Cinco emprendimientos locales se fortalecieron gracias a un programa de mentorías empresariales. Ahora le muestran al mundo la enorme biodiversidad y riqueza cultural de los palafitos de la Ciénaga Grande de Santa Marta.
“Crecer en los palafitos de la Ciénaga es un privilegio. Es un lugar hermoso, rodeado de mucha naturaleza, agua, aves y paz”, cuenta Gabriela Moreno una emprendedora de 24 años que, apostándole al turismo, está transformando el imaginario que ha rodeado históricamente a los pueblos anfibios del caribe colombiano.
Basta con una búsqueda rápida en línea para confirmar que la mayoría de las noticias que se publican sobre los pueblos que flotan en la Ciénaga Grande de Santa Marta hablan sobre las condiciones de vulnerabilidad, abandono y violencia que los rodean. Situaciones reales pero que no definen del todo la realidad del territorio.
Como explica la creadora de Viajando con Gaby: “la ciénaga es la laguna costera más grande del caribe colombiano. Es un lugar estratégico para el mundo, con cinco denominaciones de conservación —incluyendo la de Parque Nacional Natural, Sitio Ramsar y Reserva de la Biósfera— por su inmensa extensión y biodiversidad”.
También es el escenario que inspira la riqueza cultural de Buenavista, Nueva Venecia y Trojas de Cataca, los tres pueblos levantados sobre palotes y tablas por pescadores que, durante más de dos siglos, se han adaptado, por encima de masacres, crisis ambientales y la falta de presencia estatal, para vivir sobre el agua.
En un solo adjetivo, Gaby y las 5.500 personas que los habitan sólo pueden ser descritas como resilientes. Una capacidad que recientemente se tradujo en la articulación de la comunidad con el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar) y un grupo de entidades internacionales y privadas que, entre otras cosas, están aportando al fortalecimiento y formalización del turismo cultural y de naturaleza con iniciativas como el Programa de Mentorías Empresariales.
Transformar el territorio
Todo comenzó en 2022 con el inicio del Proyecto Paisajes Sostenibles – Herencia Colombia, una iniciativa ejecutada por el Invemar, financiada por la Unión Europea y administrada por la FAO y que busca impulsar, a través de talleres, dotación de equipos, inyección de recursos y creación de estrategias ambientales, las capacidades socioeconómicas de poblaciones vulnerables de distintas regiones del país.
Luis Urueña, fundador de la agencia Manakin Nature Tours y uno de los talleristas de la iniciativa, recuerda que “Marcela Franco, ecóloga e investigadora asociada al Invemar, me invita a dictar una capacitación en observación de aves para 70 habitantes de la ciénaga con la idea de mostrarles en qué consiste el aviturismo y su potencial en el territorio. Luego de hacerlo nos sentamos a hablar y nos dimos cuenta de que podíamos hacer mucho más con la comunidad”.
De acuerdo con el también biólogo, la visita no duró más de una semana pero fue suficiente para confirmar que además del potencial que tienen los pueblos palafitos por ser “únicos, especiales y prácticamente anónimos”, era necesario enfrentar una serie de retos específicos.
“Una de las cosas que noté cuando hablamos con los habitantes de la ciénaga era que llegaban algunos operadores de turismo, en su mayoría ilegales, básicamente a explotar su vulnerabilidad y su privacidad, sin dejar nada para la comunidad”, explica el empresario. Adicionalmente comprobaron que los esfuerzos locales por hacer empresa a partir del turismo estaban limitados por el aislamiento característico de estos pueblos palafitos.
El panorama motivó a Franco y Urueña a proponer una segunda corte de talleres, esta vez más personalizados, para los cinco emprendimientos con más potencial y motivación, comenzando por Viajando con Gaby.
“Ellos tenían las ideas, nosotros lo que hicimos fue aterrizarlas, ayudar a organizarlas y mostrar lo que tienen al resto del país”. Así nació el Programa de Mentorías Empresariales, llevado a cabo en Nueva Venecia —el pueblo palafito más grande— entre enero y agosto de 2023.
Crear empresa sobre el agua
“Cuando las mentorías arrancan Viajando con Gaby llevaba apenas nueve meses registrada. Por esa época no teníamos ni definidos los servicios que íbamos a ofrecer”, relata Gaby, añadiendo que el 98% de la economía de las comunidades de la ciénaga gira entorno a la pesca, a cargo de los hombres, y que el turismo comenzó a florecer en el territorio hace apenas cuatro años.
