Esta víctima del desplazamiento forzado, se graduó con honores del bachillerato y ahora trabaja en la restitución de derechos para la comunidad trans en Arauca. Esta es la historia de Tamara Montenegro. Tercera entrega de la serie de liderazgos jóvenes diversos en las regiones de Colombia.
Tamara tiene 25 años. Nació y creció en Arauca capital y fue la primera persona trans en cambiar su nombre y su casilla de género en su cédula en todo el departamento. Zelny Tamara Montenegro fue el nombre que eligió ponerse a sus 20 años, aunque siempre supo que esa era su identidad.
Desde los diez años tenía claro que el cuerpo que le había tocado no era el cuerpo en el que quería estar y, sobre todo, no era la identidad que quería tener. Cuenta que desde pequeña se sentía a gusto cuando se ponía vestidos y pelucas.
Cuando les contó a sus padres no recibió sino reproche y malos tratos. Tuvo que salir de su casa y comenzar a ejercer trabajo sexual para sobrevivir, pero a causa de la violencia que se cierne sobre esa población, trans y trabajadora sexual, fue víctima de persecuciones de actores armados, tuvo que abandonar su ciudad y «andar las calles de Colombia”.
“Los grupos armados daban 24 horas para que saliéramos del territorio, si no lo hacíamos, nos mataban. Debíamos permanecer en las sombras por la violencia. Muchas compañeras fueron asesinadas, sobre todo por paramilitares” cuenta.
Anduvo por varias ciudades del Norte de Santander y el maltrato no se detuvo. “Eso me dolió. Había una mentalidad de que las personas trans éramos una aberración, algo antinatural y eso me llevó a pensar que las mujeres trans solo nacían para ser trabajadoras sexuales”.
Aun así, se mantuvo viva y firme, en ocasiones apoyada por extraños que aparecían como ángeles a ofrecerle posada o comida y que, cuenta, le dieron una enorme fortaleza para continuar.
Graduada con diplomas de excelencia y honores
Siete años después volvió a Arauca a retomar sus estudios. Tenía 16 años y entró a validar desde el sexto grado, no sin antes enfrentarse a múltiples trabas, “porque hay que dejar claro que la institucionalidad educativa a las mujeres trans les cohibía el derecho a la educación, decían que como era trans iba a ‘mariquiar’ a todo el colegio. Ninguna entidad gubernamental me dio una oportunidad, todo por el hecho de ser trans o ser trabajadora sexual”.
Cuando volvió, cuenta, “yo ya estaba transformadísima, ya era una chica y obviamente una trans a plena luz es la más llamativa en toda Arauca”. Tenía que ir con los vestidos y los tacones con los que en las noches trabajaba porque no tenía nada más y eso supuso constantes burlas, maltratos y señalamientos. Además, como todavía no se había hecho el cambio de nombre, sus compañeros de colegio se reían de ella cuando la llamaban con su nombre anterior.
“Yo me quedaba achantada en la silla y me sentía mal, a veces pedía permiso para ir al baño y me iba a llorar. Salía al descanso y me tiraban bolsas de agua, me tiraban cosas desde el segundo piso. Estuve muy cerca de tirar la toalla y decir no más”.
Y agrega: “Pero me puse a pensar y dije: me quedo con el perjuicio o lucho contra el perjuicio. Entonces seguí luchando y obvio hubo obstáculos, pero ese mismo rechazo me comenzó a dar fortaleza”.
Fue así, y con el apoyo de un par de profesores que le reforzaron las ya enormes ganas de estudiar que tenía, y que hicieron también que la discriminación cesara y su identidad fuera respetada, que Tamara se graduó con honores.
Antes de hacerlo, se postuló como personera del colegio por sugerencia del coordinador, pues desde sexto grado sus calificaciones habían sido las mejores y siempre le era otorgado un diploma de excelencia y de honores.
Ella, dubitativa al principio, decidió lanzarse con una propuesta centrada en que no se podía limitar el derecho a la educación por un criterio de vestimenta. “Porque además de mí, llegaban muchas personas de zonas rurales y población migrante que tampoco cumplían con el código de vestimenta”.
Y para su sorpresa, ganó. Ahora aspira a entrar a la universidad a estudiar trabajo social, pues sus ganas de estudiar, dice, «son enormes».
“Así comencé a cambiar el estigma que hay en el territorio hacia la población trans y así estoy probando que no somos unas buenas para nada, sino que podemos hacer lo que queramos, como cualquier persona”.
Dignidad Trans
En el 2019, cuenta, llegó al territorio María Victoria Leguizamo, lideresa y la primera persona trans en trabajar en la Personería de Bogotá, pero quien hoy se encuentra exiliada en Alemania a causa de constantes amenazas que recibió por parte del ELN por su trabajo.
Ella, cuenta, motivó a Tamara, así como a otras personas trans del municipio a reunirse, juntarse y hacer visible la situación de discriminación y violencia que constantemente vive su comunidad, así como a plantear y ejecutar soluciones.
“Y claro, el miedo de nosotras porque hacernos visibles implica también exponernos a muchos peligros y de manera colectiva sin duda íbamos a ser más visibles”.
