Con arte callejero, Sabina Bolaños busca llevar al espacio público la cultura y las historias que existen detrás de las comunidades y los espacios que ellas habitan.
El arte urbano, dice Sabina Bolaños, es incontrolable. Lo es porque responde a las necesidades comunicativas que tiene la humanidad como especie y que la han acompañado desde el principio de sus tiempos.
Gracias al grafiti, dice, surgió la comunicación escrita.
“Los vestigios arqueológicos pintados en cuevas o los petroglifos, rocas talladas con dibujitos, son evidencia de esas necesidades comunicativas que han existido toda nuestra historia y hoy aparecen de repente en inscripciones en las paredes, con la firma de uno, el dibujito del otro, el ‘te amo Mari’ de otro”, explica Sabina.
Esas nuevas inscripciones, dice ella, surgen, hacen parte y son evidencia de una ‘naturaleza salvaje’ que todavía sobrevive en cada persona, a pesar de un ilógico intento de la modernidad por suprimirla.
Sabina nació en Pasto en un hogar de artistas. Sus padres se dedican al teatro y desde muy pequeña estimularon en ella una pasión por la cultura, la cual, muy similar al volcán que veía a diario mientras creció y que la acompaña todavía en sus andanzas por la capital de Nariño, es explosiva e incontrolable.
Sin embargo, fue en Bogotá, ciudad que solía visitar cuando estaba de vacaciones, que surgió y consolidó su interés por el arte urbano y el muralismo en particular.
Ya en Pasto había visto firmas (‘tags’) y uno que otro dibujo pequeño, pero “Bogotá me voló la cabeza”, dice. “Recuerdo una vez que fui como a los 12 o 13 años y veía las calles llenas de color, letras gigantes y por primera vez vi gráfica en gran formato, diseño como tal en las paredes”.
Comenzó a pintar las paredes de su habitación, a llenar sus cuadernos del colegio con diseños y dibujos, a decorar las cartas que les enviaba a sus amigos.
Desde entonces, no ha parado de pintar y ahora va a participar por segunda vez en el Festival Ibanasca, un encuentro de mujeres artistas que busca resaltar la presencia femenina en la industria, al tiempo que homenajear la cultura popular de Honda (Tolima), donde se llevará a cabo el encuentro entre el 20 y el 22 de mayo.
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“El arte urbano es como plantar una semillita de armonía”
En esa visita a Bogotá, Sabina conoció el esténcil, la primera técnica con la que hizo intervenciones callejeras en compañía de uno de sus amigos del colegio y con el que formó su primer colectivo de arte urbano: Kamikasi.
Fue allí que comenzó su carrera de artista, haciendo intervenciones con base en sus gustos personales y que, en ese sentido, eran “más para mí que otra cosa, cosas de mi imaginación”.
Más tarde, mientras estudiaba Diseño Visual en la Universidad de Caldas, conformó otro colectivo con un grupo de amigos al que llamaron ‘Muros Libres’.
Entonces ya había abandonado el esténcil, porque su carrera universitaria la invitó a explorar un dibujo más libre, cosa que, a su vez, le sirvió para desarrollar confianza en su propio trazo y para adentrarse en formatos más grandes.
“Muros Libres fue un proyecto mucho más social, porque partió de un interés por el muralismo comunitario. Lo que hacíamos era liberar muros a través del arte”, explica la artista.
El colectivo realizabaa talleres artísticos en comunidades de Manizales, formaba galerías en espacios públicos para democratizar el acceso al arte y a la cultura, y en general su trabajo se concentró en la relación con las comunidades y cómo estas interactúan y quieren interactuar con el espacio en el que habitan.
En ese sentido, dice Psylo Sabin (su nombre artístico), en ese tipo de intervenciones ella funciona como un puente entre la idea que quiere transmitir la comunidad y la imagen que se va a obtener. A través de talleres y laboratorios de creación colectiva, los miembros de la comunidad, de una parte, cuentan quiénes son y qué quieren hacer, y ella, por otra, explica qué son los murales y cuáles son sus posibilidades y su potencia.
“Con eso formamos un concepto de qué es lo que la comunidad quiere comunicar en su territorio a partir del mural, que luego ayudan a realizar”, aclara.
