La Fundación cultural Territorios, Arte y Paz trabaja con las poblaciones del Caribe en la creación de productos audiovisuales, promoción de lectura y experiencias inmersivas de realidad virtual y aumentada para crear una nueva comprensión sobre el territorio.
Despertar nuevas sensibilidades a través de la realidad aumentada es uno de los trabajos de Adolfo García Correa, director de la Fundación Territorios, Arte y Paz. Desde allí lanzaron varias convocatorias para que las personas se postularan a una serie de talleres a través de los que, según Adolfo, «plasmarían su interpretación de la realidad con la ayuda de este recurso tecnológico».
Adolfo García es oriundo de Santa Bárbara, Antioquia, pero llegó a Barranquilla buscando trabajo en higiene y manipulación de alimentos, sector en el que ya tenía experiencia laboral. Dice que siempre le interesó el trabajo social, sin embargo, fue en la ciudad, con su esposa Heidy Mejía, la promotora premiada por crear 160 puntos de lectura en el país, que su vida tomó otra dirección.
En un principio comenzaron con talleres de lectura con adultos mayores. Luego pasaron a promoción cultural con niños y jóvenes. Así, su población fue creciendo. Y también la necesidad de encontrar herramientas para que sus trabajos comunitarios tuviesen mayor incidencia.
En el camino se dieron cuenta que la realidad aumentada podía ser una herramienta muy útil para transformar la realidad tangible, si se le daba un enfoque social, y eso hicieron.
La fundación planteó temáticas variadas, que van desde conectar con las ciudades que habitamos a partir de la experiencia sensorial hasta empatizar con cuestiones sociales más complejas, como la migración.
En su primer Encuentro de Realidad Aumentada, por ejemplo, contaron con participantes de otros países. Dos de esos fueron México y Venezuela, que comparten las complejidades de la migración ilegal en sus fronteras.
García recuerda que una de las experiencias más poderosas fue con el proyecto ‘Migrar entre palabras’, un espacio que se idearon para abordar la migración desde la realidad aumentada. Los contenidos fueron desarrollados por migrantes y asociaciones que trabajan alrededor del tema.
“Nuestra idea era despertar empatía en las personas que no son migrantes . Disminuir los niveles de xenofobia, porque la experiencia permite ‘ponerse en el zapato del otro’ y reflexionar desde las sensaciones”, explica Adolfo
Pero la migración fue solo uno de los tantos temas que abordan con este formato.
El proyecto nace como una alianza con el Banco de la República durante la pandemia. Comenzó con la recreación virtual de Barranquilla, donde se hizo una convocatoria abierta con gestores culturales, educativos y sociales.
Posteriormente se inició un proceso de reconocimiento del territorio, o ‘expediciones literarias’, como las llaman: ¿A qué sabe Barranquilla? ¿Cuáles son sus olores característicos? “Ahí nos dimos cuenta que la realidad aumentada no es un juguete, es una herramienta para trabajar en la conciencia del territorio”, explica Adolfo.
Posteriormente, la experiencia se realizó con La Guajira, Santa Marta, Sincelejo y también planean extenderse a Cartagena.
Su trabajo permite visibilizar territorios insulares, étnicos, afro descendientes, rurales y urbanos de Colombia por medio de la cocreación, es decir, interpretar los territorios con sus habitantes. Para García, esas experiencias inmersivas, combinadas con la lectura la escritura y las narrativas visuales, generan identidad.
El proyecto también lo implementaron con niños y adultos mayores. A quienes tenían movilidad reducida les pusieron las gafas, para que experimentaran el estar en una playa, por ejemplo. Y a los niños que están en espacios retirados, la fundación les brinda experiencia inmersiva en otras ciudades que no han visitado.
Según Adolfo, en el país hay personas que están entendiendo que se pueden crear escenarios inmersivos muy poderosos con esta herramienta, pero que, sin embargo, está más centrada en los videojuegos, animación e interacción educativa.
“Recuerdo que en Colombia 4.0 vi un trabajo chileno de mujeres que están en la cárcel y se les da la oportunidad de ponerse las gafas y recorrer sus barrios, entrar a sus casas. Eso es muy poderoso, cuestiona directamente el concepto de libertad”, agrega.
La realidad aumentada acompañada de trabajos comunitarios
Adolfo recuerda que uno de los trabajos más significativos de la Fundación fue en Montes de María, donde hicieron un ejercicio de periodismo comunitario con 20 niños y jóvenes que asistían a una biblioteca comunitaria en Canutalito, Ovejas (Sucre). El proyecto se tituló ‘Biblioperiodistas al rescate de la memoria cultural de Canutalito’.
Los pusieron a dialogar con sus abuelos sobre cómo era el territorio antes de la guerra, pero enfocados en las dinámicas de la cotidianidad: los juegos de carrera de sacos, cómo se cocinaba la manteca de cerdo y el compartir entre vecinos y demás. Construyeron un guion basado en eso y desarrollaron cortometrajes donde los niños representaban los personajes de esos abuelos.
“Fue un ejercicio de traslado de memoria colectiva a productos audiovisuales”, comenta Adolfo, a quien los años de trabajo con la fundación le han enseñado la necesidad de buscar herramientas para contar e incidir positivamente en la realidad. El arte, la lectura, los encuentros generacionales y la tecnología son puentes seguros para ello. Lo importante, para él, es siempre darle un enfoque social.