Las integrantes de la Asociación de Mujeres Mis Esfuerzos crearon un museo itinerante que busca dignificar sus historias, crear memoria acerca de lo que les pasó y contribuir al restablecimiento y la defensa de los derechos de las víctimas del conflicto.
Cuando Omerly Vergara era niña, le gustaba cantar vallenato. Tanto que soñaba con un día ser cantante y ganarse la vida al son del acordeón, la guacharaca y la caja, botando versos de su autoría como lo hicieron Farid Ortiz y Eduar Morleos, dos vallenateros que dice, “me tocan mucho el alma”.
“El conflicto rompió ese sueño”cuenta antes de agregar que ya no canta tan bonito como antes.
Nació en Santo Domingo de Meza, un corregimiento de El Carmen de Bolívar, al que se refiere como ‘la mejor tierra que tienen los Montes de María’ por la alta productividad de sus suelos y por los nacimientos de agua que allí abundan.
“Se produce todo lo que queríamos sembrar: yuca, maíz, ñame, arroz, café. Además, tenemos la gran bendición de tener todo el tiempo agua pura, natural y sin contaminación”.
En 1993, sin embargo, tuvo que abandonar su tierra a causa de la guerra, que llegó y se acuarteló con fuerza en su pueblo. Fue víctima de violencia sexual y tuvo que sufrir la desaparición forzada de su pareja.
Aun así, se dice “una mujer echada pa´lante, que a pesar de las adversidades no se rinde, una luchadora, defensora de derechos, madre de cinco hermosos hijos y abuela de cuatro hermosos nietos”.
Es una de aquellas personas que resistió y nunca se doblegó ante la guerra y la violencia. Que la sufrió y la lloró, claro, pero que nunca se dejó vencer; jamás perdió su capacidad de agencia a pesar de que la guerra buscó sistemáticamente quitársela.
Desde niña se destacaba como una líder en su colegio y aunque dice que después de la guerra su voz no sirve ya mucho para el vallenato, sí le ha sido útil para reunir a las mujeres víctimas de Santo Domingo. A través de este proyecto, buscan reconciliarse con su pasado mediante el relato de sus experiencias, dignificar sus historias, generar memoria a su alrededor y contribuir a la retribución de los derechos arrebatados por los violentos.
El Museo Itinerante de Mujeres Víctimas del Conflicto
Omerly es una de las 18 mujeres que fundaron la Asociación de Mujeres ‘Mis Esfuerzos’, que surgió en el barrio San José de Los Campanos, sector Revivir, en la ciudad de Cartagena.
Allá llegó Omerly luego de que a causa de la constante presencia de personas pertenecientes a grupos armados tuviera que desplazarse del barrio El Líbano, también en Cartagena, al que llegó en 1993 cuando salió de Santo Domingo.
En los Campanos fue beneficiaria, así como las 100 familias del barrio, de un proceso de construcción de vivienda que auspició Vivamos Mejor, una organización suiza dedicada a mejorar las condiciones habitacionales en América Latina, y que fue fundamental para fortalecer los lazos comunitarios y barriales de los habitantes del barrio, en su mayoría mujeres, quienes estuvieron encargadas del levantamiento de las viviendas.
Ya establecidas, conocieron diversas organizaciones defensoras de derechos humanos, como la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, con la que se capacitaron en temas de derechos humanos y civiles y luego, en 2016, constituyeron la asociación con el propósito fundamental de “defender los derechos de las mujeres víctimas del conflicto, sin olvidar con eso al resto de la población” asegura Omerly.
Con esa organización, y con el apoyo de la Corporación y Paz Canal del Dique y Zona Costera, establecieron el Museo Itinerante de la Reparación Simbólica, que abrió sus puertas este año en el salón comunal de Los Campanos y está compuesto por 84 piezas elaboradas por las mujeres que incluyen cartografías de sus cuerpos, así como una serie de piezas que llamaron ‘Cicatrices’, donde dibujaron sus cuerpos, los rompieron y los volvieron a armar para simbolizar las afectaciones que dejó el conflicto: “Para mostrar cómo éramos antes y cómo somos ahora después de la guerra”.
También hay cuadros donde las mujeres plasmaron sus esperanzas hacia el futuro, “porque a pesar de todo lo vivido, tenemos la esperanza de vivir, no sin dolor, pero sí recordando sin tener que llorar cuando relatamos”.
Allí, precisamente, radica el poder del museo y de las piezas que lo componen: poder contar lo que les pasó.
La fuerza del relato
Cuando Omerly llegó por primera vez a Cartagena tenía 17 años y ya era mamá de dos hijos. No tenía a quién acudir no contaba con nadie y no podía si quiera denunciar su desplazamiento ante alguna autoridad porque no había dónde hacerlo y porque prefería permanecer en silencio a causa de la estigmatización que sufrían las personas de su pueblo y de su región, tildadas de guerrilleros o colaboradores de las Farc.
“No podíamos si quiera hablar, estuvimos calladas durante mucho tiempo, también porque las amenazas estaban todavía allí. Era un miedo constante”.
Pero gracias al museo, cuenta Omerly, el silencio se ha ido rompiendo y con él se ha disipado el miedo del que hace tiempo fue presa, reemplazado por la ligereza y el alivio que llega al encontrar un espacio seguro en donde narrar lo que tuvo que sufrir.
“Al escuchar las historias de otras mujeres que pasaron por situaciones similares a la mía, me llenaron de fortaleza para contar lo que me había sucedido y así hacer que se sepan las verdades de lo que pasó en Colombia” cuenta Omerly, quien agrega que fue a través de esa narración que pudo aliviar la tensión y la zozobra en la que vivía constantemente.
Y es que el museo no ha sido solo un escenario para narrar, sino que ha funcionado de plataforma para generar alianzas con instituciones gubernamentales y organizaciones sociales con las que han articulado esfuerzos para contar sus historias en otros municipios del departamento y de la subregión a la que pertenecen, los Montes de María.
El museo hacia el futuro
Si bien Omerly comenta que el objetivo principal del museo es generar procesos de memoria y de verdad para la no repetición del conflicto, así como para aliviar el peso con el que las mujeres que lo fundaron han cargado durante años, también esperan poder consolidarlo como un emprendimiento que genere recursos para ellas.
Eso a través de la venta de camisetas, artesanías y otros elementos que están planeando con la organización y el apoyo de Prodepaz.
Además, y dado que el museo es itinerante, esperan poder llevar sus exposiciones a todos los departamentos de Colombia, con la intención de que el país entero conozca sus historias y se articule alrededor de la no repetición. Incluso, dice Omerly, quieren llevarlo a otros países.
Tanto ha significado el museo para Omerly que, aunque confiesa que ya no lo hace como antes, se ha vuelto a animar a cantar vallenatos, tal y como lo hacía cuando era niña en Santo Domingo y con ello, dice, ha vuelto la esperanza, el sentido de futuro y la emoción que significa la infinidad que significa la vida y, sobre todo, la vida en paz.