Rituales es una compañía de café que sirve y comercializa los granos cultivados por 30 caficultores de La Sierra, uno de los barrios periféricos de la ciudad.
Al igual que la comuna 13 de Medellín, el barrio La Sierra, de la comuna 8 al oriente de la ciudad, estuvo asociado durante mucho tiempo con el conflicto urbano. No solamente porque surgió como un asentamiento en medio de la montaña, sino porque fue el escenario protagonista de un documental ganador de premios en festivales de cine alrededor del mundo.
Estrenado en la televisión colombiana el 2 de octubre de 2005, el documental ‘La Sierra’ narra uno de los episodios donde se pueden identificar a los actores paramilitares que controlaban Medellín hasta finales de la primera década de los 2000. Sin embargo, su fama dejó sobre sus habitantes una visión estigmatizada del territorio que, además de la violencia que enfrentaban, los alejó de condiciones dignas de vida y trabajo.
Por esto, hace cinco años Joan Molina, Cristian Raigosa y Amanda Bravo comenzaron su apuesta de cambiar la imagen del barrio por otra donde lo reconozcan como el origen de cafés especiales que transforman vidas.
Así crearon Rituales, un emprendimiento para ofrecer oportunidades de distribución y comercialización de bourbon rojo, caturra, castillo y otras variedades de grano que 30 personas cultivan en este inusual vecindario urbano.
A 1.900 metros sobre el nivel del mar
La Sierra es un barrio campesino levantado por hombres y mujeres desplazados de los distintos municipios de Antioquia que emigraron a Medellín huyendo de la violencia rural. Personas como Gabriel Cortés, no dejaron atrás sus raíces y siguieron con su oficio de labrar la tierra, pues la montaña que rodeaba la ciudad, aún no urbanizada, cumplía con la suficiente altura para llevar a cabo su cultivo: 1.900 metros sobre el nivel del mar.
Don Gabriel solía vender su cosecha de bourbon rojo en una cooperativa de caficultores de Caldas, Antioquia, y fue así como esta llegó hasta las papilas gustativas de Cristian Raigosa, quien trabajaba en una tostadora y trilladora de café en este mismo municipio. Cristian probó el café de Gabriel en una mesa de cata donde había más muestras de otros cultivos pero a su juicio, esa fue la mejor.
Así que indagó y se dio cuenta de que ese grano venía de Medellín y se vendía en la cooperativa a un precio que no correspondía con su calidad. Entonces llevó a su novia, Amanda Bravo, a otra cata organizada directamente en el barrio donde Gabriel los recibió.
«Cuando lo vi quedé enamorada porque se ve lo duro que ha trabajado. En sus manos y en su rostro se ve las condiciones de vida que tiene», recuerda Amanda, quien ese día de febrero de 2016 hizo un pacto con don Gabriel y otros caficultores del barrio: «vamos a ayudarlos a mejorar su calidad de vida, a cambiar la imagen de La Sierra para que tengan más oportunidades», les dijo.
Entonces crearon la marca y la empezaron a vender empacada. Pero su pasión por el café fue tal que Cristian y Amanda se fueron ese mismo año a trabajar en tiendas de café de Europa para ahorrar dinero y aprender de la venta de café a través de esta plaza y así regresar al año siguiente y abrir su propia tienda en Laureles.
El 'ritual' del proceso
El proceso de siembra y recolección en La Sierra se hace únicamente con granos maduros, por eso Amalia, una habitante del sector, asegura que se trata de un café especial. Además del bourbon rojo de Gabriel y el caturra, que ya lleva varios años dando frutos en el barrio, han experimentado sembrando nuevas variedades de grano como el geisha.
Rituales, por su parte, comenzó con las cosechas de Gabriel pero fueron ampliando el grupo caficultor y hoy ya cuentan con 30 productores aliados, quienes se encargan de la siembra y la recolección de granos en óptimo estado. «No podíamos exigirles a ellos, casi todos desplazados por la violencia, que construyeran sus marquesinas -una especie de carpa para proteger la producción- o compraran tanques de fermentación», admite Amanda.
Es por eso que los emprendedores construyeron una microcentral en medio de las fincas del barrio donde Amalia junto con Yesid, otro habitante del sector, reciben el café de los 30 productores y lo procesan. «Así los campesinos que hacen parte de nuestro proyecto llamado Renacer, solo se encargan de la recolección y reducen costos de operación», describe Amanda.
Después de recibir la cosecha, esta pareja se encarga de lavarla, ponerla a fermentar, despulparla, hacer el secado al sol en las marquesinas y luego llevarla hasta La Fábrica de Café, donde se hace el proceso de tueste, en el barrio Perpetuo Socorro del centro de Medellín. Ellos también se encargan de pagarles a los caficultores.
«Nosotros les pagamos un sobreprecio, es decir, les pagamos más de lo que cuesta el café en este momento», afirma Amanda. De acuerdo con la emprendedora, eso es lo que les permite mejorar sus viviendas y su calidad de vida.
Después del tostado, el café llega a la tienda ubicada en el barrio Laureles para servirse en tazas humeantes. «Por eso este proceso es todo un ritual, porque se hace con mucho cuidado», explica Amanda, quien también cuenta que el nombre de Rituales viene de otros dos emprendimientos de café que tuvo Cristian antes de descubrir a los caficultores de La Sierra.