Nada puede haber más romántico o diciente que una carta escrita a mano, eso opina Aura Estela Vélez, creadora de la empresa El Cartero de Celestina.
Como un sueño que brota de un recuerdo, así nació en Aura Estela Vélez el deseo de crear una empresa que reviviera una tradición olvidada en la época de la telefonía móvil, los mensajes instantáneos y las redes sociales: las cartas escritas a mano.
Las alas en sus pies han sido cambiadas por dos llantas de la bicicleta eléctrica que utiliza Diader José Tejada, mejor conocido como’ Jose el cartero’.
En el canasto de mimbre de su bicicleta se bambolean flores de colores y en su valija viajan las cartas llenas de mensajes de amor y alegría que sin duda alumbran con sonrisas el rostro de quienes las reciben, o eso ha podido presenciar ‘Jose’ en cada entrega.
“Con el proyecto de El cartero de Celestina nosotros apostamos por la nostalgia, por ese tiempo pasado y por la presencialidad. Si bien la comunicación se da de manera muy ágil hoy en día, hablar de forma presencial es vital para nuestro desarrollo y hace parte del eje central de nuestras comunicaciones. Desde ahí tocamos a las personas. Esa es nuestra promesa de venta”, opina Tejada.
Es por eso que, como lo cuenta Vélez, la empresa inició desde la imagen de un cartero en bicicleta. De hecho, cuando Tejada está rodando por la ciudad, cuentan que la gente les toma fotos y les piden el volante de sus trabajos, algo que ha creado un gran voz a voz.
Pero, pese a que su objetivo es revivir las cartas, El Cartero de Celestina también se ha valido de las redes sociales para dar a conocer su negocio y la respuesta del público ha sido más que positiva.
“La gente mira las experiencias que publicamos en nuestras redes, se emociona y se antoja de enviar una carta. Aunque hay algunos que piden la carta sin el cartero, para que la entrega sea algo más tranquila, otros han buscado utilizar el servicio precisamente por el performance, la rima y el saludo que hace ‘Jose’ en cada entrega”, relata la dueña.
Tejada comenta que le pone mucho empeño a esta labor de entregar cartas y hacer que sea especial para quien la recibe, ya que el recorrido que hace una carta para llegar a su destinatario es, en su opinión, muy mágico.
“Todo empieza con la persona que va a mandar el mensaje. Luego de crearlo llega a manos de doña Aura que lo vuelve poesía en el papel, a través de la máquina de escribir. Después me cuenta a mí la historia, lo que se quiere entregar en esa carta y con eso yo ya tomo el sobre, lo meto en mi valija, me monto en la bicicleta y el viaje sigue. El mensaje viaja desde un corazón lleno de amor hacia otro y nosotros estamos en la ruta, siendo los encargados de llevar el paquete. Esa es la magia de este trabajo”, comenta el cartero.
“La gente siempre me mira cuando estoy en la bicicleta, porque un lunes a las 9 de la mañana, en una ciudad como Medellín, que aparezca alguien en una bicicleta llena de flores es una sorpresa. La gente siempre se ilumina y eso hace parte de la recompensa de este trabajo”, agrega.
Todo comenzó con una carta
La idea inicial de Vélez era que la gente «escribiera de su puño y letra» las cartas que quisieran enviar, y que ella simplemente la empacara en los sobres, con las estampillas y los sellos. “Como en los años pasados”, dice.
Pero no todas las personas llegan con la carta hecha a mano. De hecho, en un principio había quienes se contactaban con ella para que les escribiera la carta por ellos, algo que ella negó rotundamente desde un inicio.
“Nosotros no escribimos la carta, le decimos a los clientes que ellos escriban el mensaje, los hacemos inspirarse», comenta.
Una vez recibido el mensaje que se desea poner en la carta, El Cartero de Celestina puede ayudarlos a transcribirlo, bien sea en caligrafía o en máquina de escribir, si así lo desea la persona.
El proyecto se ha hecho tan conocido que en el momento también están ayudando a gente que se encuentra fuera de la ciudad o incluso del país para que puedan usar el servicio, que solo funcionaba en Medellín.
“A quienes están afuera les pedimos que nos envíen las postales, para que nosotros las imprimamos en un papel especial y se las ponemos a las cartas”, explica Vélez.
En el momento también tienen otro formatode antaño, los telegramas “para personas que son cortas de palabras”.
El emprendimiento de Vélez surgió por una historia familiar. En un principio, recuerda la llegada del primer cartero a su casa con noticias de un hermano que a los 16 años se había ido de polizón en un barco con rumbo a Nueva York, desde Cartagena.
Pero también se inspiró por el recuerdo de sus seis hermanas que recibían de manos del cartero las cartas de amor que les enviaban.
“A mí esa idea se me quedó grabada en el alma. Me parecía hermoso ver llegar al cartero con esa valija en la que buscaba y sacaba cartas. Mientras preguntaba por el destinatario tenía alrededor una recua de chiquillos gritando “llegó el cartero”. Las mayores llegaban del colegio, tiraban la maleta y lo primero que hacían era preguntar si había cartas para ellas”, recuerda.
Pero la tradición de las cartas y el cartero se la llevaron los computadores y los celulares, los cuáles ella veía que consumían a las personas en sus horas de descanso o en el almuerzo. “En el trabajo veía a la gente siempre desconectada, pegada del celular, aun cuando tenían una relación”, dice.
Por eso, cuando le faltaban dos años para pensionarse empezó a pensar que las personas debían tener la experiencia de lo que es recibir y enviar una carta hecha a mano.
“Desde ahí comencé a meditar cómo quería que fuera el proyecto, cómo recuperar ese oficio mágico del cartero que llegaba en una bicicleta con tan buenas noticias y que quien recibiera el sobre se emocionara tanto por ese papel. De eso ya han pasado unos diez años”, cuenta.
A través de su iniciativa también quería recupera la costumbre de que la gente hablara y se conectara con las palabras desde el corazón.
Cuando ya se pensionó, Vélez se fue a vivir a Santa Elena y un día de crisis de pensionada su hija la incitó a escribir de una vez por todas su proyecto del cartero, lo cual hizo de forma muy detallada, construyéndolo con un toque muy clásico y nostálgico.
El nombre inicial del emprendimiento era El cartero o Llegó el cartero y cuando la propuesta ya estuvo desarrollada se las mostró a sus hijas, quienes encontraron la idea bellísima. Siendo así las cosas le propusieron hablara con alguien que sabía mucho de emprendimiento, quien por desgracia le dijo que este no iba a funcionar.
“Me sugirió, en cambio, que me dedicara a organizar bodas, al ver mis gustos personales, y yo muy triste regresé a Santa Elena y le hice caso. Me certifiqué como planner en Uruguay, monté mi empresa de eventos Celestina. Pero como no era lo que yo quería, a los dos años lo dejé y me decidí a trabajar en mi cartero”, comenta Vélez.
Registraron la marca como El Cartero de Celestina, porque el nombre de El cartero ya lo había reservado un restaurante de domicilios. Luego conoció a ‘Jose’, un ciclista que ha recorrido Latinoamérica en bicicleta, y comenzó su empresa.
“Esto es más un hobby que una gran empresa. Yo digo que es un taller de amor y cada envío que hacemos es una conexión de nosotros con quien envía y recibe la carta. Es muy especial, de verdad que sí”, afirma ella.