La Red del Cuidado Común nació en la vereda El Destino con los objetivos de acercar el productor al consumidor, fortalecer vínculos comunitarios y conservar la ruralidad en la Capital.
Para Marco Aurelio Poveda, una de las más grandes bondades de vivir en el campo es que “si usted ahora sale a donde el vecino y él está tomando tinto, le dan un tinto; si está almorzando, le sacan un almuerzo”.
Ni siquiera Bogotá, expresión máxima en Colombia de ‘urbe’ y ‘metrópoli’, ha podido acabar con las tradiciones campesinas que ya desde mucho antes de que se erigieran altísimos edificios y largas avenidas, se canalizaran ríos y se contaminara el aire, tenían hogar entre las montañas del altiplano cundinamarqués.
Costumbres y cosmogonías dentro de las que la tierra es sustento económico, así como parte fundamental de la identidad de quienes la habitan, fuente de alimento y de paz. Una manera de ver la vida en la que priman la distribución, la generosidad y la asociatividad.
“El campo es nuestra casa, nuestro hogar, es lo máximo” dice María Bertilda Ramírez, esposa de Marco Aurelio, habitantes los dos de la vereda El Destino, en Usme, uno de los puntos del Distrito Capital donde la ruralidad todavía persiste.
Y agrega María Bertilda: “Aquí nosotros vivimos bien, con tranquilidad, muy sabroso y muy saludable. El mismo ambiente lo ayuda a estar uno tranquilo”.
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Desde hace varias generaciones que la familia Poveda Ramírez vive en El Destino y específicamente en la finca El Porvenir. Tanto que María Bertilda recuerda haber escuchado de sus abuelos que antes no había sino esa casa, no contaban con carreteras de ningún tipo y cualquier comunicación se hacía a pie o a lomo de burro.
Fue allí, donde María Bertilda y Marco Aurelio, junto con su hijo Robinson, geógrafo de la Universidad Externado, crearon la Red del Cuidado Común.
Esta, explica Robinson, es un circuito agroalimentario que busca que las personas de la ciudad tengan fácil y cercano acceso a alimentos de buena calidad y a buen precio: “Queremos acortar la intermediación, generar cercanía entre productores y consumidores y dinamizar las economías campesinas”.
La Red del Cuidado Común
La red surgió con apoyo de Fuerza Común, un movimiento político adscrito al Polo Democrático Alternativo, en medio de la pandemia por covid 19, un momento en el que la discusión acerca de la alimentación sana para prevenir la enfermedad se hizo muy presente.
De la misma manera, y dadas las restricciones de movilidad que durante ocho meses tuvo a buena parte de la población nacional, los recursos comenzaron a escasear y con ellos los alimentos que, a su vez, incrementaron su precio.
“Entonces nosotros dijimos: hagamos algo para ayudar y que contribuya también a nuestra economía porque, aunque subieron los alimentos, a nosotros campesinos siempre nos pagaron poco. La papa bajó mucho también y nosotros dependíamos mucho de ella, entonces comenzamos a experimentar”.
Así surgió la idea de crear canastas de mercado para distribuir a domicilio con distintos productos de las veredas de Usme rural y de la aldeaña Sumapaz, la localidad más grande de Bogotá.
Fresas de las veredas Curubital y Arrayanes; cubios de la vereda Margaritas; huevos, miel y hortalizas de El Destino; queso de Nazareth; arándanos del aledaño municipio de Chipaque; cebolla larga, tomate, zanahoria, papa y aromáticas.
Esos son algunos productos que componen las canastas campesinas que hoy, luego de un largo proceso de prueba y error, venden a domicilio y a través de redes sociales desde la Red del Cuidado Común.
Fortalecimiento de la economía rural y su comunidad
“La red es una excelente alternativa económica porque uno tiene garantizada la salida de sus productos y así, entonces, podemos producir más y más, sabiendo que vamos a poder venderlos y sin intermediario, directamente al consumidor” dice Maria Bertilda.
