Conozca cuáles son los cuatro principios fundamentales con los que el pueblo arhuaco de la Sierra Nevada de Santa Marta aboga por el cuidado y protección de la 'madre tierra'.
Los arhuacos son un pueblo con una cultura viva: sus prácticas y creencias ancestrales aún están marcadas en su cotidianidad en medio de las las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Magdalena, donde se encuentran asentados desde hace siglos. Para comprobarlo basta con mirar sus mochilas, uno de esos elementos representativos y reconocibles, en las que tejen mensajes. También son conocidos por sus pagamentos a la naturaleza, que hacen a manera de agradecimiento por el territorio que les fue dado.
Recientemente han cobrado protagonismo, también, por hacer parte de los 4 pueblos indígenas de La Sierra (Koguis, wiwas, arhuacos y kankuamos) cuyo sistema de conocimientos fue declarado por la Unesco como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Los reconocieron como maestros y maestras de la naturaleza y el agua. En la ceremonia donde se les otorgó el título también se hizo énfasis en la importancia de valorar y respetar sus mandatos sagrados, consignados en la Ley de Origen.
Los pueblos indígenas definen la Ley de Origen como una serie de códigos impartidos desde la sabiduría y del conocimiento ancestral. Dicha Ley se puede ver materializada en sus sitios sargados, pagamentos, bailes y danzas tradicionales y calendarios ecológicos, elementos que terminan sirviendo como puente de comunicación espiritual con la naturaleza y entre seres vivos.
Diomedes Izquierdo tiene 30 años y es el primer y único indígena arqueólogo con el que cuenta el país. Se graduó el 24 de marzo de 2022 en la Universidad Externado, y desde entonces ha trabajado para demostrarle a su comunidad que se puede practicar una «arqueología menos invasiva», que no atente ni contra los elementos sagrados que reposan en sus suelos ni tampoco con el ‘status quo’ de la naturaleza.
Además de su trabajo como arqueólogo, también adelanta otros proyectos de rescate cultural con los Mamos arhuacos de la Sierra, quienes son los encargados de guardar todo el conocimiento de los pueblos indígenas, ejercer justicia, ser guías espirituales y transmitir sus saberes a las nuevas generaciones.
Izquierdo, hijo de un Mamo sabedor espiritual y de una madre conocedora de la tradición oral del pueblo, comparte con Colombia Visible estos 4 principios que consensuaron las autoridades de su comunidad sobre cómo proteger la naturaleza desde una visión ancestral.
Lección 1:
"El territorio se debe percibir desde el principio del respeto y la igualdad"
“Lo elementos materiales e inmateriales que integran el universo crean armonía y equilibrio, así como lo hacen los seres vivos e inertes. Para nosotros los arhuacos ambos elementos son vitales para la permanencia de todo”: Diomedes Izquierdo.
Para los arhuacos, todo lo que está dentro del territorio cumple una función específica en su lugar de origen, sin importar si es o no un organismo vivo.
Es por eso que se oponen a la perturbación de los suelos para la extracción de petróleo, la remoción de piezas arqueológicas de sus sitios sagrados y, además, a que se les desplace de sus territorios.
Según Diomedes, garantizar su permanencia en el lugar que les fue otorgado para proteger la madre naturaleza es una forma como la sociedad puede respetar su posición como Hermanos Mayores.
Lección 2:
"Se debe reconocer el principio de la diversidad, que abarca desde los seres microscópicos hasta los más grandes del planeta"
“Tanto los seres microscópicos como los más grandes son guardianes de los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. Cada uno de ellos compone una territorialidad, que se debe percibir como espacio energético que marca una identidad ancestral”: cuenta Diomedes Izquierdo.
Según la cosmovisión de los arhuacos, el centro de todo es Serankua, el padre de la naturaleza. Fue él quien, en un principio, creó a los Hermanos Mayores para que protegiesen la naturaleza. Y luego creó jefes para cada elemento: Wondochi, jefe del aire; Yimacu, jefe del agua; Kalache, jefe de los árboles; y Mamatángo, dueño del fuego.