Rafik Tarek Neme, profesor de la Universidad del Norte, dirige una investigación para utilizar las moscas negras soldado como un alimento sostenible para enfrentar los problemas de la crisis climática.
Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la temperatura del planeta está aumentando de forma alarmante.
En el comunicado de prensa de agosto de 2021, el IPCC “concluye que, a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento a cerca de 1,5 ºC o incluso a 2 ºC será un objetivo inalcanzable”.
Científicos en todo el mundo están enfocando sus investigaciones a buscar soluciones para este problema. En Colombia, uno de ellos es Rafik Tarek Neme. Nació y creció en Barranquilla, y decidió estudiar biología en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá. Luego realizó sus estudios de posgrado en Alemania, donde se graduó como doctor en Genética Evolutiva de la Universidad Christian Albrecht de Kiel.
Actualmente es profesor de la Universidad del Norte y coordina una investigación de tres fases con el objetivo de, entre otras cosas, convertir a las moscas negras soldado que habitan en Colombia en un alimento sostenible y de alto valor nutricional.
«Una de las cosas que buscamos con este proyecto es mitigar el impacto ambiental de industrias agrícolas a través del consumo de insectos. Sin embargo, también es una alternativa alimentaria para coexistir con el problema. El informe de la IPCC es muy preocupante y tenemos que comenzar a pensar en qué vamos a comer cuando nos llegue el chaparrón”, dice Neme.
¿Por qué comer moscas?
El consumo de proteína animal por parte de los humanos es un hábito que representa un gran impacto ambiental. Según un estudio publicado en la revista Nature, la industria cárnica es responsable de casi el 60% de la emisión de gases de efecto invernadero a nivel global.
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Sin embargo, algunos expertos como Neme consideran que evitar el consumo animal no es del todo deseable. “Los animales tienen nutrientes que no se encuentran fácilmente en las plantas. Por eso, los insectos representan una alternativa, ya que muchos tienen un contenido alto tanto en grasas como en proteínas”, explica el profesor.
Y aunque se ha dicho mucho que los insectos son el ‘superalimento’ del futuro, muchas personas aún sienten repudio ante la idea de comérselos.
“Algo de eso tiene que ver con que los solemos asociar con plagas o con la transmisión de enfermedades. Hacer ese vínculo es injusto, porque la proporción de insectos que transmiten enfermedades es muy pequeña en relación con la cantidad de especies que existen. Es como si dijéramos que los mamíferos son responsables de acelerar el cambio climático… Realmente no son todos los mamíferos, pues solo una especie es responsable de causar ese problema: nosotros mismos”, señala Neme.
Y aunque en Colombia habita una gran variedad de insectos con los que podría hacerse este estudio, Rafik Neme decidió comenzar con las moscas negras soldado, porque hay estudios previos sobre su potencial y porque se encuentran en varias ciudades del país.
El estudio que adelanta el equipo liderado por el barranquillero busca encontrar las moscas con mejores características nutricionales para cruzarlas entre sí. Neme explica que, si las moscas de Barranquilla llegan a tener una cantidad de proteína más alta que otras y las de otra ciudad, como Bogotá, llegan a ser más grandes, al cruzarlas se puede llegar a individuos más aprovechables.
Más que un ‘superalimento’
Además de la dimensión global que tienen los retos de disponibilidad de alimentos causados por el cambio climático, el Caribe colombiano ha padecido problemas de este tipo desde hace un tiempo. Rafik Neme explica que “casi nada de lo que comemos en el Atlántico es producido en el departamento. Eso hace que los alimentos sean más caros y presenta problemas de seguridad alimentaria”.
El investigador cree firmemente que los científicos deberían dedicar sus investigaciones a entender y solucionar las problemáticas a su alrededor, su apuesta por hacer de las moscas negras soldado un alimento para el futuro aspira a ser una alternativa a este asunto.
Y allí no para el potencial de la iniciativa, pues “a diferencia de lo que ocurre con el ganado, los insectos son mucho más aprovechables. De una vaca no nos comemos todos sus órganos; además, ni los huesos ni toda la sangre son consumidos por humanos. Una mosca es muy distinta: la mueles y ya está. Podemos aprovechar el 100% de ella”, continúa el científico.
Criar moscas negras soldado también tiene otros impactos ambientales positivos. Al ser insectos, su reproducción es muy rápida y el espacio que necesitan es mucho menor a los que se destinan a mamíferos y aves domésticas.
Las moscas también son seres descomponedores, por lo que su huella de carbono puede llegar a ser incluso negativa, es decir, su producción emite menos carbono que la cantidad que pueden absorber los árboles.
Neme concluye que también están realizando la investigación “porque hay muchas oportunidades en el negocio de cría de insectos. En España ya hay algunos emprendimientos que venden harinas de insectos, que son productos más agradables para consumir. Hay un horizonte de posibilidades sostenibles detrás de estos animales”.