La hoja de coca ha sido protagonista de múltiples debates sobre su uso, comercialización y regulación a lo largo de la historia colombiana. Hoy, el proyecto Tinta Dulce en Sutatausa (Cundinamarca), la transforma en pigmentos naturales para la producción de tintas y pinturas.
Tinta Dulce es un emprendimiento que transforma la hoja de coca en pigmentos naturales para la creación de tintas, acuarelas y pinturas desde el año 2016, promoviendo una nueva mirada sobre esta planta ancestral.
Sus productos se pueden emplear en diversas superficies, como textiles y papel, ofreciendo una alternativa ecológica y artesanal para artistas, diseñadores y educadores. Además, sus creadoras desarrollaron un cuaderno para colorear que permite identificar distintos tipos de plantas, fomentando el aprendizaje y la apreciación de los recursos naturales.
Detrás del proyecto están Daniela Rubio y Mónica Suárez, quienes aseguran que la idea del emprendimiento parte de un reconocimiento hacia los prejuicios asociados con la planta y la necesidad de cambiar esa perspectiva: «Sabemos que cada generación tiene una relación diferente con la hoja de coca. Queremos resaltar el valor de ella», explica Daniela.
La hoja de coca ha sido parte integral de las culturas andinas durante milenios, utilizada en rituales, medicina y como estimulante natural. Sin embargo, su inclusión en la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 la clasificó como sustancia ilícita, equiparándola erróneamente con la cocaína y afectando negativamente a las comunidades campesinas que la cultivan.
Este estigma ha llevado a políticas de erradicación forzosa, impactando la economía y el tejido social de estas regiones. En marzo de 2025, la canciller colombiana Laura Sarabia solicitó ante la Comisión de Estupefacientes de la ONU la exclusión de la hoja de coca de la lista de sustancias más dañinas, argumentando su potencial en usos industriales y la necesidad de corregir una injusticia histórica.
¿Dónde y cómo se ha implementado Tinta Dulce?

A pesar de los desafíos, Rubio explica que la hoja de coca ofrece ventajas que la convierten en un insumo ideal para la creación de pigmentos naturales: «No es cualquier planta, y al ser algo que trabajamos en cantidad, es lo que más nos funciona. Las flores, por ejemplo, son estacionales y no vienen en la cantidad que se necesita para los tintes naturales», agrega.
El proyecto ha encontrado varios espacios en los que su propuesta ha sido bien recibida, hasta el punto de ser implementada en procesos educativos y de experimentación con instituciones: «Tenemos contacto con una profesora en la Universidad del Rosario que implementa estos pigmentos de coca con sus estudiantes en diferentes materiales como la madera. Es un material que no hemos trabajado, pero nos demuestra la capacidad de la hoja de coca», agrega Rubio.
Por otro lado, el proyecto trabaja en colaboración con asociaciones de artesanas en Colombia, promoviendo el desarrollo rural y fortaleciendo las economías locales, pues cuentan con alianzas con campesinos para su uso y con comunidades indigenas para la compra de la hoja. Por el momento, tienen mayor alcance en Sutatausa, Cundinamarca, donde tiene la sede el proyecto.
Una de las campesinas asociadas es Luz María Rodríguez, quien lidera un colectivo de mujeres expertas en hilatura en Sutatausa. Este grupo ha incorporado la hoja de coca como tinte natural en sus procesos, rescatando tradiciones ancestrales y promoviendo usos legales y sostenibles de la planta.
«Hemos querido romper esos paradigmas de lo que es la coca, que no es la mata que mata, si no que es vitalidad donde podemos mostrar que esta planta para nosotros los artesanos nos sirve por la gran variedad de gama de colores que tiene», comenta Luz María Rodríguez.
¿Cómo se elaboran las tintas?
En una palangana metálica, se mezclan agua caliente con harina de hoja de coca. Para obtener el color que se espera, se adicionan componentes que modifican el pH como vinagre, ceniza, bicarbonato, alumbre en pasta o hierro. Esto le permite a los artesanos obtener gamas de colores entre amarillos, marrones y verdes.
Para Mónica Suárez, la hoja de coca es un campo de exploración con un potencial aún por descubrir: «Es un mercado muy inesperado para crear de todo», afirma.

Aunque Tinta Dulce ha encontrado una audiencia receptiva en Colombia, sus fundadoras tienen claro que el siguiente paso es ampliar su alcance. «Sabemos que existe un limitante, pero queremos sacarlo de Colombia, queremos llegar hasta Bolivia, que tiene más desarrollado el tema«, agrega Suárez.
Sin embargo, el trabajo con la planta no está exento de desafíos. Las restricciones en su transporte, por ejemplo, ha sido un obstáculo constante:
«Hay muchos retos, como los prejuicios y el transporte de la planta, porque la gran cantidad de importación de la hoja no es considerado algo lícito. Sin embargo, hemos sabido sobrellevarlo», reconoce la cofundadora.

Con una propuesta innovadora y una apuesta por la sostenibilidad, Tinta Dulce sigue abriendo camino en el mundo del arte y la experimentación con pigmentos naturales, demostrando que la hoja de coca tiene mucho más que ofrecer. Esto se ve reflejado en la respuesta positiva que han recibido por parte de quienes ven en su trabajo una nueva forma de abordar la historia y el significado de la coca:
«Hemos tenido un buen recibimiento al mostrar la otra cara de la hoja de coca«, concluye Mónica.
Para adquirir las tintas y textiles teñidos, los interesados pueden visitar su sitio web oficial o contactarlos directamente a través de sus redes sociales.