Desde el arte textil y la gestión comunitaria, esta colectiva boyacense impulsa procesos pedagógicos, técnicos y políticos para el cuidado del agua en un municipio afectado por la contaminación minera y la escasez hídrica.
Xua Zamasqua Malagón llevaba tres años trabajando en un proyecto familiar de investigación textil llamado TOWA, enfocado en prácticas artesanales tradicionales con herencia campesina e indígena, cuando se hizo evidente para ella una problemática grave en Ráquira, Boyacá: el deterioro ambiental del territorio, ligado a la pérdida de saberes rurales y prácticas sostenibles también estaba afectando la práctica del tejido en el municipio.
“El tejido fue mi punto de partida, pero el agua se volvió el centro de la reflexión colectiva”, explica la artesana y activista ambiental, añadiendo que “la contaminación hídrica era una problemática conocida, pero silenciada». Fue esa idea la que la llevó a crear Hilos de Agua en 2023 con un propósito claro: articular comunidades, saberes y acciones concretas en torno a la gestión territorial de ese recurso. «Hoy, por fin, se está hablando del tema», continúa Xua.
Se trata de un espacio de activismo textil y pedagógico, que combina herramientas ancestrales y técnicas para hacer frente a la crisis del agua, que en el municipio se ha visto reflejada en temas como escasez hídrica, contaminación y desarticulación social, todos, añade la artesana, derivados del mal manejo del recurso.
Bien lo demuestran reportes que indican que en en mayo de 2023, la Corporación Autónoma Regional (CAR) suspendió las actividades de seis minas artesanales del municipio debido a la falta de licencias ambientales y títulos mineros requeridos por la legislación colombiana. Se encontraron 16 personas realizando extracción ilegal de carbón, muchas de ellas sin los elementos de protección necesarios, lo que representaba un riesgo para su seguridad.
Se trata de actividades mineras ilegales que usualmente desembocan en vertimientos de aguas residuales contaminadas con sedimentos y materiales tóxicos directamente en fuentes hídricas cercanas, afectando la calidad del agua que consumen las comunidades locales y alterando gravemente los ecosistemas acuáticos de la zona.
Para combatir dicha situación, la colectiva impulsa procesos comunitarios para la gestión del agua a través de actividades como talleres de cartografía participativa, diseño hídrico, diálogos intergeneracionales y recorridos comunitarios por nacederos y fuentes contaminadas.

En 2023, por ejemplo, contribuyó a la creación de una red comunitaria de acueductos veredales, fortaleciendo los vínculos entre vecinos, campesinos, técnicos, instituciones educativas y autoridades locales. En palabras de Zamasqua, “nos interesa recuperar la memoria del territorio, pero también dar herramientas para enfrentar los desafíos actuales”.
Una parte fundamental de su trabajo son los talleres de diseño hídrico, donde se enseña a leer el terreno, identificar flujos de agua, construir zanjas de captación y reservorios. Estas prácticas se nutren tanto del conocimiento técnico como de los saberes campesinos heredados de mayores de la región.
Uno de los logros más significativos de Hilos de Agua ha sido poner en la conversación pública la contaminación de los afluentes locales, especialmente del río Candelaria, afectado por residuos mineros que lo han hecho no apto ni siquiera para el riego. “Queríamos que la comunidad no sólo supiera que el agua está contaminada, sino que lo sintiera, lo oliera, lo viera”, relata. Por eso han organizado recorridos abiertos al público para visitar puntos críticos identificados por la CAR, y así activar una conciencia desde los sentidos.
Además, han logrado abrir espacios de diálogo con actores clave, incluyendo el sector minero y autoridades locales, aunque reconocen que aún falta un compromiso más decidido en la toma de decisiones. “Hemos podido sentarnos en la mesa, pero no siempre tenemos voto”, afirma.
Para la colectiva, cuidar el agua no se trata sólo de proteger fuentes superficiales, sino de entender que el agua es el resultado de procesos ecosistémicos. Por eso, promueven el cuidado integral de los bosques y la regeneración del paisaje como forma de garantizar la sostenibilidad hídrica a largo plazo

Hoy, Hilos de Agua cuenta con un equipo base de cinco personas, y aunque ha recibido apoyos a través de convocatorias del Ministerio de Cultura, como Jóvenes por el Cambio, y de Estímulos Nacionales, buscan consolidar una financiación estable que les permita dar continuidad a sus procesos en escuelas, veredas y comunidades rurales.
“Nos han invitado a otros territorios y sabemos que lo que ocurre en Ráquira no es un caso aislado. El agua necesita una defensa activa en todo el país”, concluye Zamasqua.
Los recorridos y talleres organizados por la organización son gratuitos y se anuncian en sus redes sociales. También están abiertas a trabajar con instituciones educativas y colectivos interesados en fortalecer la gestión comunitaria del agua.