El radio control es un hobby que reúne a cientos de amantes de las carreras de carros a control remoto. Estos vehículos que pueden alcanzar los 90 kilómetros por hora y participar, incluso, en campeonatos internacionales.
Hace 6 años Roger Andrade descubrió el que sería su gran hobby: el radio control. Lo que solía ser uno de los juegues más apetecidos durante la infancia de muchos niños, hoy, para él y el Club RC Bogotá, es un hobby al que adultos de todas las edades le invierten tiempo y dedicación como si de un deporte se tratase. Para ellos, los carros a control remoto no son solo un regalo para navidad. Tienen todo el potencial para merecer sus talleres de mantenimiento y sus propias competencias.
“Tenía ganas de manejar estos carros de nuevo. Me puse a buscar en Bogotá a ver si alguien más lo hacía y me sorprendí al ver comunidades de grupos en Facebook dedicadas a revender y reparar estos vehículos a pequeña escala”, comenta Roger, un arquitecto de 46 años.
Roger explica que la actividad, si bien no tiene una gran resonancia a nivel nacional, en países como Estados Unidos, Japón y Alemania suele ser muy común, tanto que se organizan torneos de hasta una semana a los que asisten más de 800 personas. Incluso, antes de la pandemia, dentro de los grupos de radio control regionales, se estaba rumorando la posibilidad de consolidar un campeonato sudamericano alrededor de esta actividad.
Él, hace años, inició en el Parque Niza (Bogotá), con un grupo llamado Niza Racing. Ahora entrena con un grupo de amigos más consolidado a las afueras del Centro Comercial Bima. Allí se desarrollan carreras On Road, pero menciona que también hay pistas Off Road, cubiertas, descubiertas, de salto, sobre terreno y Camper Cross.
La selección del tipo de pista queda sujeta a la preferencia de la persona y al tipo de carro que posea.
Aunque Roger Andrade lleve 6 años practicando este hobby, menciona que algunos compañeros suyos lo hacen hace 20 años. Durante todo este tiempo ha aprendido que, para alguien que apenas está iniciando, lo más recomendable es comprar autos de segunda:
“Existen de todos los precios. Uno de segunda, bueno, puede estar costando $800 mil. Si se quiere aumentar de nivel, hay algunos que alcanzan los $4 millones. Todo depende del motor y las características del carro”, aclara, como si de un auto tamaño real se tratase.
Y es que, así como pasa con los automóviles que se utilizan en la cotidianidad, en radio control también hay gamas de vehículos: los eléctricos (que funcionan con baterías y cargadores), y los de combustión (que funcionan con un tipo de combustible especial).
Entre risas, Roger Andrade recuerda que durante la pandemia desarmó y armó su carro alrededor de 5 veces.
Sin embargo, aclara que las personas que solo desean entretenerse un rato pueden llevar a que les hagan mantenimiento a ciertos talleres especiales que hay en la ciudad, pero para personas que ya hacen parte de la comunidad, como él, armarlo y conocerlo por dentro es fundamental para mejorar el rendimiento en las carreras.
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“Con el tiempo uno aprende que, si el vehículo se levanta un milímetro más, se comporta diferente. Tengo un amigo que era experto en estos carros a control y luego, curiosamente, decidió participar en una carrea en el Autódromo de Tocancipá (Cundinamarca) en una competencia de autos de tamaño real y me comentó que todos los conocimientos los aplicó de manera muy similar”, explica. Algunos términos como “transferencia de peso”, según comenta, se aplican en ambos tamaños.
Estos carros pueden alcanzar de 80 a 90 Kilómetros por hora. Algunos tienen diseños más convencionales, otros vienen con modelos tipo Formula 1 y Nascar.
Los próximos 24, 25 y 26 de junio hay un campeonato en Medellín, la Segunda Válida Nacional On Road en tapete, organizado por Road Runners.
“Uno arranca esto como un juego, pero a medida que pasa el tiempo se lo va tomando cada vez más en serio”, explica el arquitecto. Ellos, desde Club RC Bogotá, quieren fortalecer esta actividad en el país; hacer que muchas más personas lo conozcan para que “reviva dentro de ellos la misma adrenalina que se sentía al jugar cuando se era niño”, comenta.