La ganadora del Premio Mujer Cafam 2025 lidera la transformación de la zona rural de Quinchía, Risaralda, incorporando tecnología en los procesos agropecuarios y motivando a los estudiantes a redescubrir su interés por el campo.
Luz Stella Ríos Zapata nació en Salamina, Caldas. Con seis años de edad, se trasladó con su familia a Quinchía, Risaralda, el municipio donde, años más tarde, dejaría huella como rectora y promotora de innovación, impulsando el desarrollo del campo a través del uso de tecnología, desde las aulas.
Sus más de 36 años de servicio en instituciones educativas en diferentes zonas rurales del departamento la llevaron a ser reconocida, el 6 de marzo, con el Premio Mujer Cafam 2025, uno de los reconocimientos más importantes otorgados a las lideresas del país. El mismo celebró los cambios significativos que la licenciada en Ciencias Sociales, de 61 años, ha logrado consolidar en la Institución Educativa Núcleo Escolar Rural de Quinchía.
Desde 2013, a pesar de 63 años de trayectoria, el colegio venía presentando problemas de deserción escolar debido al creciente desinterés de los estudiantes por las actividades del campo. Por eso, con su llegada ese año, Luz Stella emprendió “una tarea de transformación de los currículos y dinámicas escolares”.
Tras 11 años de trabajo, la institución es reconocida en la región Andina como un ejemplo de innovación rural altamente replicable en las zonas rurales del país, entre otras cosas, porque han logrado que la cobertura estudiantil aumente de 180 a 415 niños y jóvenes matriculados:
“La tecnología es aplicable a cualquier campo. Yo inicié esta transformación porque sentía que los colegios agropecuarios nos estábamos quedando obsoletos y porque no quería que los estudiantes se fueran del municipio”, enfatiza Ríos.

Luz Stella incorporó la enseñanza de disciplinas como mecatrónica, robótica y programación en los proyectos de la institución ―a partir de sexto grado― con el objetivo de fomentar la creatividad en los estudiantes a la hora de resolver problemas de la vida rural, fortalecer la oferta STEM en la zona rural de Quinchía y optimizar procesos agropecuarios mediante la automatización.
Actualmente, cuentan con proyectos como comederos y bebederos automatizados en galpones, secado de café automatizado y un lago de peces con sensores de temperatura y oxigenación. Además, están planificando la automatización de cortinas de ventilación para galpones y el suministro de concentrado para ganado porcino.
Todo esto ha hecho que la finca de la institución mejore su productividad y eficiencia, al tiempo que demuestra que sí es posible construir un modelo agrícola más sostenible e innovador.
De acuerdo con la directora y docente, estos proyectos no solo motivan a los estudiantes a dedicarle más tiempo a los desarrollos tecnológicos, sino que también los impulsan a conocer los ciclos de vida, alimentación, reproducción y el comportamiento de las especies generando, de esta forma, un mayor sentido de pertenencia hacia las mismas:
“Para poder implementar todas estas automatizaciones, obligatoriamente debes conocer el contexto en el que están las especies y sus características (…) Las instituciones educativas rurales no pueden olvidar que su principal misión es trabajar por las necesidades de los entornos”, comenta Ríos.

En ese sentido, buena parte del éxito de la institución se debe al trabajo conjunto entre licenciados e ingenieros mecatrónicos, físicos y eléctricos, quienes colaboran en la implementación de los proyectos y en la formación de los estudiantes, proporcionándoles las herramientas necesarias para comprender el paso a paso de los procesos.
Hoy, los estudiantes Institución Educativa Núcleo Escolar Rural de Quinchía egresan con doble titulación. Además de obtener el grado de bachiller, se certifican como técnicos laborales a través del proceso de articulación con el SENA, lo que les abre mayores oportunidades en el ámbito laboral.
Luz Stella ha logrado conseguir recursos económicos postulándose a convocatorias con entidades estatales, como la Secretaría de Educación de Risaralda, que suman unos $100 millones. Según la rectora, en promedio pueden estar ganando una o dos convocatorias de proyectos al año.
«Nosotros en el campo debemos mejorar el proceso de la educación de los colegios agropecuarios. Los docentes y rectores somos los llamados a darles una mejor calidad de vida a nuestros estudiantes con los aprendizajes que ellos adquieran con nosotros, pero es importante recordar que un colegio no se transforma solo con un rector, sino también con la voz de los estudiantes y los padres de familia«, concluye Ríos.