Luego del asesinato de su hija, en junio de 2008, Betty Cárdenas volcó su vida a luchar, a través del arte, por la erradicación de la violencia contra las mujeres.
En la madrugada del 15 de junio de 2008, Betty Cárdenas recibió una llamada desde el celular de su hija mayor, Isabel Cristina Restrepo Cárdenas, de 18 años. Quien la llamaba no era ella. Del otro lado de la línea le informaron que Isabel Cristina había sido atacada en un parque en El Poblado, de Medellín, y que la estaban trasladando a un hospital.
Horas después, los médicos informaron que, a pesar de sus esfuerzos, la joven había muerto. Luego de su velación, Betty organizó una reunión con las personas más cercanas a Isabel Cristina. En ese encuentro, varias voces plantearon la idea de hacerle un homenaje a ‘La Tita’, como le decían de cariño, donde fue atacada.
El 15 de julio, un mes después de la muerte de su hija, Betty y varios artistas amigos de Isabel Cristina, quien practicaba ballet, llegaron al Parque de Astorga y realizaron presentaciones de danza y música, así como lectura de poesía.
Ese fue el comienzo de la Corporación Alas de Mariposa que, cerca de 14 años después, continúa en su propósito de tomarse los espacios públicos para hacerle frente a la violencia contra las mujeres.
Un duelo colectivo
“Ese parque era un lodazal, un basurero, así estuviera ubicado en El Poblado. Era una cosa terrorífica, magnífico para los delincuentes porque se escondían en los matorrales. Además, había mucha indiferencia por parte de los habitantes del sector”, recuerda Betty.
Sin embargo, eso no los frenó para llegar al parque ese primer 15 de julio. A fin de cuentas, como lo dice ella, se trataba de “una elaboración de un duelo colectivo”, que pronto dejó de ser un esfuerzo de unos pocos.
“Esas intervenciones artísticas: llevar música, poesía, artes plásticas, ballet y coros dejaron de ser algo íntimo y personas de todo tipo se nos acercaron. El movimiento fue creciendo y dejamos de ser un colectivo conformado por un puñado de artistas para convertirnos en corporación”, explica Betty.
Efectivamente, la Corporación Alas de Mariposa nació el 24 de abril de 2011, poco antes del tercer aniversario de la muerte de Isabel Cristina.
Dos años antes, el 15 de julio de 2009, el parque habia cambiado de nombre gracias a las intervenciones organizadas por los conocidos de La Tita: pasó a llamarse Parque de la Bailarina Isabel Cristina Restrepo Cárdenas.
Además, Alas de Mariposa salió de los límites de ese parque para llegar a otros espacios en la ciudad: “Hemos hecho intervenciones en el Parque de los Pies Descalzos, La Alpujarra, el Parque de Berrío, el Parque Bostón, el Parque de El Poblado. Y todo sin gritos, pancartas o violencia, solo con arte. La cosa más pacífica, estética y amorosa que se puedan imaginar”.
Derrumbar muros
En 2012, Betty, que estudió Artes Plásticas y Arteterapia, presentó la instalación ‘Fluturi, migración mundial de mariposas por la vida de las mujeres’. En sus palabras, esta “consta de una serie de mariposas de papel que pegamos en espacio público para llamar la atención de los transeúntes y concienciar sobre la violencia hacia las mujeres”.
Desde esa primera intervención, la Corporación Alas de Mariposa ha continuado con esa instalación en la misma fecha: el 25 de noviembre, cuando se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
La muestra, además, ha llegado a países como Inglaterra, España, Argentina, Chile, Brasil, Ecuador, Perú, Panamá, Costa Rica, México, Estados Unidos y Canadá. Y en Colombia se ha podido ver en Bogotá, Cartagena, San Basilio de Palenque y en el corregimiento de La Danta en Sonsón (Antioquia).
Sobre la intención de apropiarse de los espacios públicos, Betty señala que “nos pertenecen a todos. Las fronteras invisibles, de las que tanto se habla en los barrios más populares de las ciudades, no ocurren solo allí, también pasan en El Poblado. Hacer intervenciones es derribar muros y decir ‘venga, este espacio es suyo, habítelo sanamente’”.
Esa apropiación ha sido útil. Betty recuerda un episodio en particular: en 2009, cerca de las 7 de la noche, estaban terminando una intervención cuando, desde una parte del parque, se escucharon gritos. “Estaban atracando a dos chicos”, cuenta. “Uno recibió puñaladas muy parecidas a las de mi niña… De un edificio cercano empezaron a apagar las luces cuando pedimos ayuda. Así fue con mi niña y por eso se agravó”.
Y continúa: “Mi hermano fue por el carro, los metimos allí, los llevamos a un hospital y logramos salvarlos porque corrimos, porque estábamos ahí. Por eso ha servido ocupar los espacios, estar y brindar ayuda”.
Pero también ha sido un trabajo de sanación personal. “Afortunadamente, estudié artes plásticas, porque me ha permitido expresarme de una manera diferente. Yo estaba cargada de odio y rabia, eso había que sacarlo y lo hice a través del arte. El dolor sigue, el extrañar sigue, pero busco recordar en cada cosa a mi chiquita, porque las cosas no se transmutan a través del olvido”, explica Betty.
Sobre su trabajo con la Corporación Alas de Mariposa dice que “son acciones chiquiticas, no llenamos estadios, sino que son grupos de personas que se reúnen en sus entornos a hacer algo. Pero si cambias la vida de una persona, eso cuenta”.