Neotropical Primate Conservation trabaja contra la pérdida de bosques y la caza en la zona del Chocó biogeográfico, donde tiene presencia el mono araña de cabeza marrón, una especie en peligro de extinción.
Recientemente se publicó la lista ‘Primates en peligro: las 25 especies de primates más amenazadas del mundo 2022-2023′, en la que se incluyó al mono araña de cabeza marrón (Ateles fusciceps). Esta especie de primate está catalogada en la Lista Roja de especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como especie en Peligro (EN) de extinción.
Alma Hernández, fundadora de Neotropical Primate Conservation en Colombia, explica que esta lista, además de servir como alarma, ayuda a que la gestión y esfuerzos de conservación y estudio se vuelquen hacia especies específicas.
Actualmente Colombia cuenta con tres especies de mono araña: Ateles belzebuth (o Marimonda), que se encuentra en Amazonía y Orinoquía; Ateles hybridus (o Marimonda del Magdalena), que se encuentra hacia el valle del Magdalena; y Ateles fusciceps (Mono araña de cabeza marrón), ubicada en todo el Chocó biogeográfico.
El mono araña se encuentra en los tres países que componen la zona de Chocó biogeográfico: Panamá, Ecuador y Colombia. Y aunque su rango de distribución es amplio en comparación con especies de primates endémicos como el tití cabeciblanco, según Alma Hernández, actualmente Colombia es el país que más cantidad de hábitat disponible tiene para la especie, lo cual significa que cuenta con las condiciones más adecuadas -y buena parte de la responsabilidad- para lograr rescatarla. “En Ecuador, por ejemplo, vemos una gran amenaza de los bosques por la expansión de empresas madereras”, dice la bióloga.
Dos de las razones que han provocado dicho escenario son la pérdida acelerada de bosque y la cacería. “La cacería es una variable muy compleja de manejar porque hay zonas donde las comunidades nativas tienen una relación con el bosque en la que este mono se presenta como su principal fuente de proteína”, explica.
Alma Hernández menciona que no existe información exacta sobre la cantidad de individuos con los que cuenta el país, ya que algunas poblaciones están en zonas muy alejadas, con densidades muy bajas, o, en otros escenarios, se encuentran en lugares donde el conflicto armado aún impide el acceso.
También el conflicto armado, comenta, provocó que muchas comunidades se desplazaran y que sus prácticas en los nuevos lugares alteraran la presencia de los primates en otras zonas de los bosques.
Esta especie suele encontrarse de 0 a 2000metros sobre el nivel del mar, necesita de un bosque bien conservado, árboles de gran diámetro para soportar su cuerpo (es uno de los monos más grandes del país) y alta diversidad de frutos y plantas. Puede vivir alrededor de 30 años y tiene una cría cada 3 años, es decir, es una especie de reproducción lenta, lo cual atrasa la recuperación del grupo, si hay cacería.
Dentro de las características de esta especie, que enamoraron a Alma, se encuentran su organización social parecida a la de los humanos, su actitud carismática y el cuidado maternal. Las hembras pasan tres años enseñándole a sus crías todo lo necesario para sobrevivir en el bosque. Por otro lado, tienen una cola prensil, como los monos aulladores, que le sirve de quinta extremidad. Además, la ausencia del pulgar en las manos les permite tener un mejor agarre y un movimiento más rápido entre las ramas.
Disminuir la presión sobre los bosques y la cacería
Al hablar de trabajos de conservación, el primer paso que da Neotropical Primate Conservation es establecer la distribución de la especie y su densidad poblacional. De esa forma pueden seleccionar los sitios más viables para implementar trabajos de conservación comunitaria. Cuatro de las zonas donde tienen trabajo desplegado son: Necoclí (Antioquia), Puerto Contó (Chocó), Pueblo Rico (Risaralda) y con los indígenas Awá, en Nariño. En todas ellas, según Alma, hay áreas de bosque conservadas y extensas.
“Las comunidades afrodescendientes con las que trabajamos no cazan monos, pero en los awá sí hemos encontrado antecedentes de cacería. Sin embargo, el interés de conservación es alto y el trabajo apenas se está estructurando”, comenta Hernández.
Todos los esfuerzos de Neotropical Primate Conservation se volcaron hacia esta especie porque en algunos lugares del país ya no se tiene registro de su presencia, como en zonas de Nariño y Cauca, donde hay cacería. En el caso de Urabá, donde hay bastante actividad bananera, los bosques son cada vez más pequeños.
De hecho, como dato curioso, Alma menciona que, aunque en el imaginario se cree que los monos comen banano, este es el último alimento que deciden escoger en el bosque, pues para ellos representa solamente azúcar, y tienen una alta variedad de frutas para su consumo.
Otra de las advertencias es que no se debe caer en el error de creer que cuando un bosque se ve con gran cantidad de árboles desde imágenes satelitales está en buen estado, pues en ocasiones, cuando se llega a territorio no se encuentra la misma cantidad de animales.
El consumo y turismo responsable son dos acciones que también contribuyen a la conservación del mono araña. “Para que un mono de cualquier especie llegue a manos de un humano, al menos la mamá fue asesinada. Hay mucho trabajo que hacer desde la conciencia”, concluye la bióloga.