Así es el primer cedro endémico colombiano, hallado en Tolima

La Cedrela gonzalopalominoi es una de las cinco especies de cedro con las que cuenta el país. Fue descubierta en Tolima y, aunque es la única endémica de la cual se tiene registro, se encuentra en estado de amenaza.

Tras siete años de trabajo en campo, cuatro investigadores, asociados al Jardín Botánico de Bogotá y la Universidad del Tolima, descubrieron una nueva especie de cedro endémica de Colombia. Se trata de la Cedrela gonzalopalominoi, nombrada así en honor a Gonzalo Palomino Ortiz, naturalista y profesor colombiano reconocido en Tolima por haber recibido el Premio Global 500 de la ONU en 1988 por su labor en la defensa de la naturaleza. 

El hallazgo se registró en una zona de reserva de bosque seco de aproximadamente 150 hectáreas conocida como ‘Bosques Los Limones’, ubicada a treinta minutos de Ambalema, en Tolima

Se trata de una de las cinco especies de cedro de las 21 especies del género cedrela que están distribuidas a lo largo del Neotrópico con las que cuenta Colombia, además de la única endémica, pues, aunque botánicos la habían colectado previamente en los años 40 y 90, solo pudo ser descrita a detalle hasta 2023, gracias a los estudios adelantados por este grupo de investigadores.

Se trata, según estos, de un árbol maderable bastante robusto y que puede llegar a medir hasta veinte metros de altura. Lo que más les llamó la atención durante la recolección de muestras fueron los folíolos [cada uno de las divisiones que se encuentran dentro de una misma hoja compuesta] que, a simple vista, son lo que más le distingue de las demás especies de cedros del país., 

En total, el país cuenta con cinco especies de cedros. / FOTO: Jardín Botánico de Bogotá

“¿Has visto que las hojas de enredaderas a veces tienen huecos? Eso quiere decir que, en algún momento, luego de cientos de miles de años, esa especie evolucionará y esos huecos se dividirán en hojas. Eso mismo le pasó al cedro, solo que esas hojas separadas, en esta especie, eran pocas y más pequeñas”, explica Boris Villanueva Tamayo, ingeniero forestal y botánico  encargado del trabajo de campo del hallazgo publicado en Harvard Papers In Botany en 2023.

Pese a la importancia que tiene este hallazgo para el enriquecimiento de las colecciones botánicas y de los registros de la biodiversidad del país, la especie actualmente se encuentra en estado de amenaza. 

Villanueva explica que la tala para uso cotidiano o comercial es la causa principal por la cual se encuentra en dicho estado. De acuerdo con el experto, la especie está ubicada en Armero-Guayabal y Venadillo, municipios que, al estar tan cerca del río Magdalena, se convierten en un canal de tránsito muy común cuando, por ejemplo, se quiere cruzar madera a Cundinamarca.

Según los invvestigadores, la deforestación y la degradación continua del valle superior del Magdalena son dos de las principales amenazas para la conservación del bosque seco. / FOTO: Jardín Botánico de Bogotá
Actualmente esta especie de cedro solo está protegida por esfuerzos particulares de residentes locales. / FOTO: Jardín Botánico de Bogotá

“Históricamente solo se han encontrado tres poblaciones de esta especie; hoy solo quedan dos y están a menos de 100 kilómetros cuadrados entre ellas (…) Además, ese bosque no está protegido por el Estado. Toda esa zona es de ganadería. La gente también va y lo tumba para sacar carbón”, comenta Villanueva. 

Pese a la poca presencia de las figuras estatales que se encargan de la protección ambiental, el investigador destaca la labor que adelantan las familias residentes en la zona. Recuerda, por ejemplo, el caso del capataz de uno de los predios donde está la especie de cedro (cuyo nombre se omite por seguridad), quien se encarga de adelantar las denuncias necesarias ante las autoridades por tala, extracción de carbón o caza ilegal de animales.   

Este hallazgo vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de declarar el área de bosque en cuestión como zona protegida, un proceso que ya se había intentado previamente, pero que no germinó por, al parecer, la poca voluntad de los dueños de las haciendas.

Esa declaración, concluye Villanueva, fomentaría prácticas de conservación mucho más organizadas dentro de la comunidad, más allá de los esfuerzos particulares que hoy adelantan algunos residentes.