Y es que, en su mejor momento, la Red vendía 100 mercados a la semana y participaban en eventos locales donde llegaron a vender hasta 700 mercados en una sola jornada. Sin embargo, con la coyuntura electoral de este año, decidieron bajarle al ritmo y dar una breve pausa por otras obligaciones que tenían sus integrantes.
Aun así, comenta Robinson, ya retomaron la venta y esperan alcanzar el ritmo de producción y distribución.
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En la comunidad rural de Usme dicen coloquialmente que la gente ‘se distingue’ antes de conocerse, algo similar ocurría con los habitantes de la localidad antes de que la iniciativa fortaleciera vínculos. De hecho, más que vecinos, ahora pueden decir que son amigos.
“Antes uno sabía dónde vivía, por ejemplo, don Renan, pero no lo tratábamos. Ahora él, cuando viene a dejarnos las fresas para los mercados, nos regala para nosotros también” comenta María Bertilda.
Y Marco Aurelio agrega: “Ya ellos saben quiénes somos nosotros y nosotros sabemos quiénes son ellos”.
Sembrar es resistir
Ese es el mensaje que se lee en la camiseta que lleva puesta Robinson y que alude a otro de los propósitos fundamentales de la Red: conservar la identidad campesina en un territorio que se urbaniza a pasos agigantados.
Para Robinson, el proyecto es también un esfuerzo por dar a conocer la vida rural por su asociatividad inherente, presente en cosas tan cotidianas en el campo y tan olvidadas en la ciudad como el acto de saludar: no se cruza nadie en la vereda sin recibir un «¡Buenos días!».
Para los tres, es precisamente ese profundo sentimiento de comunidad y el trabajo articulado y a varias manos, lo que ha hecho posible a la Red y todos sus triunfos: “Uno solo no puede”, concuerda la familia.
Por eso mismo, en El Porvenir han estado siempre dispuestos a recibir a cualquiera que quiera pasar a visitar. Han abierto las puertas a estudiantes de colegios y universidades en salidas académicas y a campesinos de otras veredas o localidades que llegan para preguntar cómo conformaron la asociación.
Se han convertido, entonces, en referentes y, así, en guardianes y defensores de la ruralidad y de sus costumbres. No niegan las bondades que ha llevado la tecnología, pero también son capaces de ver sus falencias.
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Por ello, en un esfuerzo que para muchos puede sonar a capricho motivado por la nostalgia, pero que en realidad demuestra un conocimiento profundo de la productividad del suelo, Marco Aurelio dice que la tecnificación del campo, aunque absolutamente necesaria, debe saberse tramitar.
Lo dice porque aunque un tractor puede preparar un pedazo de tierra para sembrar en dos horas, a diferencia del día entero que tomaba hacerlo con una yunta, su uso constante erosiona la tierra y la vuelve improductiva.
“Vamos a llegar al punto en que la tierra no nos va a producir nada. Se maltrata con equipos tan pesados y con tantas revoluciones que la deja hecha polvo” asegura.
Por su parte, María Bertilda cree que ese momento está más cerca de lo que parece: “Nosotros hacemos dos siembras de papa y después, de pronto, una de arveja y ya, toca dejarla descansar por lo menos dos años, porque ya no produce como antes y toca entonces comenzar a echarle químicos y peor”.
De ahí, entonces, que dentro de los planes futuros de la Red esté comenzar a generar procesos de formación con población joven, local y de otros lugares, en buenas prácticas agrícolas e identidades campesinas, así como en pedagogía para los consumidores y soberanía alimentaria.
De la misma manera, buscan realizar alianzas con instituciones educativas para que se generen cada vez más visitas y salidas académicas, no solo a la finca El Porvenir, sino al territorio en general, y de esa manera despertar conciencia e interes alrededor de lo fundamental que es la ruralidad para la vida urbana.
Por ello, y también con la idea de convertirse en referentes distritales y, por qué no, nacionales, en temas de circuitos agroalimentarios, la Red está en este momento en busca de diversos modos de financiación.
Si usted quiere contribuir de alguna manera o quiere comprar los mercados que produce la Red, puede obtener toda la información a través de su página de Instagram o contactar a Robinson al número: 320 2825648.