Con su programa de obras comunales para el mejoramiento de infraestructura, la Gobernación de Cundinamarca pretende reactivar la economía departamental al tiempo que promueve la participación comunitaria.
No es extraño que en las comunidades rurales de Colombia, las personas se reúnan y se organicen para trabajar, en profunda colaboración, por un objetivo en común. Cada quien aporta lo que puede: fuerza de trabajo, materiales, herramientas, comida o bebida. Cualquier aporte sirve, pues, al final, es la comunidad entera la que se benéfica del resultado.
Y es, precisamente, ese espíritu colaborativo el que se está revitalizando en las veredas del departamento de Cundinamarca a través del programa de obras comunales del Instituto Departamental de Acción Comunal de Cundinamarca (Idaco).
Se trata de un programa de mejoramiento de infraestructura en donde las comunidades, a través de las Juntas de Acción Comunal, son las protagonistas.
“Para nosotros, las juntas son organismos de primera línea de participación, son ellas las que conocen las necesidades de sus territorios y es a través de ellas que las comunidades manifiestan qué es lo que necesitan. Son ellos los que deciden qué se hace y dónde se hace”, comenta Luis Hernán Zambrano, gerente del Idaco.
En total, cuenta Luis, durante el periodo del actual gobernador, Nicolás García, el programa ha beneficiado a 1.012 de las 4.500 Juntas de Acción Comunal que hay en el departamento. Y aunque este está dedicado a mejorar la infraestructura en general, la mayoría de los proyectos que se han ejecutado tienen que ver con el mejoramiento de las vías terciarias, un reclamo histórico del campesinado colombiano.
Es el caso, por ejemplo, de la vereda San Antonio, en el municipio de San Francisco. Allí, cuenta Lorena Pardo, presidenta de la Junta de Acción Comunal de esa vereda, se realizó una placa huella de 340 metros, en un sector conocido como el Alto de la Culebra pues, “como lo dice su nombre, es un terreno con muchas curvas y bastante inclinado”, dice Lorena.
La última vez que se había intervenido esa carretera, vía principal que conecta la cabecera municipal con la vereda y desde donde, además, se va también a otras veredas, había sido hace unos 20 años. “Ya la vía estaba muy deteriorada y muy peligrosa, sobre todo cuando llovía. No alcanzaban a pasar dos carros al mismo tiempo y no había hacia donde orillarse”, agrega Lorena.
“Las obras terminan siendo excusas para incentivar la participación comunitaria”
Eso dice Luis Hernán al hablar del propósito fundamental del programa, que, además de contribuir a la reactivación económica del departamento (pues aporta empleo, flujo de recursos y revitaliza el comercio), pretende fortalecer los vínculos comunales entre los habitantes de las veredas.
En el caso de San Antonio, en donde luego de recibir los 40,5 millones de pesos que les otorgó la Gobernación de Cundinamarca, “nos reunimos y concluimos que con eso no alcanzábamos a hacer la obra que necesitábamos, entonces la comunidad entera dijo: ‘Nos vamos a meter todos la mano al bolsillo y vamos a hacer esto completo’”.
De esta manera, a través de donaciones, un par de rifas de cerdos que también donaron desde la comunidad, tamaladas y otros eventos, lograron reunir otros 65 millones de pesos, así como 10 millones de pesos más en especie de personas que aportaron su trabajo, bultos de cemento, materiales, herramientas, refrigerios y demás.
“Así se hizo la obra, con la participación de toda la comunidad durante los tres meses que duró”, cuenta Lorena, quien agrega que, en general, las personas de su vereda son muy unidas y que, incluso quienes no tienen que transitar por esa vía, aportaron para la obra.
Asimismo, con la mano de obra de la comunidad, se hizo la placa huella de la vereda San Miguel Bajo, en el municipio de Guaduas, en la que habitan alrededor de 600 personas.
“La gente le metió el pecho a la cosa, algunos trabajaron, otros ayudaron a gestionar unos recursos y maquinaria que nos dio la Alcaldía Municipal. En general todos estuvimos involucrados”, cuenta Guillermo Serrato, presidente de la Junta de Acción Comunal de esa vereda. Allí la obra se realizó en la vía que conduce al Salto de Versalles, uno gran atractivo turístico del municipio.
Antes de la intervención, sostiene Guillermo, la vía estaba completamente destapada, “el terreno era tipo greda, que cuando llueve se pone como un jabón y ahí hay una curva con una pendiente pronunciada, entonces cualquier carro pesado se quedaba atravesado”, dificultando así la comercialización de productos campesinos, el paso hacia el Salto y el tránsito general de la comunidad.
“Por eso, decidimos poner la placa huella en ese sitio, para quitar esos inconvenientes y lo logramos”, explica.
El impacto
Todas esas intervenciones han tenido efectos positivos sobre las dinámicas económicas y sociales de las comunidades, siendo el fortalecimiento de los vínculos sociales lo principal, pero no lo único.
En ambos casos, por ejemplo, las vías han revitalizado el turismo. “Uno pasa el fin de semana y ve grupos de hasta 20 personas caminando por ahí, porque la vía quedó amplia, despejada. Ya la gente puede hacerse a un lado cuando pasa un carro”, dice Lorena.
Por su parte, Guillermo sostiene que en San Miguel ha aumentado el flujo de las personas que transitan hacia el Salto de Versalles. En su caso, también ha beneficiado a los campesinos locales, pues “antes a las fincas de los campesinos no llegaban los taxis y les tocaba pagar un campero para sacar sus cultivos, que siempre sale caro, pero ahora ya comenzaron a llegar”.
Además, el programa, sostienen tanto Lorena como Luis Hernán, ha fortalecido la capacidad de las comunidades de hacer veeduría sobre las obras que realizan las Juntas de Acción Comunal. Debido a ello, estas se ejecutan de manera más rápida, pues los recursos llegan directamente a las Juntas y se evitan intermediarios o contratistas, cosa que, a su vez, aumenta la confianza de las personas y hace que se involucren más en los procesos.
“Nosotros hacemos en cada evento, por pequeño que sea, una rendición de cuentas pública para la comunidad y enviamos también la información en los grupos de Whatsapp que tenemos con las personas”, cuenta Lorena, elemento que, de todas formas, dice Luis Hernán, es un componente obligatorio del programa.
Pero, además de incentivar una oportuna rendición de cuentas e incrementar la confianza de la comunidad, Luis Hernán asegura que la ejecución de los recursos es también mucho más efectiva: “Con ellos rinde más la plata. Las obras que nosotros realizamos con las juntas para hacer 100 metros de placa huella, si se contrataran normalmente con cualquier entidad del Estado, se harían solo 50”.
Eso, dice, porque es la comunidad la que pone la mano de obra y las Alcaldías Municipales, la maquinaria. “Y como es una cosa comunitaria, los materiales los consiguen ellos, entonces buscan también dónde comprar a mejor precio para beneficiar a todos”.
Así, con las obras que se han realizado a partir del programa, coinciden Lorena, Guillermo y Luis Hernán, “gana todo el mundo”.
Por eso, Guillermo dice que las comunidades “quedan contentas con los proyectos: uno ve a los vecinos del sector en esa alegría de tener esa obra, los ve uno todos orgullosos mostrando su obra”.
Y Lorena agrega: “Cuando la comunidad está en disposición, se pueden lograr las cosas”.