Los campesinos de Galicia, Valle del Cauca, encontraron en el café la oportunidad para superar los estragos del conflicto armado en el departamento. Dicen que es “un café de resurrección”. Su sabor dulce, cargado con mensajes de paz, se sirve hasta en Japón.
Cuando se habla de café no es tan común referenciar al Valle del Cauca como productor del grano. Sin embargo, en el corregimiento de Galicia, a 1.750 metros sobre el nivel del mar, que vendría a representar el punto más alto del municipio, hay 7 veredas reconocidas localmente por cultivar el grano: Almendronal, Ceilán, Chicoral, La Trinidad, La Morena y El Porvenir
Esta última pertenece a la familia de María del Pilar Espinal, una comunicadora social de 54 años que actualmente trabaja como secretaria en la Asociación Agropecuaria La Morena, Galicia, conformada por 94 campesinos de la zona que, como ella, vivieron de primera mano el conflicto armado en la región, entre 1996 y 2005, cuando los grupos armados al margen de la ley irrumpieron sus vidas. “En esos años nosotros estuvimos envueltos en una nube de tormento y soledad”, comenta María.
A la hacienda El Porvenir se llega luego de un recorrido de casi 3 horas en carro desde el casco urbano. Todo a su alrededor es verde, color que, para ellos, ahora, simboliza la esperanza. Las montañas se imponen en el paisaje como grandes poseedoras de su tesoro más valioso: el ‘café de nube’, como ellos lo llaman. También guardan el plátano y el banano, otros dos alimentos que siembran en la vereda.
Según cifras de la Gobernación del Valle del Cauca, el departamento cuenta con 22.633 familias productoras de café, que tienen sembrado el grano en alrededor de 52 mil hectáreas.
El lugar está rodeado de tablas donde la comunidad escribió conceptos que han sido claves en su proceso de paz interno: perdón, paz, restituir. De hecho, en la entrada hay un gran cartel que dice ‘Esperanza hay para tu porvenir’. Esa ha sido una de las premisas de las que María del Pilar se ha aferrado desde 2008, cuando ella y su familia lograron retornar a sus tierras.
Las sentencias que los reconocían como beneficiarios de la Unidad de Restitución de Tierras comenzaron a ser aprobadas entre 2014 y 2017. Eso, para María del Pilar, fue como ‘una luz al final del túnel’. Sumándole, además, los apoyos que comenzaron a recibir las veredas por parte de la cooperación internacional (entre ellos los japoneses) luego del Proceso de Paz en 2016.
Los vestigios del conflicto armado en la región
La comunidad recuerda que, en 2006, Galicia fue una ‘escuela de desmovilización’ de las Autodefensas Unidas de Colombia, específicamente del Bloque Calima, responsables de múltiples desplazamientos forzados en el suroccidente de del país.
Uno de los 3.400 desplazamientos forzados que ocurrieron en la región, según el Centro Nacional de Memoria Histórica, fue el de la familia Espinal, en 1999, cuando la hermana de María del Pilar vio a hombres armados acercarse a la finca. Fue entonces cuando decidieron priorizar su vida antes que el predio. «Nos tocó salir corriendo. Lo dejamos todo», agrega la secretaria.
De hecho, María aprovecha el recuerdo para explicar que hay una diferencia entre los desplazados y los despojados. A los primeros los obligan a salir de sus territorios, mientras que a los segundos les quitan sus títulos de propiedad sobre la tierra. Lo segundo no pasó en la hacienda. Eso, para ella, comparándolo con casos de otras regiones del país, aceleró el proceso devolución de sus tierras.
Alejándose en su carro de las montañas de Galicia, María del Pilar se fue con su familia a Cali, donde montó un restaurante que quebró con el tiempo, también, por la situación de orden público de la ciudad.
Sin embargo, la prosperidad de su futuro siempre estuvo en la tierra que la vio crecer, la misma que, alguna vez, fueron hostiles e inhabitables por las ansias de control de las rutas del narcotráfico de los grupos armados.
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ASOMORENA: “los pájaros que cantan cuando la noche está muy oscura”
En 2007, cuando retornaron a sus tierras, el panorama era desolador. Los campesinos vieron que no había tierra arada ni viviendas en buen estado.
Pero con el tiempo fueron llegando las sentencias que les devolvían la tierra, su tesoro más valioso.
En esa misma tierra, hoy, Asomorena le apuesta a una agricultura limpia. Por ejemplo, utilizan el Bokashi, un abono sólido. Ese abono lo procesan en su propia biofabrica, y el proceso de compostaje lo aprendieron con la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA).
De hecho, María del Pilar comenta que son la primera comunidad beneficiaria de la política de restitución de tierras que creó su propia biofábrica para producir insumos orgánicos.
La Asociación comenzó solamente con 8 personas. Hoy, esas «palabras poderosas» en tablas que están regadas por la finca representan el manto con el que toda la comunidad se cobija para sobrepasar las barreras del egoísmo y ver en los proyectos productivos una oportunidad para ser ‘empresarios del campo’: el perdón (pasar por alto la ofensa), respeto (consideración de las diferencias) y la solidaridad (compasión por el prójimo) son tres de sus pilares.
De hecho, uno de los símbolos más llamativos del lugar es una casa blanca con naranja y columnas amarillas, color que se relaciona con la felicidad y prosperidad. Allí, años atrás, funcionó un comando de las Autodefensas, pero ahora es un espacio de encuentro y unión donde la comunidad se reúne a debatir sus asuntos sociales y económicos.
“Cuando los japoneses llegaron al territorio, supe que teníamos que organizarnos. La asociatividad es importante. Nosotros en Asomorena estamos agrupados alrededor de la producción de café, plátano y banano”, explica María del Pilar.
Además de los predios, también les llegaron cartas donde el Estado colombiano les pedía perdón; perdón por la falta de protección, por haberlos abandonado “Esas cartas hacen algo en tu corazón que te lleva a perdonar”, comenta María del Pilar.
El sabor y mensaje de paz del café vallecaucano llegó a Japon
Quienes toman el café vallecaucano describen que su es muy dulce y que tiene toques de algunos frutos secos, como las nueces.
Ese sabor despertó especial interés en los japoneses, país que fue el destino de la primera gran exportación de 55 familias beneficiarias de la Unidad de Restitución de Tierras en los municipios de Tuluá, Trujillo y Bugalagrande.
Enviaron 50 toneladas de café al país asiático, el 24 de junio del presente año. María aún lo recuerda con emoción.
Pero la comercialización internacional no solo se queda ahí. Asomorena tiene alianzas y motores que gestionan que el producto pueda enviarse a otros países, como Estados Unidos, y también a cualquier ciudad de Colombia.
Para María del Pilar, un país solo puede ser prospero si sus campesinos alcanzan la prosperidad.
Hoy, cada vez que se levantan, los campesinos del corregimiento de Galicia ya no ven las camionetas blancas en las que llegaban los grupos armados. Ahora solo ven el blanco de las flores cuando retoñan los cultivos de café; flores que pintan las montañas de paz.