo relacionado con el cuerpo o yba ha sido abordado por Daniel; la parte de historia o quycaua la ha tomado Nicol y lo relacionado con el tejido o pquasqua, lo ha desarrollado Jorge.
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Desde entonces se han realizado múltiples procesos formativos entre los cuales se destacan talleres de lengua muisca, de musicoterapia, danza, estampado, tejido, narración y escritura creativa, cada uno dictado por alguno de estos jóvenes, que aportan desde su conocimiento y experiencia.
Además, Niviayo tâ se ha convertido es un escenario de encuentro y de desarrollo de procesos comunitarios, así como en un nodo del trabajo en red con organizaciones, ambientales y culturales, como Fridays For Future, situación que facilita el intercambio de saberes y la transformación de imaginarios dentro del mismo barrio.
Jorge asegura que “todo este proceso parte de la reivindicación de los derechos culturales del pueblo muisca; en este lugar se genera toda una defensa territorial de los humedales y de los cerros, que son nuestros espacios sagrados”.
Las puertas de Niviayo tâ están abiertas para todo el que quiera hacer parte del proyecto y conectarse con el legado vivo y la cultura muisca.
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