Triángulo del Puma: la estrategia de conservación comunitaria para proteger la biodiversidad en Meta

En 2018, las reservas naturales Yurumí, El Amparo y La Reseda, en Puerto López, Meta, se unieron para crear el Triángulo del Puma, que recupera corredores biológicos entre veredas y fomenta el monitoreo y generación de conocimiento sobre las especies locales. Así avanza su proceso.

La Orinoquía abarca el 31% del territorio nacional, alberga el 29% de la biodiversidad del país y concentra el 26% del agua disponible. Además, es la cuenca del Orinoco, el tercer río más caudaloso del mundo y el sitio con mayor diversidad de peces de agua dulce a nivel nacional. En su extensión también se encuentran las sabanas inundables más grandes de Colombia. Sin embargo, expertos como Germán Andrade, asesor del Instituto Humboldt, la califican como «una de las regiones menos visibilizadas de Colombia». 

En esta región, las iniciativas privadas de la sociedad civil son clave en la conservación del territorio. Sus esfuerzos permiten consolidar corredores ecológicos y fortalecer el monitoreo comunitario de especies. Según el Reporte BIO 2025 del Instituto Humboldt, el territorio cuenta con 202.152 hectáreas protegidas bajo la figura de Reservas Naturales de la Sociedad Civil, que contribuyen a la ampliación del Sistema Regional de Áreas Protegidas de la Orinoquía.

Un caso ejemplar de ello es el de la iniciativa de conservación del Triángulo del Puma: tres reservas que se aliaron en 2018, en el municipio de Puerto López, Meta, para fortalecer el corredor biológico entre las veredas Matazul-Yucao, La Ema y La Serranía. Su objetivo es facilitar la movilidad de la fauna, así como la conservación y restauración de la flora de la región, apalancándose en el puma como especie sombrilla.

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Se trata de la Reserva Natural Yurumí, la Reserva Natural El Amparo, liderada por Juan David Gutiérrez y Cristina Moreno,  y la Reserva Natural La Reseda, de Martha Morales. Las tres suman cerca de 25 años de presencia en el territorio y protegen 2.180 hectáreas de un ecosistema estratégico que combina características de los llanos y la serranía. Este incluye sabanas estacionales tropicales, bosques de galería, humedales y cuerpos de agua como ríos y lagunas.

«Queríamos crear conciencia en el territorio, entender el estado del paisaje y sus necesidades. El Meta es uno de los departamentos con mayor transformación y cambio de uso del suelo en Colombia, lo que ha afectado profundamente sus ecosistemas», explica Paola Campo, ingeniera industrial, fotógrafa y copropietaria de la Reserva Yurumí, junto con su esposo, Nicolás Umaña.

Campo añade que han logrado avanzar en esta tarea a través de acciones que fortalecen el vínculo entre las comunidades locales y la naturaleza. Entre ellas, jornadas de avistamiento de aves, con 235 especies identificadas; la siembra de más de 20 mil árboles en colaboración con Cormacarena; y la instalación de 16 cámaras trampa que han permitido registrar 36 especies, contando pumas, tigrillos, micos de noche llaneros, nutrias gigantes y perros venaderos. 

Esta información es sistematizada con Wildlife Insights y el Instituto Humboldt, evidenciando cómo la ciencia ciudadana y comunitaria puede unirse con la academia para desarrollar estrategias de conservación más efectivas.

Las tres reservas participantes del Triángulo han sembrado 20 mil árboles en conjunto. La reserva Yurumí, en sus más de 10 años de existencia, más de 80 mil. | Foto: Reserva Yurumí

A esto se suman la señalización de puntos estratégicos y jornadas pedagógicas dirigidas a los ganaderos, con el fin de fomentar prácticas responsables que protejan al puma concolor, también conocido como león de montaña o león americano, el segundo felino más grande de América, que actualmente está catalogado como especie casi amenazada.

«El puma es un indicador clave de conservación y juega un papel fundamental en el equilibrio ecológico. Sin embargo, enfrenta amenazas como la expansión de la frontera agroindustrial, el conflicto con los humanos, la fragmentación del paisaje y la pérdida de bosque. Además, la caza descontrolada ha reducido sus presas naturales, lo que lo obliga a atacar animales de granja», señala Campo.

Al principio, los vecinos del Triángulo no comprendían el propósito de la estrategia, especialmente porque en la zona predomina la ganadería y el puma generaba conflictos:

«Les explicamos que no se trataba solo de proteger al puma, sino de preservar todo el ecosistema. Ahora algunos predios se han convertido en aliados de la iniciativa. Han implementado medidas como evitar que el ganado beba cerca de los bosques, no ubicar las maternidades lejos de las casas, instalar cercas eléctricas o con emisión de luces y liberar presas naturales como chigüiros para evitar ataques al ganado. Todas esas son medidas antidepredación», agrega la experta.

La instalación de 16 cámaras trampa que han permitido registrar 36 especies. | Foto: cortesía Reserva El Amparo
La Orinoquía alberga el 29% de la biodiversidad del país y concentra el 26% del agua disponible. | Foto: cortesía Reserva Yurumí
La reinserción de especies que permitan rescatar la cadena alimenticia es una de las estrategias antidepredación. | Foto: cortesía Reserva Yurumí

En 2019, la corporación ambiental Cormacarena reconoció la zona como un Área de Importancia Ambiental mediante la resolución PS-GJ 1.2.6.19-2674, consolidando al Triángulo del Puma como un ejemplo exitoso del fortalecimiento de corredores biológicos en la Orinoquía a partir del compromiso de la sociedad civil.

A pesar del éxito y de los resultados tangibles, Campo enfatiza en la necesidad de mayor reconocimiento para las reservas naturales y otras iniciativas de conservación comunitaria, especialmente en la Orinoquía, así como de un respaldo económico y académico que garantice su sostenibilidad. 

«Es fundamental una mayor divulgación sobre las oportunidades para conservar el territorio y asegurar que los esfuerzos de restauración estén alineados con investigaciones y monitoreos científicos. Además, se requiere más claridad y actualización en las políticas públicas relacionadas con la conservación del medioambiente, especialmente en lo referente al uso del agua y del suelo», concluye.

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