Cinco huertas tienen la meta, en un año, de producir cinco toneladas de vegetales para niños y madres gestantes. Sus creadores sueñan con expandir el proyecto y llegar a comercializar los cultivos.
Por su ubicación en la cima de la parte occidental de Medellín, desde la comuna 13 de la ciudad, también llamada San Javier, se puede ver casi todo el Valle de Aburrá. Sus calles laberínticas han contemplado el desarrollo de la ciudad desde que empezaron a ser habitadas por colonos que llegaban desde el campo en busca de un mejor futuro.
Esas mismas calles también han sido testigo directo de la violencia y del conflicto armado durante las dos últimas décadas; pero ahora, allí hay una transformación en la que los habitantes de San Javier buscan garantizar su seguridad alimentaria.
Se trata de Terrazas Verdes, un proyecto que inició el 5 de octubre de este año. La propuesta es sencilla en el papel: convertir las terrazas de las miles de casas en las que viven poco más de 140 mil personas en jardines autosostenibles que garanticen la seguridad alimentaria de niños, niñas y madres gestantes de la comunidad.
Este tema cobró más importancia desde el inicio la pandemia del coronavirus; ya que, según el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA), en América Latina y el Caribe hay 14 millones de personas vulnerables de inseguridad alimentaria severa.
Carlos Alberto ‘el Nene’ Sánchez dirige la propuesta desde la organización Son Batá, un colectivo que desde hace 18 años reúne a artistas que viven en la comuna 13, con el apoyo de otros líderes del barrio Conquistadores, quienes buscan garantizar que todas las personas de la comunidad puedan tener acceso a una buena alimentación y que, con el tiempo, se comercialice lo que se cultive.
“Vamos a aprovechar lo que esté a nuestro alcance, tenemos espacio, y esto nos permite generar vida, desarrollo. Veníamos del campo y ahora, aquí, nos reencontramos con él, con nuestras raíces”, asegura Sánchez, recordando la herencia rural de muchos de los que viven en San Javier.
Con esa idea, se acercaron a la Fundación Éxito a comienzos de 2021, que financió el piloto con $80 millones con el objetivo de mantener en funcionamiento las primeras cinco terrazas.
Cada una de las cinco terrazas verdes que existen en la actualidad fue adecuada para los cultivos. En una serie de tubos PVC, que van de un lado al otro del terreno, se cultivan las plántulas (es decir, las semillas germinadas) que durante el día reciben la luz solar, mientras que en la noche son iluminadas por bombillos, lo que acelera su crecimiento.
Allí se han plantado lechuga crespa, lechuga verde, lechuga romana, acelgas, rúgula y albahaca. La meta inicial es que en un año se cultiven cinco toneladas de alimentos. Con esa cantidad, se espera beneficiar a 310 niños y niñas menores de 5 años, así como a madres gestantes de la comuna.
A su vez, las familias beneficiadas tendrán formación en educación nutricional. Precisamente, las dos familias que se encargan de la administración de las terrazas del plan piloto recibieron capacitaciones en siembra hidropónica para que puedan, de manera autónoma, mantener los cultivos.
“El cultivo de estos productos es el vehículo para fomentar los hábitos saludables relacionados con la alimentación desde los hogares”, cuenta Paula Escobar, directora de la Fundación Éxito.
Terrazas, más que para la siembra
La historia de las terrazas en la comuna 13 se remonta a 2018. Ese año Jefferson, otro miembro de Son Batá, empezó a cultivar lechugas en su casa con un sistema hidropónico. Pronto, lo que hacía él llamó la atención de sus compañeros de la organización, quienes le pidieron que les enseñara sobre el tema. “Comenzamos con esa terraza y llegamos a producir alrededor de mil lechugas, que comercializábamos con las tiendas del barrio”, recuerda Carlos Sánchez.
Sin embargo, la pandemia de la covid-19 acabó del todo con esa primera terraza. Por las restricciones decretadas desde marzo de 2020, donde nadie podía salir de sus casas, los miembros de Son Batá no pudieron seguir yendo a la casa de Jefferson para cuidar la terraza, y él no pudo continuar con ella solo.
Pero la pandemia también trajó hambre al barrio. Durante esos meses de cuarentenas, Sánchez recuerda que muchas personas en su comuna sacaron trapos rojos, una señal de auxilio para pedir alimentos que se vio por toda Latinoamérica. Y esa realidad hizo que pensaran en las terrazas verdes como una solución.
Sin embargo, la pandemia del coronavirus acabó del todo con esa primera terraza. Cuando los confinamientos se fueron levantando, desde Son Batá decidieron retomar el proyecto. Justamente, durante esos meses de cuarentenas, Sánchez recuerda que muchas personas en su comuna sacaron trapos rojos, una señal de auxilio para pedir alimentos que se vio por toda Latinoamérica.
“En pandemia había gente que se estaba muriendo de hambre, que sacaba pañuelos y trapos rojos para que les donaran algo de alimento y ahí dijimos: ‘si hubiésemos tenido esas terrazas antes, sería mucha la gente la que habría podido alimentarse’”, asegura Sánchez.
Pero no se trata solo de eso. Sánchez asegura que con las terrazas ha surgido la oportunidad de evitar “que los pelaos tomen malas decisiones”. Y explica: “Las mamás de muchos de estos barrios van de madrugada a trabajar y llegan en la noche, y eso hace que dejen a sus niños solos en el barrio. Con las terrazas buscamos que puedan sembrar y comercializar lo que siembren, entonces estarán en sus casas con sus hijos, con sus familiares”.
Si bien la meta es ambiciosa, la comunidad tiene objetivos aún mayores: “Nos soñamos con por lo menos tener 20 o 30 terrazas, todas produciendo, que se conviertan en una solución económica, al generar ingresos con su comercialización”.