Cada semana, en el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, más de 900 animales rescatados reciben cerca de una tonelada de comida como parte de su programa de rehabilitación.
Alimentar a más de 900 animales no es tarea fácil, por eso, en el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV) del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, en el municipio de Barbosa, un equipo de profesionales se dedica todos los días a definir la dieta y acompañar la recuperación de estos animales desde la parte nutricional.
Uno de los profesionales a cargo de esta tarea es Filder Jhonny Ortegón, un zootecnista que desde hace cerca de 15 años trabaja en el CAV, encargándose de la parte nutricional y de la formulación de dietas para los animales. Su labor desde la nutrición es balancear la alimentación, teniendo en cuenta los requerimientos de cada uno de los animales para que tengan una recuperación exitosa.
En este proceso también está Alejandra Morales, quien es operaria del área de neonatos y se encarga de la limpieza, desinfección y alimentación de los animales en crecimiento.
La alimentación correcta
Cuando un animal silvestre llega al CAV, explica Filder, lo hace muchas veces después de estar en condiciones que no garantizan su supervivencia, como, por ejemplo, no contar con una alimentación adecuada, lo que puede llevar a problemas nutricionales. Por eso, el objetivo es “formular las dietas idóneas para los animales, que son, precisamente, para hacer la rehabilitación con el fin de que ellos puedan volver a su medio natural”.
Una tarea que demanda un conocimiento previo del animal en asuntos como su anotomía y su fisiología.
Y llegar a eso no es sencillo. Esto, porque la meta es que consuman en el CAV lo que ingerirían en su medio natural, algo que varía según la especie.
Así que, señala el zootecnista, es distinto alimentar a un felino, “el cual necesita más proteína de origen animal”, que a una lora, “la cual necesita energía proveniente de frutas y semillas”. Tal nivel de especificidad hace que, cada semana, en el CAV se disponga de cerca de una tonelada de alimentos.
Esta tarea también varía si el animal está en el área de neonatos, pues necesita de un cuidado especial. “Los animales que tenemos en el área de neonatos son bebés, son animales pequeños”, los cuales, en muchas ocasiones, requieren de una alimentación asistida, señala Alejandra.
Esta debe ser constante, algo que explica con un ejemplo: un pichón de azulejo se debe alimentar cada dos horas de 6 de la mañana a 5 de la tarde, dándole de uno a dos mililitros de papilla en cada intervalo.
Sin embargo, ese periodo de asistencia también varía de acuerdo con la especie. No es lo mismo, indica Filder, alimentar a un colibrí, pues “cuando son pichoncitos empiezan con alimentación asistida, pero rápidamente empiezan a tomar el néctar”, que a los osos perezosos, los cuales demandan de un proceso de acompañamiento más largo”.
Un asunto de educación
En el proceso de rehabilitación también entra en juego el estado en el que son recibidos los animales. Muchos de los que son atendidos en el CAV, llegan después de estar en cautiverio.
Continuando con el ejemplo de los osos perezosos, Filder relata que “para quitarle un bebé perezoso a su madre casi que la deben matar, por eso, muchos neonatos se inmunodeprimen. Entonces es difícil hacer el proceso de rehabilitación porque, literalmente, están tristes”.
No obstante, su objetivo, continúa, es ofrecerles “una dieta balanceada para que mejoren”.
Filder es enfático en generar conciencia sobre las razones que llevan a los animales a esas situaciones de vulnerabilidad. Por eso, la principal recomendación que hace a las personas es que no tengan especies de este tipo en casa. No solo es ilegal, sino que “estarán con las condiciones inadecuadas, maltratados, con dietas desbalanceadas”.
Esta situación lleva a que “haya animales que, a pesar de hacer todo el proceso de rehabilitación, o tendrán una alteración nutricional o se van a morir, a pesar de que la meta acá en el CAV es que el animal se pueda liberar”.
Por el contrario, cuando ese proceso es exitoso, dice Filder, “es gratificante ver animales como zarigüeyas, colibríes, ardillas, murciélagos, entre otros, que llegan muy pequeñitos y crecen para defenderse por sí solos y, así, poder liberarlos”.
En ese sentido, Alejandra agrega que “cuando llegan estos animales que son bebés, los acompañamos en ese proceso de crecimiento, de desarrollo, de adaptación sabiendo que serán liberados”.
Por todo lo anterior, es apenas natural que Filder concluya que lo más importante en todo este tema es la educación: “La problemática de tráfico de fauna silvestre es difícil de manejar. Aquí hacemos el proceso de atención, de valoración y rehabilitación, pero lo más importante es que la educación se haga por fuera, que las personas aprendan que los animales no son cosas y que deben estar en su medio silvestre. Que no son mascotas y se deben proteger”.