En la montaña al nororiente de Medellín, en la parte más alta de la comuna 3 Manrique, en el barrio La Honda, se creó el colectivo Somos por Naturaleza, un lugar para que las personas que habitan la zona puedan participar en procesos formativos y sociales a través del deporte.
El ultimate es un deporte que se juega con un disco volador en vez de un balón de fútbol. Se compite en equipo, no tiene árbitro y los mismos jugadores analizan si los movimientos son faltas o violaciones de las reglas dentro del mismo partido.
Por eso el colectivo Somos por Naturaleza, decidió que su proceso de escuela deportiva en La Honda iniciara con un equipo de ultimate porque, entre otros, este deporte desarrolla habilidades como resolución de conflictos.
“En este proceso queremos lograr una gestión deportiva con los jóvenes del barrio, tenemos un grupo y es de ultimate. Es un deporte que se centra mucho en la solidaridad, el trabajo en equipo, y son valores que nos parecen muy importante desarrollar con los chicos”, explica Julián Machado, director de la corporación.
‘Los del morro’ es el primer equipo deportivo del colectivo, compuesto por adolescentes del barrio. El equipo practica dos veces por semana y su entrenadora es Camila Rojas Pino, una jugadora y entrenadora de ultimate a la que le apasiona compartir sus conocimientos para que más jóvenes del sector puedan encontrar en el deporte una alternativa de vida.
«Nos motiva mucho llevar otras disciplinas deportivas porque solamente existe el fútbol, queríamos que los y las jóvenes tuvieran acceso a algo diferente. El ultimate ayuda mucho a trabajar las problemáticas sociales, personales, es muy exigente físicamente, es una manera en la que todo el tiempo se están retando tanto ellos como sus capacidades físicas», explica Pino.
La Honda: una oportunidad para desarrollar el ultimate
Camila llegó al ultimate en 2009, gracias a las Escuelas Populares del Deporte del Inder Medellín. Actualmente, a sus 24 años, y aunque ya no es una jugadora activa, es profesional en entrenamiento deportivo y se dedica a enseñarle a los jóvenes de La Honda.
En 2020, Satu, como comúnmente le dicen, subió al barrio y conoció los procesos formativos de Somos por Naturaleza. Ella llevó un frisbee y cuando pasaba por la cancha unos chicos le gritaron que les lanzara el disco. Ella lo hizo y recuerda, entre risas, que nunca lo volvió a ver.
“Ahí me planteé la idea de empezar un equipo en La Honda teniendo en cuenta que hay muchos chicos que están interesados en el deporte. Entonces vimos la oportunidad perfecta para seguir fomentando el amor y ese interés porque es un medio de transformación social y personal muy interesante”, cuenta Camila.
Aunque el equipo es muy variable, porque hay momentos en los que van a entrenar 40 personas y hay otros en los que solo aparecen unos pocos, para Camila el proceso ha creado una comunidad y red de apoyo entre los adolescentes.
“Antes, cuando llegábamos a las clases, se peleaban mucho, la verdad, en la mitad de los entrenamientos se nos armaron peleas a los puños, siento que hemos podido trabajar el respeto, la tolerancia a la frustración y el relacionamiento con el mundo y con ellos mismos, para mí es lo más importante sin tener en cuenta la parte deportiva”, dice.
Desde hace dos años que entrena a ‘Los del morro’. Hasta la fecha este equipo se ha enfrentado a grupos de otros barrios, pero también el colectivo los ha llevado a ver torneos y ver a las grandes figuras del ultimate antioqueño. Para Somos por Naturaleza, este deporte de grupo se convirtió en un espacio protector muy interesante para los jóvenes.
Somos por Naturaleza, el colectivo con espacios seguros para los habitantes de La Honda
El colectivo nació de un grupo de amigos que, durante la pandemia, vieron que las personas de la periferia de Medellín eran las más vulnerables de la ciudad por las condiciones de informalidad y falta de ingresos mientras se cumplía la cuarentena obligatoria.
Por eso ellos buscaron alimentos, materiales de bioseguridad, ayudas humanitarias e implementos para mejorar la infraestructura de las casas.
“Durante ocho meses estuvimos recorriendo el barrio La Honda en Manrique y el barrio La Torre en Popular uno y entregando estas ayudas humanitarias. Después de conocer y caminar nos nació la idea de continuar, pero alejándonos un poquito de esa lógica asistencialista y pasamos a preguntarnos por qué la situación de vulnerabilidad y qué se podía hacer al respecto”, explica Machado.
Ahí, como grupo, decidieron enfocarse en el desarrollo de proyectos formativos, culturales y deportivos, para que los habitantes de La Honda tuvieran herramientas de autogobierno, autonomía financiera, desarrollo de habilidades sociales, colectivas y de reconstrucción de tejido social. También para potenciar sus capacidades de todo tipo.
“Escogimos este barrio porque Susana y Ana Molina, dos de las fundadoras de la corporación, tenían un proceso allá y contábamos con unas relaciones comunitarias establecidas y nos parecía que era una comunidad en donde existián varias necesidades, se veía mucha informalidad y muy poca oferta en términos formativos y educativos”, asegura el director.
La Honda es el barrio más periférico de Manrique y, a diferencia del resto de la comuna, aún no tiene mucha presencia de organizaciones que desarrollen un trabajo colectivo en la zona, ni variedad en la oferta gubernamental.
Somos por Naturaleza construyó su centro comunitario, una casa en la que desarrollan todos sus procesos formativos para niños y niñas, jóvenes y adultos.
“Las organizaciones sociales, culturales y comunitarias son las principales gestoras de procesos de base de la ciudad que hacen que cambie la calidad de vida y ayudan al desarrollo de capacidades de autogestión que tienen las comunidades más vulnerables”, concluye Machado.
El colectivo busca ir un paso más allá para cerrar las brechas de desigualdad con el fin de resolver problemas a nivel local. Son espacios protectores, iniciativas que presentan formas diferentes de habitar el barrio y la ciudad de Medellín.