Sin embargo, y recordando de nuevo esa motivación que había sentido en el colegio cuando la discriminaban y señalaban, Tamara decidió crear la Colectiva Dignidad Trans.
Desde allí adelantaron un censo de las personas trans en el departamento y encontraron que había 80 personas transgénero, entre nacionales y migrantes. Y aunque a primera vista no parezcan muchas, para Tamara y sus compañeras en la colectiva era encontrarse con un mundo entero, pues anteriormente se reunían en grupos de 3 o 4, precisamente porque nunca habían adelantado un proceso de articulación a causa de la violencia.
Con eso, entonces, comenzaron a realizar una caracterización de las necesidades de su población en el departamento y pudieron conseguir algunas ayudas, no muchas, en términos de población y algo de vivienda.
Luego llegó la pandemia del covid-19 y esperaban que la colectiva funcionara como plataforma para gestionar ayudas humanitarias para la población trans, particularmente afectada porque en su mayoría se dedicaba, y todavía hoy, al trabajo sexual “y con todo el mundo guardado en la casa, no había clientes ni manera de subsistir. Además, había varias, particularmente migrantes, que se encontraban en condiciones de vulnerabilidad extrema por las condiciones en las que vivían”.
Sin embargo, y aunque lograron conseguir algunas ayudas de alimentación, “incluso así todavía no nos escuchaban en el territorio”.
Así, y queriendo profundizar su incidencia y poder atender de manera más integral a su comunidad, Tamara fundó, junto con Leguízamo y otra mujer trans migrante, la Fundación Dignidad Trans, de la que hoy es representante legal.
Retribuir, formar y empoderar para generar empatía y afecto
“La fundación se creó con el propósito de retribuir a la población trans los derechos que nos han sido vulnerados toda la vida. Hoy ya no queremos vivir más en las sombras, queremos ser visibles y que nuestras identidades sean respetadas. Tenemos talentos y capacidades para trabajar y contribuir al país”.
Desde allí han adelantado varias acciones que han generado un impacto directo y positivo en el territorio y que han mejorado la calidad de vida de las personas trans, al tiempo que la salvaguarda y garantía, en la medida de lo posible, de sus derechos.
Por ejemplo, han dictado capacitaciones a diversas entidades y funcionarios públicos que incluyen el sector salud, el sector comercio e incluso la policía, con quien, según cuenta Tamara, la población trans ha tenido siempre una difícil relación a causa de los abusos que se dan por parte de la fuerza pública.
“Los capacitamos en lo que se refiere al abordaje y la atención hacia la población trans, a respetar su identidad de género más allá de cuál sea su identidad jurídica, si todavía no han hecho el cambio formal”.
En ese sentido, cuenta que en las jornadas de capacitación evidenciaron un profundo desconocimiento por parte de los uniformados en cómo abordar a una persona de identidad diversa, por ejemplo, al momento de una requisa.
“Por eso en muchos casos se presentaban conflictos y altercados entre las personas y la policía, porque no sabían qué hacer cuando se encontraban con una persona trans. Pero la idea es aprender, socializar y allegar para tratar con dignidad”.
Tanto así que llegaron a un acuerdo para que cada vez que se rote el personal de la policía, todos los funcionarios entrantes tengan que recibir una capacitación al respecto. Con ello, según Tamara, han logrado reducir los altercados entre policía y población trans en un 89% en Arauca capital.
“Pero la idea es también capacitar y empoderar a las personas trans del territorio, fortalecerlas y motivarlas a que dejen de vivir en las sombras, donde estuvimos muchas y donde están todavía muchas por el miedo al conflicto y a la discriminación social. Queremos hacernos visibles”.
Además de ello, la Fundación se enfoca en la atención en situaciones de vulneración de derechos en temas laborales y de educación. Así, entonces, cuando hay, por ejemplo, un rechazo por parte de una institución educativa a que un joven trans vista el uniforme con el que se sienta más cómodo.
“Lo que hacemos es activar una ruta: lo primero es que hablamos con el joven acerca de identidad de género, le decimos que si le gusta y se siente cómodo, nadie tiene porqué cohibirlo o impedírselo y que su identidad debe ser respetada, como todas. Luego nos acercamos a la institución y sus representantes para ver cómo se puede solucionar el asunto y si ahí no hay respuesta procedemos a tomar acciones en la secretaría de salud. Todo con el acompañamiento de la familia, cuando la familia reconoce a la persona con su identidad”.
Y aunque la Fundación Dignidad Trans es una organización que trabaja principalmente con esa población, a su sede también llegan personas indígenas, afro, migrantes, con discapacidad y demás, buscando ayuda cuando se encuentran en situaciones de ese estilo, cuando sus derechos han sido vulnerados.
“Cualquier persona que llegue y requiera nuestra atención, se la damos. No cerramos las puertas a nadie nunca, porque sabemos lo que se siente cuando te cierran las puertas, y eso es ser egoísta”.
Al final, afirma Tamara, se trata de construir con amor y generar afecto. “Como que la persona trans también te puede ayudar, también te puede guiar, te puede apoyar. Tenemos capacidades para contribuir y fortalecer a la sociedad en su conjunto”.