Por: Jair F. Coll
Estrenada el pasado 13 de octubre, Los Reyes del Mundo, dirigida por Laura Mora Ortega, se ha ratificado como la mejor película colombiana del año: ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y representará a Colombia en los Oscar.
Cuando la cineasta Laura Mora atravesaba, hace seis años, el Alto de Ventanas en Yarumal, Antioquia, escribió en una libreta: “Chicos buscando un lugar en el mundo”, “unos chicos haciendo daños, reclamando lo suyo, atravesando el paisaje” y luego: “Somos los reyes del mundo”.
Así es como nació, no solo el título, sino también la semilla de su segunda película, que hace poco ganó la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián de España y fue seleccionada para representar a Colombia en los Oscar.
En un diálogo con Colombia Visible, Mora reflexionó sobre los paisajes que inspiraron su nueva obra, la justicia como medio para lograr su “mundo perfecto” pero imposible y la importancia de elegir actores naturales para el elenco de Los Reyes del Mundo, conformado por Carlos Andrés Castañeda, Brahian Acevedo, Davinson Flórez, Cristian Campaña y Cristian David Duque, entre otros.
Esta historia nació a partir de apuntes en una libreta, ¿cómo creció hasta convertirse en una historia sólida, en un guion y luego en un largometraje?
Esta película cuenta con muchos años de reflexión y pensamiento, de leer bastante, de contemplar y conversar de lo que intenta tocar la película, que es la herida del paisaje y el territorio, así como un mundo que deja mucha gente por fuera.
Esto es algo que no solo ocurre en el sistema colombiano, sino también en el capitalista, en la forma en la que está diseñado.
El guion también se escribió de una manera muy libre, en donde el trazado argumental es un hilo muy delgado: un joven que recibe una carta en el que se le pide que emprenda un viaje para reclamar una tierra, pero la película propone habitar más un mundo de sueños que un mundo realista.
¿Es frecuente que ese tipo de ideas lleguen a su cabeza? ¿Cómo hace para que no terminen en el olvido?
Yo me considero una persona muy poco productiva. Cuando tengo una idea, me embarco en ella de una manera obsesiva y existencial. Lo que pasó acá es que las imágenes que llegaron a mi cabeza están cargadas de cosas que a mí me preocupan. Son aguas por las que he navegado desde hace bastantes años. Sin embargo, no puedo decir que ahora tenga otra idea para una película, ni mucho menos 10 guiones guardados.
¿Cuál es el papel que juegan los paisajes del Bajo Cauca a la hora de inspirar esta obra?
Allí fue donde nació todo, por lo que no era posible filmar la película en otro lugar. Yo siento que el cine que a mí me interesa se nutre del lugar en donde esos dolores y preocupaciones han nacido. Además, el Bajo Cauca es un territorio que he cruzado múltiples veces desde que soy muy pequeña, por lo que siempre me ha intrigado. Creo que allí hay algo de violencia histórica que está impresa en su geografía, lo que también tiene efecto en las personas que lo habitan.
¿Cómo fue navegar por el río, la niebla, el bosque y la carretera de esta región durante el rodaje?
Nosotros empezamos a colaborar con Juan David Mesa, el jefe de locaciones, mucho antes de rodar la película. Yo tenía un listado con descripciones muy extensas y detalladas sobre los lugares en los que quería rodar la película. Lo mejor es rodearse de gente maravillosa que tenga afinidad con uno en la manera de concebir el mundo, y Juan David es uno de esos cómplices. Por eso nunca tuvimos un problema de inseguridad. Esto nos hizo entender que la violencia construyó un rumor, y ese rumor también se vuelve un arma, porque imprime mucho miedo a uno para que entre en contacto con la comunidad. Lo que nosotros hicimos fue atravesar ese rumor y luego encontrar la belleza.
Además, lo más importante en cualquier proceso de estos es que nadie sienta que uno entra a invadir y mucho más en un territorio en donde la gente se ha sentido constantemente invadida. Y el cine puede ser muy invasivo. Debe haber cierta coherencia entre lo que se cuenta y cómo se cuenta, y eso implica cómo uno entabla relaciones con las comunidades. A mí no me interesa llegar como una entidad moral para imponer creencias o posturas. Como diría Víctor Gaviria, uno no debe entrar a esos lugares como un antropólogo o historiador, sino como un borracho.
A propósito de ese rumor, un abordaje interesante en Los Reyes del Mundo es que las armas y la violencia no son explícitas.
Esa decisión se debe a que nosotros somos una sociedad súper poblada de imágenes violentas. La función del artista es buscar otras formas de representación y permitir que la audiencia arme su propia ficción, sus propias ideas de qué pudo haber pasado, porque ya lo hemos visto muchas veces.
