Oscar Parra trabaja desde hace 25 años como gestor cultural y promotor de lectura en La Guajira. El objetivo de su fundación es aumentar los índices de lectura del departamento.
Libros, versos y muestras artísticas se toman las rancherías de La Guajira desde hace 12 años a través de la Feria Nacional del Libro. Este reconocido encuentro cultural surgió como una idea del poeta y orador Oscar Parra Barrios quien, más de una década después, manifiesta haber logrado evidenciar “el poder de la literatura como herramienta para construir sociedad”.
Oscar Parra es oriundo de Aracataca, Magdalena, la misma tierra garciamarquiana que, confiesa, ha tenido especial influencia en él y en su producción literaria. Las primeras muestras de su talento como escritor aparecieron en el bachillerato de su colegio. Aunque tímido, Oscar encontró apoyo en un profesor que organizó un concurso de muestras artísticas dentro del plantel. Fue dicho encuentro donde los poemas de Oscar tocaron el podio por primera vez antes de iniciar sus 25 años de experiencia y esparciendo palabras por toda La Guajira.
Oscar es autor de varios libros de poesía: Festejo de lo Perdido (2007), Los Hijos del Pez (2007), Palabra y Residencia (2007), Desde la percepción de las miradas (2008), y también ha publicado en varias revistas como Revista Poesía Viva, Cartilla El solar, Frontera Libre, entre otras.
Recuerda que llegó al departamento con una maleta didáctica cargada de libros y varios objetivos: implementar el hábito de la lectura en los niños guajiros, utilizar las letras como estímulo para el desarrollo de su creatividad y apoyarlos en el descubrimiento de sus talentos.
En Riohacha es conocido por ser el coordinador de la Casa del Arte y el director general de la Fundación Leer, Pensar y Escribir, la cual creó hace 12 años, mismo tiempo que lleva desarrollándose en el departamento la Fiesta Nacional del Libro: “Estos encuentros no son una feria institucional, sino una actividad social. Se realizan de la mano con las comunidades y nos aseguramos de alcanzar esos lugares del departamento donde la lectura es negada”, comenta Oscar.
Antes de la realización del festival literario, se desarrolla un trabajo conjunto con las instituciones educativas del lugar para que los profesores vayan familiarizando a los estudiantes con los escritores invitados, los cuales no solo dan charlas, sino que también se empapan del territorio; de toda la cultura guajira.
“A veces tocaba llegar a rancherías después de lluvias torrenciales sin zapatos, mojados y montar toda la infraestructura para la presentación. Ha sido un esfuerzo grande, pero demuestra que la literatura no se limita a ser meras palabras que se llevan los vientos alisios que atraviesan el departamento”, agrega.
El festival no tiene stands ni editoriales, tiene comunidades curiosas, artesanías y mantas wayuu de muchos colores que atraviesan una y otra vez los caminos desérticos de la región para escuchar poemas y cuentos durante cinco días.
Según manifiesta el director de la fundación, cuando apenas comenzaban sus trabajos en la zona, notaron que muchos niños no sabían leer ni escribir. Recuerda el caso de una niña en específico que llegaba a los talleres con regularidad, tomaba libros y se quedaba durante horas, sola, pasando las páginas. La niña no sabía leer, pero se entretenía con las ilustraciones.
Casos como el suyo hicieron que Oscar y su equipo se percataran que no bastaba con llevar libros y recitarlos; también era necesario comenzar procesos de acompañamiento para desarrollar estas habilidades que lograsen disminuir los índices de analfabetismo en la región.
En 2018, según el último censo del Departamento de Administración Nacional de Estadística, DANE, el 14,5% de las personas en La Guajira no sabía leer ni escribir, siendo el porcentaje más alto del país. Bogotá solo presentó un 2%.
La fundación Leer, Pensar y Escribir no solo realiza actividades en su sede en Riohacha (donde se manejan un grupo de 20 asistentes por día), también se desplazan a otras zonas del departamento como Manaure, Uribia y Maicao. Acerarse a las comunidades en una oportunidad que ellos tienen para “sentir el territorio con la sensibilidad que despierta el arte”.
Son alrededor de 200 a 250 niños y adolescentes guajiros que participan en las diferentes actividades de la fundación. Con varios de ellos sacaron adelante el libro Historias de Niños Wayuu, en el que lograron contar la percepción de los niños de sus propias comunidades y transformar su tradición oral en cuentos. Eso, para Oscar, demuestra lo involucrados que están en escuchar historias de otros pero también en contar las suyas.
«Aquí hay jóvenes con muchos talentos que merecen atención prioritaria en un modelo de cultura de desarrollo deseable en un departamento tan rico como el de nosotros. Mi llamado es que los colombianos giren un poco la cabeza y atiendan los trabajos sociales y la producción artística que se está generando en esta zona del país», concluye Parra.