La ancestralidad, la cultura y la naturaleza se ven reflejadas en Qhapaq Ñan, una serie de rutas incas de más de 30 mil kilómetros que atraviesan el continente y llegan hasta el departamento de Nariño, donde las comunidades indígenas aprovechan los espacios para enseñar sobre sus saberes.
El territorio nariñense se centra en experiencias de turismo comuntiario: cada vez más, la población construye rutas que visibilizan las actividades tradicionales y propias de las comunidades rurales e indígenas de todo el departamento.
De acuerdo con Yurany Guancha, quien pertenece a la etnia Los Pastos y el resguardo Guachucal, en el sur de Nariño, como pueblos étnicos, quieren recuperar oportunidades culturales, de gobernanza y de organización de las economías indígenas.
“Tenemos varias rutas: la del patrimonio nacional como la fiesta andina, la que busca fortalecer la conexión con los sitios sagrados y rituales cósmicos, entre otras”, explica Yurany.
Entre ellas también está la ruta Qhapaq Ñan, la cual la lidera un resguardo en Pasto, pero que en general hace parte de una gran red de caminos que pasa por toda la cordillera de los Andes, un sistema que los Incas desarrollaron con el fin de facilitar el comercio y la comunicación dentro de su Imperio.
Estos senderos inician en Argentina y finalizan en Colombia. Pasan por picos nevados de los Andes, bajan hasta la costa, recorren selvas tropicales, valles y desiertos. Son al menos 30 mil kilómetros de los caminos que conectaron a todo el Imperio Inca. En total, este pasa por Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Colombia.
Anteriormente, los Incas llamaban a su imperio Tawantinsuyu, lo que significa “las cuatro regiones unidas”. Esta civilización pasó de ser un reino en el territorio que hoy ocupa Perú, al imperio más grande de América y una de las ventajas que tuvo para su expansión fue precisamente este recorrido.
Actualmente este sistema vial andino prehispánico es considerado Patrimonio Mundial de la Unesco.
En Colombia, el territorio cuenta su historia
En Colombia se encuentra una parte de este camino, son 17 kilómetros entre la cuenca del río Guáitara, en Ipiales, hasta Pasto, pasando por ocho municipios: Potosí, Gualmatán, El Contadero, Funes, Yacuanquer y Tangua.
“Es ancestral, en él se encontraron muchos vestigios de caminos y paredes empedradas, alrededor hay un ecosistema único que cuenta con la megabiodiversidad del páramo y la Amazonía, todo se conecta con la ruta”, cuenta Guancha.
Según la historia, luego de ampliarse, el Imperio Inca llegó hasta Nariño, no avanzaron más dentro de Colombia y eso permitió que el pueblo de Los Pastos pudiera sobrevivir, agrega la lideresa indígena. “En esa historia de luchas, guerras y resistencia, también quedaron arquitecturas incaicas y de los Pastos”, explica.
Con este patrimonio, Colombia se suma a la red caminera del Chinchaysuyo, en la cual la diversidad y los paisajes culturales se combinan con 300 sitios arqueológicos y 232 comunidades de los seis países que cuentan su historia.
El recorrido colombiano se distingue de los demás por su diversidad ambiental y cultural. Además, gracias a su localización, crea una armonía multicultural entre los pueblos que habitan el territorio, quienes buscan a través del turismo, mostrar su cultura y afianzar su historia.
“Somos la gran nación de Los Pastos que está en el norte del Ecuador y el sur de Nariño, pero que el cambio político dividió a nivel estatal”.
En Nariño, Qhapaq Ñan honra a sus antepasados a través de la memoria y de las costumbres; se basa en la integración de los conocimientos ancestrales con la búsqueda de las comunidades indígenas que quieren mantener su memoria a través del intercambio con los visitantes.