Se acerca la primera edición del Festival Cordillera con una enorme selección de música latinoamericana. Al mismo tiempo, el evento se plantea como un espacio para promover la protección de los ecosistemas locales y generar acciones colectivas por el cuidado del planeta.
A 3.300 metros sobre el nivel del mar nace el río Bogotá en Villapinzón, un municipio ubicado en la provincia de Almeidas, Cundinamarca. A esa altura, también se encuentran los ecosistemas de páramo y el bosque alto andino, claves en la producción de agua y hábitat de algunas especies nativas.
Allí, y desde el año 2009, existe la Reserva Natural El Diluvio, un área de conservación próxima al páramo Las Cuchillas y la cuenca alta del río.
La reserva está bajo la protección de la Fundación Al Verde Vivo, que desde 1994 se encarga de restaurar ecosistemas gracias al convenio con entidades privadas. En el caso del Diluvio, la organización trabaja para restaurar cerca de 120 hectáreas afectadas por la práctica de la minería a cielo abierto.
Este año, esa misión está siendo patrocinada por el Festival Cordillera, a través de Páramo Presenta, Ocesa, Experiencias Aval y los asistentes: por cada compra de boletería será sembrado un árbol de forma certificada.
A la fecha y según María Laura Vásquez, directora de Mercadeo de Páramo Presenta, han sido sembradas 11.933 especies nativas, correspondientes a las compras realizadas hasta la primera semana de septiembre.
Explica que la decisión de apoyar esta iniciativa resuena con el festival: “Porqué es un ecosistema que solo existe en la Cordillera de los Andes, que se encuentra amenazado y que es muy importante para nuestro país; es el nacimiento del agua y de todos nuestros ríos”.
Además de la siembra y recuperación de estos ecosistemas, el festival busca ser un espacio consecuente para promover la sostenibilidad y el óptimo manejo de residuos, lo que hace que Cordillera sea pionero en conciencia ambiental a nivel Latinoamérica.
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¿Cuál es el impacto ambiental de un festival de música?
Con esta pregunta en mente, los organizadores del Festival Cordillera esperan medir la huella de carbono y las emisiones producidas durante una celebración que tomará dos días en el Parque Simón Bolívar.
Con la medición “se busca la equivalencia en árboles que son los que, al desarrollar su crecimiento, van capturando especialmente CO2 e impidiendo la liberación del metano que es otro de los gases invernadero”, comenta Luis
Fernando Vásquez, director de la Fundación Al Verde Vivo.
También esperan poner en marcha acciones que ayuden a mitigar el impacto ambiental en la zona y para las cuales se requiere el compromiso de los asistentes en su manejo de residuos dentro del festival, uso del agua e incluso su movilidad hacía el Parque.
Por esto, María Laura Vásquez explica que no se permitirá la circulación de plástico en el festival, “todo tiene que salir en envases reciclables, para que nosotros podamos tener el manejo de los plásticos y podamos asimismo
reciclarlos”. Al mismo tiempo, menciona que se permitirá el ingreso de termos de aluminio para reenvasar bebidas. Y expresa que “es importante revisar las canecas y toda las señales que tendremos para marcar los residuos y que nos facilite el tema del reciclaje”.
En paralelo, asegura que al desarrollarse en el ‘corazón de Bogotá’ quieren “invitar a todos los asistentes a que vayan al festival en transporte público, compartan carro con sus amigos. Incluso, ya empezaron a circular las
bicicletas que está poniendo el Distrito para que puedan acercarse al festival en este medio”.
Recuperar el bosque alto andino y el páramo en Villapinzón
En el marco del festival, para la recuperación de esta reserva y la siembra de los árboles resultado de las compras, se han realizado tres jornadas que han contado con la participación de 15 a 20 personas, entre artistas, influenciadores y voluntarios. De acuerdo con Héctor Buitrago, integrante de Aterciopelados y activista ambiental, en las jornadas se plantaron cerca de “50 a 100 árboles nativos por día, como el sietecueros, chircos y amarrabollos”.
Sin embargo, se han dado jornadas permanentes y continuas con la participación de miembros de la fundación. Cada siembra cuenta con certificación y georreferenciación única de cada uno de los individuos forestales plantados.