Entre las personas que le apuestan a la actividad como alternativa se encuentran la familia González, de Paraíso Veneciano; el profesor Sergio Cervantes y su hijo Mauricio, que están detrás de Brisas de Venecia, Amed Gutiérrez, líder de Palafitos con Amed y Edrulfo Pacheco, creador de Edrulfo el Artesano. Todos participantes del programa que se dividió en cinco etapas.
La primera se enfocó en la estructura legal y administrativa de cada iniciativa. Es decir, por ejemplo, que estén formalizadas como agencias ante Cámara de Comercio y el Registro Nacional de Turismo, una labor para la que contaron con la asesoría de una abogada y la contadora de Manakin.
A esto le siguió la creación de una narrativa alrededor de cada emprendimiento. “Decidimos establecer la historia de cada una de las empresas y crear un guion alrededor de eso: quiénes son, qué los motivó, cuáles son sus expectativas a futuro. Paralelamente creamos la imagen de cada una, entre todos construimos logos, brochures, identificamos a qué cliente quieren llegar y en cuál mercado quieren estar”, explica Urueña.
Posteriormente, trabajaron en recorridos y planes, labor que requirió un cambio de mentalidad. En palabras del empresario, “ellos querían mostrar cosas como la masacre del año 2000, o los problemas que enfrentan por el modo de vida que tienen y estaban dejando de lado otros aspectos que los definen, como la increíble riqueza que tienen en biodiversidad y cultura. Lo que hicimos fue empoderarlos y desarrollar productos en base a su cotidianidad, costumbres, creencias, historia, herencia, y hasta su infraestructura”.
Con esto, las etapas de cierre se concentraron en aprender a operar esos productos en términos de guianza, servicio al cliente e incluso atención de emergencias; y a comercializarlos identificando, primero, posibles canales de venta y estrategias de mercadeo, para luego practicar a partir de simulaciones que equiparon a los emprendedores con herramientas para responder a todo tipo de situaciones.
“Los talleres los hacíamos durante una semana cada mes, en las casas de las personas involucradas y de pronto, si era necesario, navegábamos a zonas comunes como el salón comunal o la escuela. Era retador, porque no teníamos bote, entonces nos tocaba esperar a que nos recogieran y nos llevaran”, recuerda Urueña.
Gaby, por su parte, reconoce que gracias a la iniciativa “he crecido como persona. Hoy veo muy cerca cosas que pensaba que me iban a tomar 5 o 10 años. De pronto es un poco más difícil hacer cosas desde la ciénaga, tenemos problemas de conectividad, estamos bastante alejados de las ciudades. Pero aprendí que es posible, todo está en las ganas y el compromiso que uno tiene para avanzar”.
Descubrir los palafitos
Finalizada la etapa de capacitación, comenzó una etapa de conexión de los cinco emprendimientos con asociaciones como Acotur, ProColombia, Fontur y grandes agencias de viajes. Esto llevó, por ejemplo, a que Viajando con Gaby ya sea miembro de Acotur, operador de viajes organizados por ProColombia y cuente con un nombramiento como Destino Verde.
Datos que no sorprenden una vez se observa lo que tienen para ofrecer. Además de recorridos por la ciénaga en los que se pueden observar cormoranes —el ave favorita de Gaby y la imagen de su agencia— garzas, martines pescadores y flamencos, hay experiencias de pesca vivencial a cargo de pescadores retirados que narran sus historias de faena; visitas a talleres de artesanos que trabajan con madera náufraga para crear palafitos y canoas en miniatura y muestras de expresiones folclóricas como el Baile Negro, la danza tradicional de estos pueblos anfibios.
Así, los emprendimientos generan encadenamiento y desarrollo para mujeres, jóvenes y personas mayores que no pescan, pero que aportan desde sus saberes o prestando servicios de alimentación y hospedaje. Adicionalmente, apunta Gaby, la experiencia ha fortalecido la conciencia ambiental de la comunidad, que ahora entiende que todo esto es posible gracias a la biodiversidad de la ciénaga.
Bien lo plantea la emprendedora cuando habla sobre las razones por las que comparte su hogar con el mundo: “desde que terminamos las mentorías he tenido la oportunidad de recorrer Colombia y no me imagino viviendo en otra parte. Estamos tan ligados a ese lugar, tan adaptados a estar en el agua, que nos empieza a hacer como falta. Acá me siento libre. En una sola palabra, es mágico”.
Una magia que se podría replicar ahora que las partes involucradas en el proyecto exploran la posibilidad de llevarlo a otros territorios como el Pacífico y la Amazonía. Eso, concluye Urueña, entendiendo que se trata de una iniciativa que encuentra su mayor valor en “la unión de la gente, de ellos como emprendimientos, como comunidad, para hacer algo que les pueda dejar beneficios más allá de lo individual”.