En Inírida, la comunidad se unió para crear un museo que preserve su patrimonio

La colección no tiene una sede fija, sino que sus exposiciones están ubicadas en distintos puntos de la capital de Guainía.

Museo Comunitario de Guainía
En el Parque Rupestre Amarrú hay 80 petroglíficos. / FOTO Museo Comunitario de Guainía

No es un punto único, inmóvil, de puertas que se cierran, de salas aisladas. El Museo Comunitario de Guainía, aunque sí ha tenido sedes fijas y aspira a volver a tenerlas, no se encuentra en un lugar específico de Inírida.

Quienes lo visitan se mueven por distintos puntos de la capital de Guainía, donde conocen una parte del patrimonio cultural e histórico del departamento amazónico.

Fue creado en 2012, 23 años después de que, en 1989, cerrara el anterior Museo de Guainía por falta de recursos y de que parte de sus colecciones (las que no se perdieron) estén protegidas en el Museo Universitario de la Universidad Pedagógica de Tunja.

Magally Ortiz, una de las fundadoras del Museo Comunitario de Guainía y gestora del mismo, cuenta que fue un esfuerzo de siete personas, incluyéndola, que vieron “la necesidad de salvaguardar el patrimonio, teniendo en cuenta que estamos en un sitio privilegiado en términos culturales y etnográficos”.

Una ruta patrimonial

Museo Comunitario de Guainía
Magally Ortiz resalta que una de las principales metas del museo es rescatar oficios y tradiciones del departamento del Guainía. / FOTO: Museo Comunitario de Guainía

Magally explica que los visitantes tienen a su disposición una ruta patrimonial y esperan que estos, en un futuro, sean en su mayoría locales para que se apropien de su historia.

El museo originalmente constaba de siete puntos; sin embargo, ahora son tres por motivos como la falta de recursos y el hecho de que sus responsables no reciben ingresos por esta actividad, sino que lo hacen de manera voluntaria.

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El primero es el Parque Rupestre Amarrú, en la comunidad Coco Viejo, en el cual vive la etnia Curripaco y donde hay 80 petroglifos o grabados en piedra. El segundo es Waliminai, que, ubicado en el colegio Los Libertadores, se enfoca en los conocimientos de etnobotánica (estudio de las relaciones entre las comunidades y las plantas) con participación de los estudiantes de la institución y sus familias.

Y el tercero es Sonidos de la selva, ubicado en la comunidad Tierra Alta, en el que diferentes etnias del departamento hacen muestras musicales con instrumentos tradicionales.

Para que esto se convirtiera en una realidad, explica Magally, primero se realizó un proceso de sensibilización con la comunidad de actores culturales: “Esa es nuestra misión e idea”, dice, “lograr que todo cambie un poco, que cada uno en su lugar se sienta orgulloso, que Inírida y Guainía sean conocidos como punto de interés patrimonial. Esto es un tesorito que está guardado y casi nadie conoce”.

También están preparando una exposición que consta de 100 piezas de arte joven, a nivel nacional y local. “Tratamos de recuperar, mirar, sensibilizar, darle una cara diferente porque la cultura genera cambios sociales”, dice. Sin embargo, para que esto sea una realidad, hace falta que tengan una sede fija donde puedan exponer las obras.

Un proceso comunitario

Museo Comunitario de Guainía
En la comunidad de Tierralta está la exposición ‘viva’ Sonidos de la selva. / FOTO: Museo Comunitario de Guainía

Pero la comunidad no es importante solo para que sirvan como guía a los visitantes, sino para que sean los mismos habitantes de Guainía quienes sientan una conexión con su historia. Por eso, asegura Magally, su público principal es ese: los locales, antes que los visitantes de otras partes del país o del mundo.

“Siempre me ha llamado mucho la atención el tema cultural. Y veía cómo, con el tiempo, las culturas y los saberes se han ido perdiendo”, explica Magally al respecto.

En 2009, la idea caló entre ese grupo de conocidos interesados en la preservación cultural. Así fue, como bajo la tutoría del Museo Nacional de Colombia, decidieron que el Museo Comunitario de Guainía tendría tres ejes temáticos: historia, etnografía y patrimonio.

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“Empezamos a trabajar mirando qué podría tener cada punto, identificar qué era lo valioso para salvaguardar”, indica Magally. Así también surgió la propuesta de una ruta: “‘No tenemos un lugar ni alguien que lo cuide’, dijimos. De ahí nacieron los sitios de interés patrimonial”.

“Es un proceso que no es fácil, necesita un trabajo fuerte con la comunidad, el grueso no cambia su percepción y esa es la tarea”, cuenta. No obstante, concluye que es un esfuerzo que vale la pena continuar, incluso cuando a su juicio hace falta “un apoyo más directo desde lo departamental y lo municipal”.

Esto, porque es un proceso de “fortalecimiento de la identidad regional para que la gente aquí aprenda a querer el sitio, lo que tiene, lo que hay, que se sienta orgullosa”.