Diez recomendaciones de organizaciones campesinas para un agro más sostenible

Desde Nariño hasta Antioquia, cinco organizaciones rurales comparten sus prácticas para cuidar la tierra, aprovechar los recursos naturales y garantizar alimentos limpios que fortalezcan la economía campesina.

En Colombia, el campo se perfila como uno de los motores del empleo y la seguridad alimentaria. Según el DANE, en julio de 2025, el sector agropecuario generó trabajo para 3,18 millones de personas, un 0,8 % más que el año anterior, representando el 13,5 % del total nacional

De igual manera, la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) registra que la agricultura nacional reportó un crecimiento del 1,4 % en el área sembrada y del 6,5 % en la producción de cultivos transitorios durante el primer semestre de 2025. Productos como el arroz, la papa y el maíz lideran el abastecimiento nacional, mientras el país, y el mundo se preguntan por prácticas más sostenibles y productivas en el territorio. 

Ante este panorama, cinco organizaciones rurales del país comparten sus recomendaciones para trabajar la tierra desde un enfoque de cuidado del medio ambiente y de aprovechamiento responsable de los recursos naturales. Estas son algunas de las prácticas sostenibles que implementan:

Herbolario Huerta (La Unión, Antioquia)

En las montañas de La Unión, Cristina Montoya y su familia lideran el Herbolario Huerta, un proyecto que desde hace más de una década cultiva hortalizas y frutas orgánicas sin agroquímicos. 

«Nuestra clave es el respeto por la vida en todas sus formas», afirma Montoya, ingeniera agrónoma y fundadora. Su primera recomendación es usar de manera responsable los recursos naturales, especialmente el agua. En su finca, implementaron un sistema de recolección de agua lluvia con tanques de 2.000 litros y un riego automatizado que aprovecha exclusivamente ese recurso.

También aconseja emplear microorganismos de montaña, disponibles en los bosques nativos, para transformar la materia orgánica en compost. «Estos hongos y bacterias fortalecen los suelos y conservan el ecosistema», explica.

En un invernadero sencillo, Montoya trata estas muestras naturales y cultiva distintas especies de frutas y verduras de forma sustentable.

Asociación La Tulpa (Nariño)

Puede encontrar a la Asociación de Productores Orgánicos La Tulpa en la carrera 31 # 20-52 barrio Las Cuadras, Pasto, Colombia. | Foto: Cortesía Asociación de Productores Orgánicos La Tulpa

En los paisajes altos de Nariño, la Asociación La Tulpa agrupa a 26 familias que, desde hace más de nueve años, cultivan frutas, hortalizas y plantas aromáticas bajo principios agroecológicos.

«La transición hacia una producción libre de químicos toma tiempo, pero a los tres o cuatro años la tierra responde», afirma María Rita Maigual, su representante legal. Su primera recomendación es dar el paso hacia la agroecología, incluso si los resultados no son inmediatos. «El suelo se fortalece gradualmente con abonos naturales y menos productos industriales», explica.

Maigual también promueve la diversificación de cultivos y especies menores, para aprovechar mejor los recursos y garantizar alimentos durante todo el año. «Yo también tuve miedo, pero conocer otras experiencias me motivó a seguir», dice. Su consejo: visitar otros procesos, crear redes y aprender en comunidad, una práctica clave para transformar la agricultura colombiana.

Festival Americano del Maíz (Gachetá, Cundinamarca)

Este año, El Festival Americano del Maíz se celebró del 10 al 12 de octubre. | Foto: cortesía - Festival Americano del Maíz, Camilo Hidalgo "El Gachetuno"

Desde el oriente de Cundinamarca, el Festival Americano del Maíz lleva cinco años promoviendo la soberanía alimentaria y la defensa de las semillas nativas. «Una buena semilla en un buen suelo da un buen producto», dice Ciro Martínez, fundador del evento, que reúne cada año a productores, académicos y comunidades rurales.

Martínez recomienda recuperar prácticas ancestrales, como las milpas mesoamericanas, que combinan maíz, fríjol y calabaza en un mismo terreno. «El maíz da soporte al fríjol, este aporta nitrógeno al suelo, y la calabaza cubre la tierra conservando la humedad», explica.

El festival impulsa la creación de casas de semillas rurales para preservar la diversidad del maíz criollo colombiano. Además, destaca la importancia de educar a los consumidores: «Hay que enseñar desde la niñez a cuidar las semillas y a consumir con conciencia».

Grupo Ecológico Los Castores (Huila)

La Asociación Grupo Ecológico Los Castores también trabaja en el cuidado de semillas nativas de la región. | Foto: CAM Huila

En el Huila, la Asociación Grupo Ecológico Los Castores lleva 12 años dedicándose a la conservación de especies nativas y a la apicultura. Su representante legal, Thalía Ordóñez Villota, asegura que la organización nació como alternativa a la tala: «Entendimos que cuidar a las abejas era cuidar la vida misma».

Su principal recomendación es usar microorganismos biológicos para el control de plagas, evitando fumigaciones que afectan la biodiversidad. Para Ordóñez, la educación ambiental desde la infancia es esencial. En colegios rurales del departamento, enseñan a los niños a reconocer especies locales y entender su papel en el equilibrio ecológico. «Cuando los niños aprenden a cuidar la tierra, crecen sabiendo que su futuro también depende de ella», afirma.

También propone respetar los ecosistemas locales, evitar quemas y proteger los hábitats de los polinizadores nativos, esenciales para cultivos como el café. «El 70 % de los alimentos que consumimos depende de la polinización», advierte.

Asohass (Norte de Antioquia)

Trabajo en la biofábrica Asohass. | Foto: cortesía - Asohass

En los municipios de San Pedro, Entrerríos y Yarumal, la Asociación de Productores Asohass  reúne a campesinos que cultivan aguacate, fríjol y cebolla bajo principios de comercio justo. «Buscamos que el pequeño productor reciba un pago justo por su esfuerzo», explica Juan Esteban Jaramillo, tesorero de la organización.

Asohass recomienda reutilizar toda la materia orgánica resultante de las labores agrícolas —pasto, hojas, estiércol y residuos vegetales— para producir abonos artesanales como el bocashi, mezcla natural que revitaliza los suelos y reduce el uso de químicos. «El suelo se recupera cuando le devolvemos lo que le quitamos», enfatiza.

La asociación incluso consolidó una biofábrica donde produce abonos y otros insumos agrícolas naturales a precios accesibles. No obstante, Jaramillo advierte que aún falta conciencia: «Algunos prefieren pagar $200.000 por 50 kilos de un producto industrial, cuando con ese dinero podrían hacer insumos para todo un año en su finca».

Finalmente, recomienda cuidar el agua y proteger las cuencas y nacimientos. «Donde hay agua hay vida, pero hay que protegerla», dice. Para ello, sugiere promover la asociatividad en torno al monitoreo y conservación de fuentes hídricas, una tarea que «en últimas, beneficia a toda la región».

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