En los diez municipios del Valle de Aburrá se ubicaron refugios que ayudan a la conservación de especies fundamentales para la seguridad alimentaria.
Cuando se habla de abejas, lo más frecuente es que las personas imaginen aquel insecto amarillo y negro que vive en grandes colmenas y que produce miel. Sin embargo, lo cierto es que esa especie es solo una de todas las abejas que existen.
Según Ana María Salazar, ingeniera Sanitaria, especialista en gestión ambiental y funcionaria del Equipo de Riesgo Asociado a Biodiversidad del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, “cerca del 80% de las aproximadamente 200 especies de abejas que existen son abejas solitarias. Las sociales o las que tradicionalmente conocemos, en realidad son muy pocas y son una especie que trajeron los españoles para producir miel”.
Por otra parte, explica Salazar, las abejas solitarias no viven en grandes colmenas, sino que anidan solas. En ese sentido, no ‘sirven’ ni protegen a una reina, por lo que tampoco son agresivas y por eso es muy raro que piquen. Además, son las principales polinizadoras, es decir, dispersan el polen para facilitar reproducción vegetal.
Es por eso que tienen un enorme valor ecológico, pues de esa polinización depende la reproducción y supervivencia de cientos de especies de plantas, entre ellas las de frutas. “Así, nuestra seguridad alimentaria, es decir, nuestro acceso a alimentos, depende en buena medida de la labor que realizan estos insectos y en particular las abejas solitarias”.
Actualmente están amenazadas, pues su hábitat se encuentra en alto riesgo por diversas actividades asociadas al comportamiento humano, el desconocimiento de las comunidades acerca de su importancia y por los efectos del cambio climático.
“Los humanos somos un riesgo para las abejas por las afectaciones que nuestras acciones tienen sobre su ecosistema. Donde estaban antes ellas, donde había zona verde, construimos edificios, carreteras. Lo volvimos prado para las vacas, usamos agroquímicos para la agricultura y eso reduce sus recursos. Además, la gente las mata porque piensan que los van a picar”, indica Salazar.
Refugios para revitalizar y desestigmatizar a las abejas
Por eso, y dentro del marco del Pacto de Árboles, Flores y Abejas que se firmó entre las diez gestoras sociales de los municipios que componen el Valle de Aburrá, se construyeron y entregaron refugios para abejas y avispas.
Estas últimas, aunque no son polinizadoras, cumplen también un importante papel como controladoras de plagas: “Como son carnívoras, se comen arañas, hormigas, ‘bichitos’”, explica Ana María.
Los refugios tienen dos propósitos fundamentales:
En primer lugar, pretenden ser lugares en los que las abejas solitarias y las avispas puedan anidar y revitalizar su población, en vez de ocupar espacios inadecuados de la ciudad como cajas eléctricas, postes de luz y techos de casas en los que puedan convertirse en un riesgo para la comunidad.
Por otro lado, buscan contribuir a cambiar la narrativa frente a las abejas y las avispas. “El proyecto es, sobre todo, una apuesta de educación ambiental para que las personas no solo conozcan que la mayoría de las abejas son solitarias, sino que son inofensivas y que además son súper importantes para el medioambiente, entonces no hay por qué matarlas”, señala la ingeniera.
A los refugios, que están hechos principalmente de retazos de madera, llegan las abejas por dos motivos. Por un atrayente que los expertos apícolas fabrican y porque a su alrededor hay una amplia cobertura vegetal, incluyendo árboles frutales y plantas con alta cantidad de polen para obtener alimento “para que se amañen”, explica.
En ese sentido, el refugio no solo provee un espacio para anidar, sino todo un ecosistema a su alrededor para que las abejas puedan reproducirse y sobrevivir.
Abejas y humanos sí pueden convivir
Los refugios se ubicaron en lugares públicos de visita frecuente de la comunidad. La intención de sensibilizar a la gente sobre la importancia de las abejas y enseñar que las especies solitarias no son agresivas.
Por ejemplo, en Sabaneta, Bello y Medellín están en zonas de reserva urbana, que son frecuentadas por la comunidad; en Caldas y en Barbosa están en sus respectivas Unidades Deportivas y en Girardota: en la Casa de la Cultura.
Ahora, si bien esas abejas no son agresivas, ni tampoco tienen una reina que proteger, todos los refugios están señalizados para que la gente sepa que es preciso no molestarlas.
Salazar sostiene que los refugios “fueron un éxito total”, pese a que hasta hace poco el equipo encargado de recolectar la información de las especies de abejas que comenzaron a anidar, como los euglosinos, o abejas que polinizan a las orquídeas.
Por ello, y con el apoyo de diversas entidades públicas, así como empresas privadas, quieren replicar su proyecto en otras ciudades e invitar a que las personas también se animen a crear sus propios ‘hoteles’. Dentro de poco esperan publicar un manual de instalación de refugios.
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