Tejedoras de Mampuján: las mujeres que reconcilian los retazos de los Montes de María

El Museo de Arte y Memoria de Mampuján y el colectivo Mujeres Tejedoras, que lidera su funcionamiento, son emblemas de reconciliación y recuperación de la memoria histórica en María La Baja, Bolívar. Hoy inspiran al mundo en construcción de paz.

El Museo de Arte y Memoria de Mampuján se ha convertido en ‘la casa grande’ de los Montes de María, en Bolívar. Allí, organizaciones y visitantes de todas partes de la región Caribe y el país se reúnen a escuchar las historias de resiliencia que han germinado en una tierra que años atrás, estuvo erosionada por el dolor y el conflicto armado. 

El lugar abrió sus puertas a la comunidad en octubre de 2023, con una colección encabezada por los tapices del colectivo Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz, también conocidas como las Tejedoras de Mampuján, haciendo referencia al corregimiento marialabajense al que pertenecen.  

Aunque cuenta con apenas cuatro bloques y una plazoleta central, el espacio ha sido suficiente para plasmar, en pisos y paredes, el proceso de perdón, reconciliación y sanación que los locales tuvieron que atravesar “para que hoy puedan contar su historia sin llorar”, como explican los guías que se encargan del recorrido.  

El colectivo de Mujeres Tejedoras de Mampuján, reconocido a nivel internacional por su trayectoria de más de 20 años en temas de pazha tenido un rol clave en dicho proceso de sanación. Han sido ellas, a través de su arte, las encargadas de contarles a entidades como la Comisión de la Verdad y la Procuraduría General de la Nación, a Colombia y al mundo lo que ocurrió en el territorio y las huellas que dejó en cada montemariano. Además, de relatar cómo es que este espacio ha contribuido a la consolidación de una verdadera justicia restaurativa

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Aunque llevaban reuniéndose desde 2003 para explorar formas de resistencia y sanación tras el desplazamiento que sufrieron, iniciaron con la práctica del tejido con técnica ‘quilting en 2006, cuando Teresa Geiser, una menonita estadounidense de la Fundación Sembrando Semillas de Paz, les mostró que uniendo retazos de tela también podían unir los pedazos de las historias de todo un pueblo. 

Su ejemplo ha sido tal en el transitar hacia la paz del país que esos tejidos recibieron el Premio Nacional de Paz de Colombia en 2015 y han sido expuestos en diferentes museos del país antes de contar con el suyo propio.

Es que, a inicios de los años 2000, las familias campesinas marialabajenses fueron víctimas del desplazamiento forzado y de asesinatos perpetrados por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) bajo el mando de Rodrigo Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, al igual que poblaciones aledañas como El Salado, Macayepo y Chengue

Los tapices retratan la idiosincrasia local y las épocas de la esclavitud y del conflicto armado. | Foto: Sebastián Rodríguez - Colombia Visible

Los guías del recorrido recuerdan que este territorio era estratégico para los grupos armados, ya que cuenta con múltiples entradas y salidas. María La Baja conecta fácilmente con el Carmen de Bolívar, Cartagena, San Onofre y todo el Magdalena Medio:

«En Colombia pasa que quien tiene las armas tiene el poder, entonces era imposible decirle a ‘x’ o ‘y’ grupo que no podían llegar al municipio. Eso era poner nuestra integridad física en riesgo», recuerda Keyla María Maza, integrante del colectivo y guía del museo. 

El ‘Bloque Héroes de los Montes de María’ de las AUC que operaba en los Montes de María, comandado por Rodrígo Pelufo, inició su proceso de desmovilización en 2005, como parte de los acuerdos con el gobierno del ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Sin embargo, algunos grupos residuales continuaron ejerciendo violencia en la región. 

La población desplazada de Mampuján estuvo asentada en el casco urbano de María La Baja durante tres años en albergues instalados en el Colegio San Luis, en la Casa de la Cultura y en un prostíbulo hasta que Salvador Mura, un párroco italiano que trabajaba en el territorio con la comunidad católica Misioneros de la Consolata, recaudó recursos y compró un lote de seis hectáreas para que se reubicaran. Este pueblo fue llamado Mampuján nuevo, y está ubicado a la entrada de María La Baja.

Años más tarde, en 2010, durante la primera audiencia de reparación colectiva en el marco de la Ley de Justicia y Paz, los ex comandantes paramilitares que también operaban en dicho bloque, Uber Enrique Banquez, alias ‘Juancho Dique’, y Edwar Cobos Téllez, alias ‘Diego Vecino’, ofrecieron disculpas públicas a los delegados de Mampuján en Bogotá por la masacre y el desplazamiento ocurrido el 10 de marzo del 2000. Como consecuencia, recibieron una condena de ocho años de prisión y se ordenó la reparación simbólica, económica y de devolución de tierras a la comunidad.

