47 indígenas del resguardo Marcelino Tascón en Valparaíso, Antioquia, hacen parte de la Orquesta Filarmónica Emberá Chamí. Alejandro Vásquez, su fundador, dice que la meta es “unir a los pueblos".
En el Resguardo Marcelino Tascón, en Valparaíso (Antioquia), suenan violines, violas, chelos, flautas, oboes, cornos, trompetas, trombones y otros instrumentos. Desde 2019, cerca de 50 indígenas hacen parte de la Orquesta Filarmónica Emberá Chamí, una iniciativa que conecta las tradiciones de la comunidad con la música sinfónica.
La Orquesta es dirigida por Alejandro Vásquez, un músico antioqueño que quiere que otras personas, en todo el país, tengan el tipo de oportunidades que él, en su infancia, también encontró a través de la música.
Pero la propuesta inicial no fue una orquesta. En 2017 era un programa de formación musical y fue hasta 2019 que surgió la Filarmónica. Ambos reúnen, en total, a 47 personas.
El origen de la orquesta indígena
En los años noventa, recuerda Alejandro, Medellín se encontraba inmersa en la violencia, siendo reconocida como una de las ciudades más peligrosas en todo el mundo. Era una violencia que él vivió de cerca. En Aranjuez, el que fue su barrio de infancia, abundaban organizaciones criminales.
Pero él tuvo una posibilidad distinta. Siendo aún un niño, llegó a su barrio la Red de Escuelas de Música, un programa social de la Alcaldía de Medellín para la formación artística.
Ese hecho fue fundamental para su vida. No solo porque fue su inicio en el mundo orquestal, sino porque, con el pasar de los años, sintió la necesidad de retribuir lo recibido. Primero, lo hizo siendo también profesor de la red. Pero tenía otra inquietud: ¿cómo conseguir que esa experiencia no se quedara solo en Medellín?
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Así, en 2017, llegó a la Organización Música para la Paz, que estaba en contacto con el Resguardo Marcelino Tascón para formar musicalmente a niños, niñas y adolescentes. Desde el segundo semestre de 2017 y durante todo 2018, Alejandro viajó hasta el resguardo, a unas seis horas de Medellín.
Fue en 2019, ya no con Música para la Paz (que dejó de existir), sino con la Fundación Pasión y Corazón, creada por Alejandro, que surgió la idea de que esa formación se consolidara en la primera orquesta sinfónica indígena de Colombia.
La idea no era una locura. A fin de cuentas, estaba creando otras orquestas, como la Filarmónica Metropolitana del Valle de Aburrá. Además, ya tenía relación con las autoridades indígenas del resguardo. No era un extraño, dice, que “quería llegar a imponer una idea allí”. Era un trabajo conjunto.
Un asunto de pasión
La primera vez que la Orquesta Filarmónica Emberá Chamí se presentó fue en el casco urbano de Valparaíso. Y lo hizo no con un concierto de música clásica, sino con uno de música parrandera con arreglos orquestales.
“Queremos acercar el mundo orquestal a los territorios donde es difícil llegar y, para eso, nos adaptamos. El concierto fue parrandero, porque sabemos que esa es la música que disfrutan en el pueblo”, cuenta Alejandro. Pero no es solo eso. Esa confluencia de mundos también se ve con la decisión de incluir los instrumentos propios de los emberá en los arreglos musicales de la orquesta.
“Todo, como digo, ha sido un caminar conjunto, siempre a su tiempo y a su ritmo. Pero la capacidad y el talento que encontramos en el resguardo facilitó absolutamente todo el trabajo”, dice Alejandro.
Y también es un asunto de compromiso con este tipo de manifestaciones culturales: “La música sinfónica es universal”, dice Alejandro sobre los sonidos que lo acompañan desde la infancia, “y lo que queremos es unir a los pueblos, unir la cultura”, refiriéndose a cómo se pueden mezclar esa música que llegó desde Europa y la cosmovisión de los emberá chamí, sin que sea una imposición.
De acuerdo con el músico, “Mozart decía que el alma verdadera de los genios no es por su virtuosismo, sino el amor con el que hacen las cosas”. Y eso es lo que se quiere hacer desde la Orquesta Filarmónica Emberá Chamí.