Como un acto de resiliencia, los habitantes de dos corregimientos de la Serranía del Perijá, en el Cesar, que retornaron tras el conflicto armado, crearon un proyecto de turismo de naturaleza y memoria.
Alrededor de 1.600 personas vivían en el corregimiento de Estados Unidos, en el municipio de Becerril en Cesar, a inicios de los años noventa. Luego, cuando el conflicto armado se agudizó en la Serranía del Perijá, solo quedaron nueve habitantes: los ‘resistentes’.
El territorio era un corredor estratégico para grupos al margen de la ley. Entre ellos, el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y organizaciones paramilitares.
“El conflicto dejó más de 1.100 desaparecidos y 200 muertos en todo el territorio. Además, obligó a la mayoría de la población restante a desplazarse a otros lugares del país e, incluso, al exterior”, cuenta Erasmo Villar, líder comunitario conocido como ‘el historiador’ de Estados Unidos.
Y aunque el territorio carga una historia dolorosa, hoy varios miembros de la comunidad han regresado en un acto de resiliencia. Le han apostado a reconstruirlo desde el turismo comunitario sostenible y la memoria histórica.
Una ruta para la sostenibilidad
Todo comenzó en 2018, en una convocatoria que hizo el Programa de Desarrollo y Paz del César (PDPC), organización de la sociedad civil que trabaja en pro de la construcción de paz en el Caribe. Allí, Andrés Ramos, habitante de la Victoria de San Isidro, llevó una propuesta para constituir una ruta ecoturística en su corregimiento.
“Recuerdo que allí conocí a Claudia Martínez, la directora de la organización E3 – Ecología, Economía y Ética. Ella me ayudó a formular mi propuesta. Sin embargo, con Claudia llegamos a la conclusión de que, para que un proyecto turístico como este tuviera éxito, debía trabajar con otras personas que tuvieran sentido de pertenencia”, cuenta Andrés.
Con esa preocupación en mente, el líder del proyecto decidió contactar a miembros de la comunidad de Estados Unidos, corregimiento vecino de La Victoria de San Isidro, para formular una ruta turística en ambos territorios.
Desde el principio, pensar en una ruta ecoturística fue un reto. A fin de cuentas, la economía de ambos corregimientos se basaba fuertemente en la minería de carbón.
Claudia Martínez, que además de liderar E3 fue viceministra de Ambiente, dice que: “El Perijá es una zona muy biodiversa, pero ha vivido amenazas constantes. En su momento, los cultivos ilícitos causaban deforestación. La minería también ha causado un impacto ambiental en las fuentes hídricas. Luego llegaron los cultivos de algodón y, más recientemente, la colonización del territorio ha expandido la frontera agrícola”.
En ese contexto, pensar en un proyecto de ‘economía regenerativa’ era un reto necesario para hacer una transición hacia a una economía sostenible. Por ello, los esfuerzos de la comunidad recibieron el reconocimiento del UK PACT, un programa del Gobierno del Reino Unido que apoya países e iniciativas con miras a mitigar el cambio climático. Actualmente, son ellos quienes financian el proyecto.
Lo ecológico de la ruta se presenta a lo largo del recorrido: una de las paradas está dedicada específicamente a sembrar un árbol para “dejar un hijo en la tierra”, como dice Andrés. Adicionalmente, el avistamiento de aves se ha ido posicionando como uno de los grandes fuertes del territorio. Durante el trayecto por ambos corregimientos pueden encontrarse especies autóctonas como la cotorrita del Perijá, endémica de la región.
Memoria para sanar
“Una de las cosas más difíciles de crear esta ruta fue prepararnos para ser guías. Sabíamos que queríamos narrar la historia del territorio, el problema era contarla a los turistas sin que se nos quebrara la voz”, cuenta Erasmo.
Como respuesta a esa situación, los miembros del proyecto recibieron asesoría psicológica y técnica por parte de E3, y ahora son ellos mismos quienes relatan lo que ocurrió durante los años en los que el conflicto armado estuvo presente en el territorio, en una ruta llamada Huellas del pasado.
La misma se extiende durante una hora y media, en la que los guías de la comunidad llevan a los visitantes por sectores donde hubo minas antipersona, desembocando en el balneario ‘La Fiscalía’, que en el pasado era un punto de revisión de documentos por parte de los grupos armados. Paralelo al relato del conflicto, la comunidad cuenta la historia de resiliencia del pueblo, dándole un papel protagónico.
Orgullosos de la Serranía del Perijá
Además de apropiarse de su historia, los dos corregimientos fortalecieron la infraestructura turística del territorio desde el hospedaje hasta la gastronomía.
Para ello contaron con el apoyo de un grupo de arquitectos colombianos que creó una guía para instruir a las comunidades en temas como la ampliación de sus viviendas y su adecuación con el objetivo de recibir turistas.
Igualmente, con el aporte de chefs como Jennifer Rodríguez, fundadora del restaurante Mestizo Cocina de Origen, quien trabajó con los habitantes de la zona en la recuperación de las prácticas culinarias tradicionales de la región, que se encontraban en riesgo de desaparecer a causa de la guerra.
Los chefs visitaron el territorio para entender la biodiversidad y las costumbres culinarias. A partir de ello, construyeron junto con la comunidad un recetario de cocina tradicional que recuperaba prácticas ancestrales, combinándolas con técnicas de cocina profesional.
Cerdo en salsa de tamarindo, arroz de cacho de cabra o pescado frito con yuca son algunos de los platos que ofrecen en esta ruta turística. Todos ellos son preparados con ingredientes del territorio y con las recetas tradicionales que fueron rescatadas.
Según Claudia, “una de las cosas más bonitas del proceso ha sido ver que los habitantes se sienten felices con sus platos. A través de este proyecto no solo se reconstruye el territorio, sino también se reivindica el amor propio de la comunidad, que hoy muestra con orgullo su cocina”.
Puede seguir en Instagram a la comunidad que impulsa este proyecto aquí.
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