Actitud Resiliente: la fundación que escucha y transforma a la juventud de la frontera colombo-venezolana

En Villa del Rosario, Norte de Santander, una pareja cambia la narrativa del miedo por una de escucha y acompañamiento. En su proyecto, la educación y el trabajo en la salud mental son salvavidas para miles de jóvenes marcados por la violencia, la desigualdad y la migración.

Con la convicción de que todos merecen ser escuchados y que “ser un ciudadano también es una responsabilidad con el mundo”, en Villa del Rosario (Norte de Santander), una pareja creó, en 2018, la Fundación Actitud Resiliente, un proyecto donde la educación, la recreación, el deporte y el acompañamiento psicosocial son el motor que les permite mostrarles a niños y jóvenes del territorio un panorama más esperanzador, en una zona marcada por el conflicto y la migración, donde muchos de ellos crecen entre la incertidumbre y la violencia.

Al rente del proyecto están Luis Alejandro Gutiérrez, de 46 años, y María Alejandra Briceño, de 44 años, una pareja unida por la vocación de servicio y la sensibilidad hacia los retos que representa el vivir en una zona fronteriza. 

Es que, según la Defensoría del Pueblo, en 2024 se reportaron 533 casos de reclutamiento de menores en Colombia. Norte de Santander registró 25 casos, siendo uno de los departamentos más afectados junto con Cauca (359), Antioquia (25), Putumayo (21) y Valle del Cauca (21). En 2025, con la crisis humanitaria en el Catatumbo, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, alrededor de 47 mil niños se han quedado sin acceso a la educación debido a la violencia y el desplazamiento forzado en la región. Cifras como esta reflejan el panorama al que se enfrentan día a día. 

Ante ello, la Fundación implementa tres proyectos: el Centro Juvenil de Resiliencia Don Bosco, el programa Salud Mental Adolescente y las sesiones de terapia padres e hijos. 

Con sus diferentes actividades, la Fundación ha alcanzado a 21 mil jóvenes, 12 mil núcleos familiares y 200 niños en Norte de Santander. | Foto: Fundación Actitud Resiliente

El Centro Juvenil es un espacio donde, a lo largo de estos años, aproximadamente 200 niños y niñas de entre 6 y 16 años, colombianos en extraedad escolar, migrantes venezolanos y víctimas de desplazamientos internos, han recibido formación académica gratuita para nivelarse e ingresar posteriormente a instituciones educativas regulares.

Desde la fundación explican que, para los niños y jóvenes migrantes y desplazados, suele ser difícil ingresar rápidamente a dichas instituciones. El Centro Juvenil los recibe y los nivela al año académico correspondiente al que deberían cursar. «Actualmente, el Centro atiende a 25 niños migrantes y 7 niños colombianos desplazados«, puntualiza María Alejandra, directora del espacio. 

Su esposo, Alejandro Gutiérrez, nació en Caracas (Venezuela), pero es hijo de padres colombianos, por lo que siempre ha vivido entre los dos países. Es docente en educación integral, administrador de empresas turísticas, especialista en dinámicas grupales y actualmente estudiante de psicología. Durante su juventud, también asistió a uno de estos centros juveniles en el país vecino. Fue allí donde desarrolló su amor por el trabajo social y una fuerte fe en el cristianismo: 

Aprendí que la vida es un don para compartir y que el conocimiento que no se comparte es conocimiento muerto”, añade. 

Al egresar, a los 21 años, Alejandro comenzó a trabajar en parroquias en Colombia y como coordinador de la red de colegios de las Hermanas de la Caridad Dominicas en Venezuela.

Uno de los objetivos principales de Actitud Resiliente es ayudar a los jóvenes a construir su proyecto de vida desde pequeños. | Foto: Fundación Actitud Resiliente
Forman 'animadores juveniles' para que, con el tiempo, puedan motivar a otros niños y jóvenes a salir adelante a pesar de las dificultades. | Foto: Fundación Actitud Resiliente

“Nuestro norte es crear centros juveniles donde los jóvenes puedan hacer deporte y tener espacios culturales, pero por encima de todo, desarrollar sus habilidades y recibir acompañamiento para crear sus proyectos de vida«, comenta Gutiérrez.

La fundación ya registra varios casos de éxito en esa tarea. Uno de los más destacados es el de Adolfo Farid Maome, un estudiante de 13 años que ingresó al Centro Juvenil en extraedad escolar, con el objetivo de nivelarse académicamente y continuar sus estudios en una institución educativa regular y que hoy se destaca por sus habilidades deportivas y de liderazgo.

“Tienen actividades de carácter cognitivo y lúdicas. Adolfo está muy motivado y ha cambiado mucho, por su propio contexto y las dificultades afectivas y socioeconómicas, no ha sido fácil, pero los profesores lo han manejado muy bien y han visto que tiene habilidades deportivas y de liderazgo que hay que encaminarle”, comenta Emilse Blanco, acudiente de Maome.

