En el Nirvana Reef Garden, la Blue Indigo Foundation creó una serie de ‘guarderías’ en donde crecen 2.500 nuevos corales para la restauración de uno de los ecosistemas marinos más importantes del país.
María Fernanda Maya es bióloga de la Universidad del Valle, tiene una especialización en Gestión Ambiental y está cursando una maestría en Gerencia para el Desarrollo en la Universidad Externado.
Dice que ella es una mezcla de agua de río con la de mar, pues nació en Armenia, pero vive hace 18 años en San Andrés.
A diferencia de muchos científicos, que se enfocan dentro de las especialidades de sus disciplinas, a María Fernanda siempre le gustó explorar diversos temas dentro de la biología: “Tengo una formación más holística que particular”.
Aun así, la biología marina ha sido uno de sus grandes intereses desde niña y, más específicamente, la conservación y el manejo de recursos marinos y costeros.
Es cofundadora y directora de la Blue Indigo Foundation, que trabaja de manera articulada con la comunidad por la conservación de los ecosistemas coralinos en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, en un esfuerzo que combina saberes tradicionales con conocimientos científicos.
En sus palabras: “Queremos ser el brazo científico de la comunidad para apoyar el desarrollo integral del archipiélago”.
La conservación de los arrecifes de coral
El Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina fue declarado Reserva de Biosfera en el 2000 por el programa ‘Man and Biosphere’ de la Organización para la Ciencia, la Educación y la Cultura de las Naciones Unidas (Unesco).
“Una reserva de biosfera es un área en el mundo que tiene unas condiciones muy especiales, no solo ecológicas, sino también sociales y culturales, que merecen un cuidado y una atención especial. Se combinan ecosistemas con comunidades que también tienen características culturales y ancestrales valiosísimas y es esa interacción que lleva a la Unesco a tomar la decisión de protegerla”, explica María Fernanda.
Y es que, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (Noaa, por sus siglas en inglés), los ecosistemas de coral albergan más especies por unidad de área que cualquier otro entorno marino.
Asimismo, y en una estrecha y fluida relación que mantienen con los ecosistemas de manglar y de pastos marinos, contribuyen a la subsistencia de estos entornos y a la salud oceánica en general.
Así, por ejemplo, los pastos marinos y los manglares se encargan de retener los sedimentos y la materia orgánica que está presente en las descargas de agua desde las islas hacia el océano, generando de esta forma agua más ‘limpia’ que es la que llega a los arrecifes.
Estos, a su vez, constituyen las más importantes barreras de protección contra el embate y la fuerza de las olas que se generan en aguas más profundas. Reducen el 97 % de la energía de esas olas, según el Noaa.
Por otra parte, entre manglares, pastos marinos y arrecifes de coral habita la mayor parte de las especies de peces que tienen valor comercial para la humanidad y para la región, y que en la isla son uno de los principales sustentos económicos, así como alimenticios: la langosta espinosa, el caracol pala, el pargo, las chernas y los meros, entre muchos otros.
Sin embargo, en el Caribe y el mundo entero, el deterioro de los arrecifes coralinos es muy alto. Tanto que, según la Revista del Museo Smithsonian, el planeta ha perdido la mitad de estos ecosistemas desde 1950.
Con esto en mente, en febrero de 2020, ella, su esposo y otra compañera decidieron crear la Blue Indigo Foundation, no solo dirigida a la conservación de los recursos ambientales, sino también con la intención de incluir los componentes sociales y culturales “cuya integración es vital para el correcto desarrollo de una región«, agrega
Blue Indigo y el Nirvana Reef Garden
Entre el 2017 y el 2019 María Fernanda participó en un proyecto de rescate de ecosistemas coralinos con la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina) y otras instituciones.
Al final de este, le solicitó a Coralina que le permitiera apadrinar los parques donde desarrollaban las actividades con el objetivo de darles continuidad y de mejorarlas, a lo que la corporación accedió. Así fue que nació el Nirvana Reef Garden, que hoy es el proyecto bandera de Blue Indigo Foundation.
