La Biblioteca Pública de Barrancominas, el municipio más nuevo de Colombia, en su gran mayoría con población indígena, busca ser un espacio para el intercambio de conocimiento y experiencias en beneficio de sus habitantes.
Barrancominas, en el norte del departamento amazónico del Guainía, se constituyó como municipio en medio de una polémica creación, en diciembre de 2019. Es, entonces, el municipio más nuevo de Colombia, un territorio mayoritariamente rural y selvático con una población indígena superior al 90%, sobre todo de comunidades indígenas como los sikuanis y los piapocos.
Como corregimiento, vivió un período de intensa violencia durante el conflicto armado por cuenta de la recurrente presencia del frente 16 de la antigua guerrilla de las Farc. Además, es un territorio con muy difícil accesibilidad, algo que deriva en una gran desprovisión de derechos y condiciones básicas.
En ese contexto, en 2008, surgió la Biblioteca Pública de Barrancominas con la intención de mejorar la calidad de vida de las personas a través de la educación y la formación: “Es un punto donde la comunidad puede llegar a investigar, estudiar y formarse, además de ser un lugar de reunión entre las varias etnias y culturas que habitan aquí», cuenta Vanesa Arias, actual directora y bibliotecaria del lugar.
Sin embargo, el contexto actual es distinto al de hace década y media: ya con Barrancominas constituido como municipio, y con el país buscando una transición hacia la paz, el objetivo fundamental de la biblioteca es reconocer y proteger esas identidades diversas que habitan el territorio, al tiempo que se contribuye al proceso de mutua escucha y entendimiento, algo fundamental para la paz.
Un lugar para compartir e intercambiar experiencias y saberes
Actualmente, la biblioteca tiene un flujo semanal de alrededor 200 usuarios, pero su impacto va más allá de la cabecera municipal desde que, este año, se inauguró la Biblioteca Rural Itinerante de Mirolindo, una vereda del municipio con la que han expandido sus actividades a más zonas rurales y selváticas.
Así, la biblioteca, cuyas señalizaciones, etiquetas y puntos de información están en español y en sikuani y piapoco, cuenta con diversos grupos de lectura y literatura, arte, cine foros y, desde este año, está realizando un amplio proceso de investigación, articulado con la biblioteca itinerante de Mirolindo, con el objetivo de recopilar y sistematizar en un conjunto de libros, toda la información posible alrededor de las comunidades indígenas que allí habitan: su lengua, su gastronomía, sus formas organizativas, su medicina ancestral, sus oficios y demás.
Eso, cuenta Vanesa, con el objetivo de que «el municipio tenga toda la información posible acerca de todas las tradiciones que hay aquí”.
Y en ese esfuerzo, claro, la biblioteca, así como las actividades que desde allí se realizan en zonas rurales, son espacios de fundamental importancia.
Luego de realizar, por ejemplo, la proyección de una película en las comunidades, que la mayor parte del tiempo no cuentan con energía eléctrica por lo que es necesario llevar una planta: “nos enseñaron a cómo hacer una torta de casabe o el mañoco; también cómo se saluda, los nombres de algunos animales o cómo se hace un arco y una flecha. Aprendemos en conjunto acerca de las costumbres del otro”.
“Estamos incursionando en el sentido de llevar esas cosas; actividades de lectura, proyecciones de películas, también algo de tecnología y nuestra lengua, pero siempre con mucho respeto y en la medida en que ellos quieran”.
Por ello, cada actividad que realiza la biblioteca en territorio indígena requiere primero de la aprobación de los ‘capitanes’, líderes de las comunidades, quienes dialogan con ellas y, juntos, toman la decisión. Una vez aprobada la incursión, el equipo de la biblioteca lleva dos traductores que juegan un papel fundamental en el proceso de intercambio.
Y aunque Valeria confiesa que cree que una llegada desmedida y sin control de la tecnología al territorio lo despojaría de las características que lo hacen «un lugar tan natural y tan bello en su esencia», reconoce sus bondades en términos, por ejemplo, de acceso educativo, así como de satisfacción de necesidades básicas como agua potable, energía eléctrica y vías de acceso.
Por ello, la biblioteca también ha establecido diversas alianzas con escuelas del municipio, así como con el Sena y la Alcaldía para brindar, tanto en el caso urbano como en la ruralidad, talleres educativos y de formación en distintos temas.
Una biblioteca para construir paz desde el reconocimiento y la escucha
En medio de un momento de la historia nacional en el que Colombia parecería adentrarse en un tránsito hacia el fin de la guerra, la biblioteca de Barrancominas surge como un espacio desde donde se cultiva lo que el ex comisionado de paz Alejandro Castillejo ha llamado, ‘paz en pequeña escala’.
Se trata, dijo Castillejo en entrevista con Colombia Visible, “de procesos y recursos sociales y culturales que la gente usa en su cotidianidad para construir sentido de futuro”.
Y agrega: “Esos recursos se concretan y materializan en proyectos comunitarios que pueden ser muy pequeños, pero sobre los cuales las personas edifican su sentido de porvenir”.
En ese sentido, la biblioteca es uno de esos recursos pues, dice Valeria, es un espacio multicultural al que llegan las personas sin distinción: “Es un punto neutro dentro de cualquier cosa que haya pasado antes, ahora o después y eso hace que nazca un proceso profundo de comunicación y, así, entendimiento entre culturas, algo que es fundamental para la construcción de paz”.
De ahí, entonces, que desde la biblioteca quieran continuar y extender sus procesos de dialogo e intercambio con el resto de las comunidades aledañas al río Guaviare y al río Inirida.
“Llegaremos a donde la población necesita que lleguen libros, actividades, procesos de educación para todas las edades», al tiempo que generar esos espacios de escucha y reconocimiento.
Asimismo, en el proceso de la consolidación de Barrancominas como municipio, Vanesa está convencida de que la biblioteca será también un lugar fundamental: “Puede ser un punto de partida para que las entidades nacionales se fijen en el municipio”.
Eso con la intención de que lleguen las condiciones y los recursos que necesitan las personas para satisfacer sus necesidades básicas, pero también para que la nación comience a valorar e incorporar, dentro de sus planes y políticas, los saberes de comunidades indígenas y rurales.