Rosa Caraballo, gestora cultural de 58 años, ha formado a más de 70 niños, jóvenes y adultos en el arte del bullerengue en este municipio de Bolívar. Su misión es cultivar talentos y garantizar el relevo generacional de los artistas en el territorio.
El municipio de María La Baja, en Bolívar, es reconocido en Colombia como una de las cunas del bullerengue, un ritmo emblemático de la cultura afrodescendiente. Su fuerte tradición musical se refleja en el Festival Nacional del Bullerengue, que ya acumula 31 ediciones.
Actualmente, el pueblo cuenta con seis agrupaciones de música folclórica, incluyendo a Rosita y sus Tambores, destacada por mantener despierto el interés de sus estudiantes por el ritmo durante las diferentes etapas de formación a lo largo de sus vidas.
Detrás de ese esfuerzo está Rosa del Carmen Caraballo, ‘Rosita’, como le dicen los marialabajenses. A sus 58 años, es promotora cultural, cantadora y compositora. La fuerza de su voz y la creatividad a la hora de componer canciones han sido clave para mantener una trayectoria artística de más de 30 años. Hoy, además de componer y cantar, se dedica a transmitir sus saberes a niños, jóvenes y adultos sin ningún costo a través de su escuela, que funciona desde 2018.
“Mi hermano, Arnulfo Caraballo, quien también fue gestor cultural, fue quien me enseñó qué era el bullerengue. Me decía que yo era muy buena en el canto. Desde ahí participé en varias agrupaciones hasta que hace siete años decidí comenzar la mía propia”, comenta la autora de 15 composiciones y otras cuatro en construcción. Algunas de ellas ya han sido presentadas en festivales como el de Puerto Escondido, en Córdoba, y el de Necoclí, en el Urabá antioqueño.
El grupo infantil está integrado por 21 niños entre los 4 y los 15 años; y el grupo de mayores, con 17 participantes, va desde los 16 hasta los 60 años. En los últimos siete años, según Rosa, se ha visto un incremento en la cantidad de niños interesados por el género en el municipio, específicamente desde que tienen la posibilidad de participar en el Festival Infantil de Bullerengue de María La Baja, que funciona como una vitrina para los nuevos talentos desde hace siete años.
A pesar de ello, recalca la gestora, sigue siendo necesario que las entidades gubernamentales locales aumenten el apoyo hacia las actividades de promoción dancística y musical que adelantan las escuelas a través de incentivos tangibles:
“Yo no cobro por las clases. Yo solo les pido que vayan trayendo, de moneda en moneda, dinero para llenar una alcancía y mandar a hacer los vestuarios. Lo hago porque me nace, porque no quiero morirme con ese legado, sino que ellos cuando estén grandes se acuerden de mi”, agrega.
De acuerdo con Rosa, escuelas culturales como la suya han sido clave en el municipio para brindarle a la niñez y la juventud alternativas más sanas y constructivas para la ocupación del tiempo libre.


Recuerda el caso de una de sus estudiantes, quien desde pequeña presentó problemas de comportamiento y que “todos pensaban que saldría embarazada a temprana edad”. La participación en la escuela Rosita y sus Tambores, sin embargo, “la llevó a encontrar otros intereses en la música”, celebra a gestora, añadiendo que ahora hace parte del grupo de mayores. Como ese hay varios casos. No son pocos los integrantes que iniciaron en la niñez y hoy hacen parte del grupo de mayores, garantizando que en este «pueblo amañador» se promueva un relevo generacional en temas culturales.
Los ensayos son cuatro días por semana. Allí, los participantes reciben tanto conocimientos artísticos como charlas para la vida. La misión de la escuela es «que todos comprendan que en un grupo de bullerengue, todos son buenos”. Además, impactar en áreas como coordinación, creatividad y disciplina y cultivar talentos para que los productores que lleguen al municipio sigan encontrando personas interesadas en mantener vivo este género.
Rosa es un ejemplo de ello. Gracias a su persistencia, consiguió grabar con Chapo Music, el productor que llevó a Petrona Martínez a los Premios Grammy y que ha trabajado con otros artistas folclóricos reconocidos a nivel internacional como Martina Camargo y Magín Diaz. Su mayor deseo, comenta, es que sus estudiantes vean en su pasión por el bullerengue y en su vocación de servicio una inspiración para continuar enriqueciendo la cultura de María La Baja al son del tambor alegre, los cantos y las palmas.