Ahora, para comprender cómo se recuperan los ecosistemas coralinos se debe tener claro que los corales no son plantas, sino animales que se asocian con ellas: “Son animales cuyo esqueleto hace que parezcan rocas, están cubiertos por algas que les dan el color y producen la comida que necesitan para sobrevivir».
Pero a diferencia de la mayoría de los animales, los corales tienen dos formas de reproducción: sexual y asexual. La primera, explica Maria Fernanda, es muy importante porque es la que genera la diversidad biológica y genética, y ocurre como la de cualquier otro animal: espermas y óvulos que se juntan para producir cigotos.
La asexual, por su parte, es el proceso en el que cada célula se multiplica para que el coral crezca. Bajo ese principio funciona la restauración que se realiza en el Nirvana Reef Garden.
“Trabajamos con un método que es la microfragmentación, que básicamente consiste en que si uno parte los corales en pequeños pedacitos, ellos van a tener una tasa de crecimiento mucho mayor a la que tendrías si lo dejas quieto. Es sumamente exitoso», indica María Fernanda.
Así, toman cada fragmento de coral, los amarran a una cuerda que está a seis metros de profundidad, anclada a 11 metros. Cuando crecen, los retornan al arrecife para que “aporten cobertura viva, generando así la atracción de otras especies al arrecife y que se pueda dar una recuperación natural del ecosistema”
La organización trabaja con dos especies principales de coral que son el Acropora Palmata y el Acropora Cervicornis, o cuerno de alce y cuerno de venado, respectivamente. Estos los siembran en tres ‘guarderías’ creadas para el proyecto.
Por su trabajo, fueron convocados por el Ministerio de Ambiente y Conservación Internacional para participar en un proyecto para la siembra de un millón de corales. Por eso, a partir de este año van a trabajar con otras cinco especies.
Conocimiento científico y saber ancestral por los corales
Dice María Fernanda que el trabajo de recuperación de los corales ha sido un proceso en el que científicos y comunidad local, han coincidido en una gran camaradería y amistad.
Así, cuenta, al principio del proyecto los pescadores desconocían de la importancia del coral en el ecosistema, “entonces decían ‘yo pensé que eso era una roca y yo arrancaba el pedazo de coral y sacaba mi pargo y chao’, porque no sabían que era un animal vivo ni de la importantísima función que cumple para que esté su pargo ahí«.
Además, el conocimiento de los pescadores le ha sido de suprema utilidad a la Fundación porque “son ellos quienes saben dónde están las especies que necesitamos, conocen el comportamiento del oleaje y las corrientes y dónde hay más sedimentos. También saben mucho en temas de nudos y anclaje. Como están todo el día en el mar, se relacionan perfectamente con él«, aclara María Fernanda.
Tanto así que, mientras el equipo de científicos trabaja con todo el equipo de buceo y tanque de oxígeno, los pescadores se sumergen utilizando la técnica de la apnea: “Es impresionante cuando estas abajo y llega el pescador a traerte algún elemento o a hacer algún nudo, son unos tesos».
Pero más allá de la confluencia armónica de ambos saberes, lo que ha formado el profundo vínculo que hoy los une es el amor por ese ecosistema.
El paso de Iota
Con el paso del huracán Iota, en noviembre de 2020, la infraestructura de las tres guarderías que tenían dejó de existir. Además, los arrecifes de coral, particularmente aquellos ubicados en el oriente de la isla, sufrieron graves afectaciones.
Sin embargo, y gracias a una beca que se ganaron con el International Fund for Animal Wellfare (Ifaw), en febrero del 2021 pudieron volver a montar los parques, ahora con mayor capacidad.
Cuando comenzaron tenían 500 corales sembrados y hoy tienen 2.500, que están comenzando a retornar al arrecife para iniciar con la recuperación del ecosistema. Sin embargo, es un proceso lento, pues el coral tarda de 8 a 12 meses en crecer lo suficiente para llevarlo de regreso al arrecife.
Así, continuarán aportando en la medida de sus posibilidades, ahora fortalecidos por el proyecto de siembra de un millón de corales del Ministerio de Ambiente, con el que esperan aumentar su capacidad de intervención, así como la cantidad de especies de coral con las que trabajan.
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