Tanto así que, muchas veces, las personas que pasan por las calles mientras ella hace una obra la abordan para darle retroalimentación o sugerencias de su trabajo. Ella lo recibe siempre con cariño y atención, pues cree que es fundamental saber cómo perciben su trabajo las personas que usan ese espacio, porque al final es a ellas a quienes les queda.
«Eso es muy bello de pintar en la calle, una está siempre muy dispuesta al diálogo. Me hacen sugerencias que a veces acojo y a veces no, pero siempre son enseñanzas que quedan ahí«.
Para Sabina, al final, el arte en general es una herramienta para construir y fortalecer lazos comunitarios mientras que invita al diálogo, cosa que para ella es la base fundamental de cualquier comunidad. Pero, adicional a eso, el arte urbano en particular tiene una virtud especial y es la habilidad transformar una comunidad positivamente.
En su experiencia, no solo los murales contribuyen con el embellecimiento del espacio público como tal y de esa manera generan armonía en él, sino que motivan a la comunidad a la acción y a continuar con ese embellecimiento.
“Se pinta un lugar que era antes invisible y luego la comunidad misma se interesa por hacer limpieza, en hacer intervenciones cívicas para devolver la vida a ese espacio. Entonces se organiza para hacer un parque junto al mural o poner una sillita para apreciarlo, o un jardín o una huerta comunitaria”, dice Sabina.
Así, dice, el arte urbano es “como poner una semillita de armonía para que las comunidades hagan que florezca y se expanda”.
Arte urbano para narrar la cultura popular
Y aunque Muros Libres es un proyecto que quedó en su pasado, con su colectivo actual, ‘Colorama’, y su trabajo individual, bajo el nombre de Psylo Sabin, el interés por sembrar esa semilla y por contar historias de los habitantes de los espacios que interviene continúan siendo fundamentales.
Ese, de hecho, dice que es el hilo conductor de su obra actual, del que, además, su ciudad natal es la principal inspiración.
Cuenta que allí, en Pasto, existe todavía un profundo arraigo y vigencia de la sabiduría y el conocimiento tradicional, que además ha tenido siempre gran importancia en su hogar: el conocimiento y uso de las plantas, los animales que habitan el territorio y la astrología, entre otras cosas.
“Entonces yo quiero seguir contando eso que dijeron los antiguos habitantes del territorio a través de sus cerámicas, su orfebrería y sus tejidos. Y hoy puedo seguir haciéndolo a través del arte urbano”, indica Sabina.
Es precisamente eso lo que quiere, también, con su participación en el Festival Ibanasca, cuyo tema este año es la cultura popular hondana.
Para esta, su segunda participación, pintó un mural dedicado a las aves y a la diversidad de especies que existe en el Tolima y en Colombia en general.
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“Es algo que me ha impactado mucho de Honda: uno se queda mirando un momentico un árbol y pasan por lo menos tres especies diferentes de aves. También suenan pajaritos a toda hora y acá hay una cultura de reconocimiento a las aves, las personas conocen sus nombres, qué comen, sobre qué árboles se posan, entonces me pareció súper lindo destacar eso”.
Pero además, para Sabina su participación en el festival es especial por varias razones. Por un lado, porque dice que los encuentros y los festivales artísticos son su mayor escuela y los lugares donde más enriquece su creación artística: «Allí comparto e intercambio técnicas, formas de trabajar, visiones y experiencias acerca del arte con otras personas».
Por otro, porque es un festival compuesto y dedicado a las mujeres artistas y a las mujeres en general, en un acto también de resistencia y reivindicación de su lugar en la calle, que suele ser un espacio particularmente hostil para ellas.
De esa manera, dice, «es una escuela máxima porque compartimos conocimientos desde nuestro sentir femenino en relación al arte, que es también muy particular.»
Y es también un espacio revolucionario, pues «ver mujeres trepadas en andamios, agarrando palos enormes con rodillos y pintando murales gigantes es muy hermoso. Reafirma el hecho de que cualquier ser humano, o humana, puede hacer lo que quiera”, explica Sabina.
Asimismo, cuenta que, en lo personal y en su carrera como artista, estar invitada de nuevo al festival “es muy lindo, porque confirma que estoy en buen camino, que la vida recibe bien lo que sale de mi cabecita, de mis manos y de mi corazón”.