Entonces me interesa el sonido, las sensaciones, el fuera de cuadro, y que cada uno arme su propia película con su propia historia de violencia, que todos la tenemos.
¿Hay otros escenarios de Colombia en los que también quisiera hacer algo?
Hay algo que me llama la atención de la Costa caribeña, del mar, hay algo ahí que me atrae. Es quizá porque últimamente he leído cosas que me han parecido bellas, por eso tengo la imagen del mar como una posibilidad de acercamiento. Además, yo he crecido en Medellín, una ciudad rodeada de montañas en donde no he tenido un horizonte y en el mar puedo encontrar algo bello, algo que está más allá.
Pero, como te digo, soy súper poco productiva y por el momento solo estoy terminando de vivir este proceso de mi nueva película, de tratar de entender cómo es leída en Colombia. Luego veré qué se me ocurre. Tal vez no me ocurra nada, pero ojalá que sí (risas).
¿Por qué decidió que actores naturales interpretaran a los protagonistas de Los Reyes del Mundo?
Creo que hay verdades que no se construyen, hay marcas en la piel y en el alma que solo son posibles de ver con las verdades que ya existen. Es algo que tiene mucho peso en ese tipo de obras autorales. Y pese a que Los Reyes del Mundo no sea una biografía de los actores, su sensibilidad y vivencias están muy relacionadas con lo que quiere transmitir la película.
A eso se debe que no hicimos un casting a manera de entrevistas, sino que nos basamos en las descripciones que yo hice sobre qué simboliza cada uno de los protagonistas: Rá es la justicia; Winnie, la revolución; Sere, el místico; Nano, la dignidad; y Culebro, la rabia. A varios de sus intérpretes los conocí cuando estábamos grabando una escena de mi película anterior, ‘Matar a Jesús’, y en ella habían chicos que practicaban gravity bike.
Ellos han sentido la brutalidad del mundo, la necesidad de estar a salvo y encontrar en la amistad un lugar que los fragiliza. Buscan la aventura y sueñan con un futuro, a pesar de todo, y celebran la vida, a pesar de todo.
Hay un fragmento del largometraje en el que cada uno de los jóvenes se pregunta cómo sería su mundo perfecto. ¿Cómo sería el suyo?
Mi mundo perfecto es un mundo justo, que no creo que sea posible. El sistema que hemos construido es su antítesis.
¿Y qué cree que hace falta para al menos aproximarse a eso en un contexto de país como el de Colombia?
Muchas cosas, es algo que viene desde la manera de hacer política, de cómo nos relacionamos con el mundo, cómo miramos al otro en la calle durante la mañana… Yo creo que lo que propone ‘Los Reyes del Mundo’ es mirarnos desde un lugar más horizontal y a partir de esto se plantea la justicia. A Colombia le hace falta mirar al otro desde la igualdad y la compasión, de respetar y darle ese lugar digno de existencia al otro.
Otra secuencia significativa del largometraje ocurre en un burdel, en donde las prostitutas son retratadas de una forma maternal.
Esa escena es la llegada de los protagonistas a Colombia. Yo creo que Colombia tiene mucho de burdel, de solidaridad, y generosidad, de mujer que ha sufrido y ha perdido sus hijos en la guerra.
Es una mujer profundamente aporreada y olvidada. Por eso esa escena está llena de símbolos patrios, con la bandera ensangrentada o el escudo tejido a mano. Es una mujer que abraza y siente profunda nostalgia por esos hijos. Es puta y ladrona… y es amorosa.
¿Cómo cree que Los Reyes del Mundo dialoga con su ópera prima, Matar a Jesús?
Es evidente que a mí me interesa la justicia y, entendida desde el punto de vista judicial, se trata de un sistema impenetrable. En ambas películas hay una rabia contra ese sistema.
Mientras en Matar a Jesús hay una rabia por esclarecer el asesinato de un padre, aquí hay ese mismo sentimiento para pedir una promesa que no se cumple, que es reclamar la tierra.
En ambos largometrajes no entiendo el mundo como algo de buenos y malos, sino un mundo donde hay contradicciones, grises y contrastes. Considero que en mi obra anterior hay elementos que alteran el mundo real y en Los Reyes del Mundo, los exploro mucho más.
¿Qué sigue ahora para usted?
Ahora estoy produciendo la primera película de Daniela Abad y tengo un par de proyectos de series. Pero también quiero descansar, porque hacer una película es algo muy hijueputa. Es muy duro y demanda demasiado tiempo, entonces yo invierto cada cédula y neurona, cada todo de mí.