El Centro tiene su sede principal en Villa del Rosario. Sin embargo, actualmente está implementando pruebas piloto con el fin de dejar capacidad instalada en los colegios de la zona. La idea, a futuro, es que los centros juveniles funcionen directamente dentro de las instituciones educativas, las cuales se benefician del programa Salud Mental Adolescente y de las terapias dirigidas a padres e hijos.

“Hemos aprendido que, cuando la misma comunidad se convierte en vocera del proceso, es posible lograr avances significativos. Gracias a esa articulación, conseguimos que la Alcaldía de Villa del Rosario asumiera el pago de los cuatro maestros que atienden el Centro Don Bosco. Hasta donde sabemos, ninguna otra fundación en la zona ha logrado algo similar”.
Luis Alejandro Gutiérrez
Co-fundador Actitud Resiliente

El camino para atender a niños y jóvenes en riesgo

Con sus actividades, la fundación también busca contribuir a frenar la deserción escolar en el municipio. | Foto: Fundación Actitud Resiliente

Actitud Resiliente lidera hoy uno de los programas más destacados en cuanto a atención de salud mental, conductas disruptivas y consumo de sustancias a nivel local con la población estudiantil. En tan solo un año, de acuerdo con Gutiérrez, han llegado a 21 mil jóvenes y 12 mil núcleos familiares de Villa del Rosario, Cúcuta, Los Patios, Puerto Santander y Tibú a través de sus charlas.

Con ellos trabajan en la detección, remisión y acompañamiento de casos relacionados con el consumo de sustancias y las ideaciones suicidas. Según sus registros, actualmente reciben alrededor de 10 casos semanales, que remiten a IPS con las que han establecido convenios. Esto se debe a que ya no cuentan con los recursos para mantener psicólogos clínicos propios, como sí lo hicieron en 2024 gracias al apoyo de GO Campaign, una organización estadounidense que respaldó dicha labor tras ganar una convocatoria por sus soluciones comunitarias.

Además de las dificultades económicas, una de las principales barreras ha sido la resistencia de los rectores escolares, quienes al inicio estaban acostumbrados a que funcionarios solo llegaran a tomarse la foto y luego se marcharan para formalizar los talleres:

“Fue un paradigma difícil de superar, pero hoy muchos colegios, incluso del Catatumbo y otras zonas de alto riesgo, nos solicitan apoyo, aunque aún no contamos con los recursos necesarios para llegar a todos”, explica Alejandro. 

A lo largo de su trabajo, han identificado tres problemáticas especialmente preocupantes en los colegios: las ideaciones suicidas producto de problemas familiares, la captación de niñas para fines de explotación sexual y la venta de sustancias psicoactivas mediante el uso de estudiantes como intermediarios dentro de las instituciones.

El proyecto ha impactado a instituciones de municipios como Villa del Rosario, Cúcuta, Los Patios, Puerto Santander y Tibú. | Foto: Fundación Actitud Resiliente

De hecho, según el informe «Hacia la prevención del consumo de sustancias psicoactivas en la región del Catatumbo, Norte de Santander», liderado por la Defensoría del Pueblo y la Fundación MSI Colombia, la juventud en Norte de Santander, especialmente en la región del Catatumbo, enfrenta altos niveles de vulnerabilidad debido a la combinación de pobreza, conflicto armado y ausencia institucional, lo que los expone al consumo de sustancias psicoactivas y a ser instrumentalizados por economías ilegales.

“No podemos ir directamente contra estas organizaciones. Lo que podemos hacer es crear un proceso que impacte primero a los jóvenes y luego a los papás, porque la mayoría que cae en el consumo, según hemos visto, es porque viene arrastrando una situación difícil en el hogar”, explica Alejandro.

Así lo demuestra el caso de Andrea Pérez*, una estudiante de 9° descrita como retraída y con dificultades emocionales, que intentó suicidarse en tres ocasiones. Actitud Resiliente inició un proceso terapéutico con ella a través de una escuela de oratoria para que pudiera expresarse y reconstruir su autoconfianza. Con el tiempo, no solo logró superar estos episodios, sino que terminó encargándose de dar el discurso de apertura del Centro Juvenil Don Bosco con una frase que le reafirmó a la fundación la importancia de su labor: “Los jóvenes sí queremos vivir. A veces simplemente necesitamos ser escuchados y entendidos”. 

Hoy, esa frase le sirve a Alejandro para recordar que el trabajo en educación y en la atención psicoemocional en una zona tan desafiante como Norte de Santander es mucho más que enseñar o brindar apoyo: es construir esperanza en medio del conflicto, la desigualdad y la vulnerabilidad. Con cada joven educado y escuchado, la fundación fortalece los cimientos que les permitirán avanzar hacia un futuro distinto, más allá de la violencia y la exclusión.

* Nombre modificado para proteger la identidad de la menor.

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