Fue así como, en 2011, Mampuján se convirtió en la primera comunidad en Colombia en recibir una sentencia de reparación colectiva —la Sentencia 34547 de 2011 en el marco de la Ley de Justicia y Paz, cuando la Corte Suprema de Justicia ordenó la reparación de unas 1.500 víctimas de Mampuján y Las Brisas:

“Durante todos esos años pensamos en cómo podíamos sanar a través del arte, hasta que llegamos al punto de coser para sanar. De ahí nació la idea de pedirle al Estado que nos reparara con un museo donde dejar esas historias y los objetos que hacen parte de nuestra vida como afrodescendientes".
Juana Ruíz
Directora Museo de Mampuján

Consolidar el espacio físico tal como se conoce hoy no fue fácil; requirió una lucha de más de 12 años. Según Juana Ruíz, directora del Museo, las entidades alegaban la falta de un terreno para construir como el principal obstáculo. Por otro lado, comenta, las reparaciones simbólicas solían entenderse únicamente como acciones intangibles. 

Los guías como Keyla Maza consideran que estos tapices son "telares pedagógicos para la paz". | Foto: Sebastián Rodríguez - Colombia Visible

La comunidad de María La Baja, sin embargo, exigía un punto de encuentro que les permitiera reunirse a adelantar procesos de recuperación de la memoria, acompañamiento psicosocial, intercambios de saberes y jornadas académicas.

Era tanta la necesidad de este espacio que el dinero que ganaron con el Premio Nacional de Paz lo utilizaron para comprar y donar el lote donde hoy está construido el museo, a orillas de la vía Troncal de Occidente, en el barrio La Curva.

Allí, los guías, jóvenes y mujeres víctimas, explican el significado de cada pieza mientras comparten sus testimonios de vida y resaltan, en cada pasillo, el orgullo que sienten de ser oriundos de esta tierra que, por décadas, fue considerada la despensa agrícola de los Montes de María y que hoy le apuesta al turismo de paz y naturaleza como una alternativa para resignificar la narrativa de toda una región.

De acuerdo con ellos, el museo y el trabajo del colectivo de tejedoras son una muestra de que sí es posible materializar la paz, siempre y cuando esta venga acompañada de una reparación justa y del perdón:

“La paz es una palabra tan corta, solo tiene tres letras, pero tiene una connotación muy profunda. Nosotros en Colombia hemos mirado la paz como algo que se construye desde el Estado y quien hace las leyes, pero yo creo que la paz se construye desde cada individuo. Yo sí creo que para construir paz hay que perdonar. Un corazón que no perdona es un corazón enfermo, y un corazón enfermo no es capaz de construir paz".
Keyla Maza
Coordinadora de Turismo del Museo de Mampuján

Dentro de los tapices que expone el museo se encuentra el manto ‘Mampuján 11 de marzo del 2000. Día de llanto’. Este, comentan los guías, guarda las lágrimas que las tejedoras derramaron mientras lo cosían, cuando las jornadas también servían como ejercicios catárticos y de apoyo mutuo.

Cuatro de esas piezas conforman la colección Acuerdo de Paz, una de las que más impacto ha tenido a nivel nacional. Fueron desarrollados en el contexto de la consulta del Plebiscito sobre los acuerdos de paz en Colombia, cuando desde la Oficina del Alto Comisionado para la Paz se invitó al colectivo a un ejercicio pedagógico a lo largo del país. 

En ellos, las tejedoras plasmaron qué proyectos esperaban que ocurrieran, cuál sería su papel en el Acuerdo de Paz, cómo se debía dar la entrega de las armas y la erradicación de cultivos ilícitos, entre otros temas clave.

Alrededor de 300 familias campesinas fueron desplazadas de Mampuján, en María La Baja. | Foto: Sebastián Rodríguez - Colombia Visible
Con la técnica 'quilting', las tejedoras plasman sus emociones en la tela en un ejercicio de sanación. | Foto: Sebastián Rodríguez - Colombia Visible

Los visitantes también pueden encontrar una colección de 102 objetos africanos, elementos que hacen parte de la idiosincrasia marialabajense pero que han perdido protagonismo con el pasar de los años; y un especial de fotografías titulado ‘La casa tomada’ del fotógrafo documental José Luis Rodríguez Maldonado, quien pidió a los campesinos desplazados que retornaran a sus hogares destruidos para retratar las emociones que el destierro dejó en sus rostros.

La visita al espacio va acompaña con una actividad de aromaterapia y tejido en la que el visitante puede compartir con las tejedoras, escuchar sus historias de vida y aprender a hacer ‘quilting’, técnica que ya es referente en el campo del trabajo social y emocional con víctimas. 

“Mientras en nuestra cabeza tengamos muchas ideas, una boca grande para expresar lo que pensamos, en la sangre llevemos todas las cosas que nos inspiran y un útero sano para que se forme la vida, entonces nosotras seguiremos diciendo que somos constructoras de paz, porque no parimos hijos para la guerra”, concluye Keyla Maza frente a uno de los telares, recordando que en este pueblo «lo bonito es estar vivo».

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