Luis Fernando Vásquez explica que la zona de la reserva es una zona de tránsito entre dos ecosistemas y es conocida como el subpáramo. Así, “se puede observar vegetación de paramo como los frailejones, las espadillas, las puyas y árboles del bosque andino en tránsito como el encenillo, el roble, el ciro o el chirco, que aparecen después de un disturbio. Allí ha habido un disturbio por minería, por ganadería y cultivos de papa”.
Por eso la fundación ha consolidado una estación de alta montaña que tiene un propósito de investigación, de caracterización de flora y fauna y sobre todo de la conservación de agua, pues allí convergen dos quebradas y
existen turberas, “estas son unas especies de humedales, que pese a ser pequeños tienen una gran capacidad de concentrar gases efectos invernadero”. También se encuentran en el desarrollo de un vivero de páramo con capacidad de producción de 150.000 individuos forestales por año.
En el predio de la reserva se encuentran especies nativas como los frailejones Paepalanthus alpinus o el frailejón plateado (Espeletia argentea). También orquídeas como Cyrtochilum revolutum y la ‘flor del baile’ Epidendrum oxypetalum. / FOTOS: Fundación Al Verde Vivo
Además, la recuperación de los ecosistemas implica el desarrollo de alternativas para que las comunidades locales puedan participar de la conservación, por lo que Luis Fernando destaca que, con el apoyo recibido de
entidades privadas, la fundación “desarrolla un proyecto comunitario, con mujeres, para producir aromáticas y hierbas medicinales buscando una línea de comercialización, para que puedan tener un sustento económico. Porque es importante la protección del páramo, pero no se pueden dejar desprotegidas a las comunidades”, agrega.
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El ritual de la siembra y un canto al agua
Detrás de este festival hay un mensaje de conexión con la naturaleza y con el territorio, a través de la música pero también a través de estas acciones de conservación.
Por su parte Luis Fernando menciona que, para causar el menor impacto en la reserva durante las jornadas de siembra, se realizan filas a través de los senderos formados con el tiempo; por allí transitan las personas con los
árboles en canastillas o al hombro, lo que implica un esfuerzo físico y de concentración, pues más allá de ver hacía el horizonte se debe ver el suelo: esa pequeña vegetación que germina a bajas temperaturas.
Para él, el bosque es el agua, pues estas especies eventualmente aportarán a la preservación de los nacimientos de agua. Idea que complementa Héctor Buitrago, quien desde hace más de 10 años lidera Canto Al Agua, un colectivo que busca generar conciencia sobre la preservación de estos cuerpos a través de la unión espiritual con la naturaleza.
De acuerdo con Buitrago, se realizó una meditación que vincula saberes ancestrales, “para tratar de volver a conectarnos con el agua y sentir la energía de la naturaleza y disfrutar la entidad también. Por eso lo hicimos
después de la siembra para mostrar respeto al territorio y recuperar la ritualidad de estar en silencio y contemplar”.
Un compromiso de todos:
María Laura Vásquez resalta que es un deber de los festivales tener conciencia ambiental: “ Cordillera es la plataforma perfecta para vincular este mensaje en nuestros eventos. Lo digo porque sin duda los artistas que nos acompañan en el festival tienen una voz muy importante en los temas sociales y ambientales, y no podíamos hacer menos que ponernos a ese nivel. Por eso creo que estamos en la obligación de usar esa influencia positiva para invitar a los asistentes a tener conciencia ambiental”.
Por su parte Héctor Buitrago, considera que “es un cambio afortunado que se está produciendo en la forma de pensar de las empresas, asistentes de los conciertos y gente del común. Porque hace unos 30 años había mucha menos preocupación por esos temas. Hoy vemos como ciudades enteras salen a marchar por la defensa de sus ecosistemas”.
Y agrega que “es positivo, para que tomemos conciencia también, de la corresponsabilidad de los asistentes, los promotores y las bandas frente al manejo de residuos”, por lo que espera que el festival tenga esa pedagogía al respecto, para que sea consecuente con el tema ecológico.
Vásquez y Buitrago coinciden en que este festival permitirá involucrar a los actores de una cadena e industria como la música y les permite realizar acciones directas en pro del cuidado ambiental, un tema que es responsabilidad de todos.